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Columnistas | PUBLICADO EL 21 diciembre 2022

Los delirios

Alucina el Jefe del Estado, como si el poder lo extraviara, sacándolo de la realidad. Parecen propuestas de un iluso que no ha podido poner los pies sobre la tierra.

Por Alberto Velásquez Martínez - redacción@elcolombiano.com.co

¿Hasta dónde llegan las facultades del presidente Petro en el uso de los instrumentos que le otorga la ley para buscar la paz? ¿Pueden ir más allá de la justicia, usurpándole funciones al poder judicial, sin constituir ese despojo una amenaza real contra el Estado de derecho? ¿No es delirante la idea de abrir las cárceles a quienes son considerados verdaderos peligros para la comunidad? Alucina el Jefe del Estado, como si el poder lo extraviara, sacándolo de la realidad. Parecen propuestas de un iluso que no ha podido poner los pies sobre la tierra.

Primero propuso abrir las cárceles en donde se encuentran los que, como militantes de la llamada “primera línea”, destruyeron bienes públicos y privados en las protestas del paro nacional del 2021. Luego, ante el reclamo de los órganos jurisdiccionales y de control del poder público para oponerse a su arrebato populista, corrigió en parte la idea original, aceptando que comenzaría a abrirle las cárceles solo a quienes no tenían condenas ni procesos en curso abiertos por la justicia penal. Nada para los homicidas, torturadores, extorsionistas y autores de delitos graves. Salieron los primeros siete que, si bien no se las habían formulado cargos concretos, tampoco son angelitos de la guarda. Cuando los villancicos de navidad se apaguen, saldrán otros detenidos a gozar de la libertad, la misma que en sus bochinches y asonadas le negaron a transeúntes y trabajadores inermes, e hirieron a las fuerzas de seguridad del Estado.

Luego habló Petro de reclutar cien mil jóvenes para alistarlos como gestores de paz, sin que la opinión pública pudiera conocer las procedencias, pasados judiciales, comportamientos en la sociedad, de quienes conformaran esos escuadrones. Cada uno recibirá un millón de pesos mensuales. ¿De dónde sacará esos recursos? ¿Constituye la medida un ejemplo a seguir por quienes dentro de la legalidad sudan en la economía del rebusque sin lograr siquiera un salario mínimo?

A renglón seguido – y como si estuviera escribiendo sobre renglones torcidos – en el Catatumbo, les dio a los campesinos patente de corso para sembrar la hoja de coca, parejo con cultivos como el cacao, para comparar cuál prevalecerá en el mercado. ¿Qué pensará la comunidad internacional de esa medida que estimulará más el negocio del narcotráfico? Tendrá que ser muy ingenuo para creer que el cacao va a tener la misma rentabilidad y demanda que la coca. De fracasar la utopía, los cocaleros tendrán su bendición para retornar sin obstáculos a la producción de la hoja de coca, que convertida en droga mortal, seguirá acabando con la juventud, también la colombiana.

Y para rematar este diciembre de sorpresas, atacó la construcción de autopistas por considerar que ellas solo servían a los grandes capitalistas para transportar en tractomulas sus mercancías que desplazan la producción nacional. Manifestaciones delirantes que pertenecen al mundo de las ficciones, del desconocimiento de la economía internacional. ¿Cuándo se cerciorará el presidente de que ya el debate electoral pasó y es hora de la sensatez y no de los desvaríos? .

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