viernes
0 y 6
0 y 6
Querido Gabriel,
¿Alguna vez has sentido que unos amigos sacan lo peor de ti y refuerzan tus más oscuros demonios? ¿Has tenido una tarde con ellos en la que traicionas tus buenos propósitos y vuelves atrás? ¿Tienes algunos que refuerzan tu peor versión “porque te aceptan y te quieren”, pero en realidad no te dejan avanzar, o, al contrario, hay otros que te liberan, te elevan y te cuestionan? Sé que te preguntas mucho por la amistad, su valor, sus dichas e incluso sus falencias. ¿Imaginamos una amistad 2.0, como dicen en las empresas? En estas épocas de tantos cambios, ¿porqué no hablar de la transformación de esta ancestral forma de relación humana?
Leí a Gary Zukav, recomendado por Catalina y Mauricio Cardona. Me impactó su libro Spiritual Partnership (Asociación Espiritual). Las amistades maduras, explica, son una aspiración del ser humano y una evolución de las casuales, meramente transaccionales, pero no son el destino final. ¿Alguna vez has sentido que tienes amigos que te apoyan con cariño y trascienden el hecho de compartir trabajo, afición, colegio o barrio? Hace tiempo hablamos de ese día dichoso en el que un buen amigo nos lleva sopa caliente en la más oscura de nuestras noches, cuando estamos abatidos por una enfermedad. Momentos como ese señalan la existencia de una alianza de cuidado y apoyo, una de las formas más bellas del amor humano. Pero ¿qué tal si celebramos esta amistad madura como una “meta volante”, un nivel intermedio?
En esta forma de amistad, dice Zukav, tememos que nos hieran o nos invaliden, buscamos seguridad y confort. ¿Pero irá esto contra el crecimiento y el aprendizaje? Los amigos que, cuando tenemos un problema o cometemos un error, nos dicen cosas como “yo también...” (siento, pienso, reacciono así), o “haces bien en...” Esos amigos nos quieren, seguro, pero todavía no cultivan lo mejor de nosotros. Nos dan apoyo, consuelo y simpatía, nos cobijan en medio de la tormenta. Pero no preguntan jamás de dónde podrá venir ese viento que nos arrasa. Nos desempoderan tratando de querernos. ¿No crees que podemos ir más lejos?
¿Has tenido alguna amistad sublime, excelsa, de esas que nos ayudan a mirar hacia adentro, que co-crean con nosotros en busca de sentido? Son las que se sienten en algunas cenas mágicas que uno no quiere que se acaben, porque aprende, ama, crece, goza y vive. También nos acompañan en las crisis abrazándonos sin dejar que nos auto compadezcamos mientras nos hacen preguntas que crean nuevos mundos y abren caminos insospechados. Aquellos amigos no evitan el desacuerdo porque están buscando la verdad. Cada uno está tratando de inspirar y busca ser desafiado por el otro. Dejan de acariciarse las heridas y se acompañan para crecer. Son verdaderos compañeros de viaje.
Necesitamos amistades más ricas, que no nos protejan de nuestras sombras, de nuestros comportamientos destructores. Que nos cuiden como un jardín, nos ofrezcan desafío y crecimiento, incluso si hay algo de dolor. Amistades (y amores, vecindades o compañerismos del trabajo) que superen los fines utilitarios y nos lleven bondadosamente hacia territorios en los que reine el propósito. ¿Será esa la amistad virtuosa de Aristóteles, la sanadora, la que nos empuja a mirar a los ojos a nuestros dragones y nos anima a enfrentarlos? Busquemos una amistad que sepa, como dice Zukav, que “la ‘felicidad’ requiere cambiar las circunstancias, incluida a la gente. Pero el gozo (joy) solo necesita nuestra propia transformación”.
* Director de Comfama