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Columnistas | PUBLICADO EL 25 abril 2022

La maña artera del sonsaque

En las coaliciones han aparecido los mercenarios dispuestos a vendérsele al mejor postor, por encima o al margen de principios y criterios elementales de honradez y buena fe.

Por Juan José García Posada - juanjogp@une.net.co

Cada vez desconfío más de aquellos que tanto insisten en que lideran la cruzada nacional anticorrupción. Así como se dice que “mucho habla del honor quien lo ha perdido”, despierta sospechas el que mucho habla con arrogancia y aire de superioridad moral de pureza, integridad, honorabilidad en la política, sobre todo si, en una campaña electoral tan floja, vacía y feroz como la actual, con sus palabras y sus actos están demostrando la vocación por un continuismo antiético que denota la degradación a que están empujando una actividad que debería ser de hombres inteligentes y buenos.

Los ejemplos emergen a porrillo. Las muy leídas señoras que escriben en estas páginas, como Elbacé y Ana Cristina, cada una en su respetable orilla, saben mejor que yo, en su condición de amas de casa, de usos y costumbres que en el complicado manejo de los asuntos domésticos han tenido siempre el sello de lo irrecomendable por carecer de contenidos ético y moral. Así, la antigua práctica del sonsaque está proscrita entre mujeres decentes. Sonsacar ha consistido en atraer a una asistente o colaboradora hogareña para llevársela por su buena fama de honrada y cumplidora y su prestigio de servidora muy competente. Es un colombianismo que en los diccionarios significa: “1) Sacar arteramente algo por debajo del sitio en que está. 2) Solicitar secretamente a uno para que deje el servicio que tiene y pase a otro. 3) Procurar con maña que uno diga lo que sabe y reserva”. La segunda acepción es la más apropiada en este caso. Ejemplo: Fulana de tal se sonsacó a María y dejó a Perana colgada de la brocha.

Y esa práctica del mercenarismo doméstico se ha trasladado al quehacer político. En las coaliciones han aparecido los mercenarios dispuestos a vendérsele al mejor postor, por encima o al margen de principios y criterios elementales de honradez y buena fe. Individuos que prolongan la penosa tradición de picardía y mala fe, que sacian sus apetitos de figuración y poder con tal de que los pongan a figurar en cualquier lista de candidatos, o los nombren jefes de debate en sectores con los que no simpatizaban ni de lejos, porque así les harán daño a sus contradictores. Que a las artimañas, o a las mañas, del sonsaque se afilien personajes que siempre han sido cuestionados por inmorales, indelicados, trapecistas y corruptos, no es que sorprenda. Lo que extraña, decepciona y da rabia es que líderes que tenían pleno derecho a invocar calidades de intachables y a despertar confianza y credibilidad entre los ciudadanos por su decencia, su ánimo conciliador y tolerante y su respeto a los contrarios, desesperados al agotárseles los programas y argumentos y al ver la caída vertiginosa en la popularidad y las encuestas, opten por volverse antitodo y no tengan hígados ni reato de conciencia para contratar estrategas maliciosos que les permiten utilizar la maña artera del sonsaque. ¿Contra qué corrupción luchaban? 

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