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Los piratas del Rosario

Nuestros impolutos señores y señoras – cual piratas modernos - han convertido cada exótica isla en su particular club de reuniones secretas, etílicas, orgiásticas o rentables en explotación turística.

Nada más sintomático del abuso del poder en Colombia que el viejo pleito de la ocupación del Parque Nacional Natural Los Corales del Rosario y San Bernardo, en Cartagena de Indias. Lo más añejo de la élite nacional ha puesto allí su impronta y su escudo para intentar apropiarse de unos terrenos que, sin duda alguna y al amparo de la Constitución y de las leyes, son “baldíos que constituyen reserva territorial del Estado”. No lo han logrado en su esencia jurídica pero sí en la práctica pues hoy, y desde hace décadas, se pasean allí como señores y dueños.

Tener su propia isla privada es el anhelo de cualquier multimillonario del mundo. El narco Carlos Lehder hizo fama con su historia de haber comprado una isla en Las Bahamas, donde sus avionetas repletas de cocaína hacían una escala técnica. En Islas del Rosario le ha resultado mucho más fácil a un grueso sector de la élite gracias al casi ininteligible mundo que es nuestro desordenamiento jurídico.

Si bien no hay posibilidad legal de que llegasen a ser poseedores o propietarios legítimos a menos que exhiban un título válido anterior a 1821, nuestros impolutos señores y señoras – cual piratas modernos - han logrado permanecer allí a sus anchas, solazándose en terrenos no tan baldíos, convirtiendo cada exótica isla en su particular club de reuniones secretas, etílicas, orgiásticas o rentables en explotación turística.

Don Julio Mario Santodomingo años ha se posó ahí con su imperio cervecero y ahora lo están sus herederos; los dueños de Kokoriko, la familia Douer de Pat Primo y CM&, el hoy delincuente confeso Carlos Mattos, la gran Fanny Mickey que gozó incluso del privilegio ilegal de “heredarle” su isla a su hijo Daniel, Alfredo Villaveces el “gurú” de los grandes conciertos y la exsenadora Leonor Serrano, son solo algunos de los selectos privilegiados que han hecho de Islas del Rosario su edén particular, protegidos algunos predios por seguridad privada y otros, en explotación comercial turística, con precios por noche que superan de lejos lo que pagan de arriendo a la Nación por un mes.

Empero, la loable iniciativa del director de la Agencia Nacional de Tierras, ANT, Gerardo Vega de ir tras la recuperación de esas islas se topa con un enmarañado escenario que más parece un costal de anzuelos que un hermoso paisaje de corales:

- Desde 2015 hay 79 contratos a 8 años, de los cuales 33 firmados en 2015 que se vencen este año con derecho a prórroga o renovación automática, hasta 11 contratos de 2022.

- Sentencias de la Corte Constitucional y del Consejo de Estado sobre el régimen jurídico en las Islas del Rosario protegen a los ocupantes y les dan derecho a reclamar lo invertido en las mejoras.

- Los cánones de arrendamiento, muchos con cifras irrisorias, están amparados en avalúos del IGAC, es decir del mismo Estado.

Vega afirma que la idea es quitar los predios a particulares y entregarlos a comunidades nativas. En estricto derecho, las comunidades nativas también son particulares. Y ellas también exigen que se les reconozca como propietarias con títulos colectivos.

El rosario de pleitos será largo, como lo ha sido siempre. Quizá termine este gobierno y los filibusteros seguirán gozando de unas islas que solo en el papel son de todos los colombianos. .

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