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Justicia poética

El padre se toca el corazón, siente que se va, la alegría lo desborda. Después de haber estado secuestrado la vida le dio la oportunidad de ver a su hijo reafirmar el heroísmo que ya era suyo.

22 de noviembre de 2023
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Por Dany Alejandro Hoyos Sucerquia - @AlegandroHoyos

Muchos años después en el estadio había una pintura de mariposas amarillas que aleteaban sonrientes mirando sus celulares. El primer golpe lo dieron los visitantes y menguó la alegría. Silencio. Desconsuelo. Los hombres sudorosos en el campo continuaron una batalla que la historia daba por perdida. Uno de ellos, un guerrero guajiro de cabello hirsuto y pies traviesos, se levantó, y como si el balón lo hubiera buscado precisamente a él, y porque el destino a veces tiene guardadas recompensas a quien persiste, un testarazo hizo que las mariposas amarillas revolotearan de júbilo. Lo que sucedió se llama gol y quien lo hizo se llama Luis Díaz.

Lucho, es el hipocorístico de Luis, también es la conjugación en primera persona del verbo luchar, que, según la RAE, significa trabajar con mucho esfuerzo para vencer un obstáculo y conseguir un fin. Nuestro héroe tropical es consecuente, sincroniza perfectamente su epíteto con su hacer, como si una voluntaria de la defensa civil se llamara Socorro. A Luis siempre se le ve luchando: se tira al piso, busca la pelota, lo tumban y se levanta, es decir, lucho la lucha.

Ese perrenque combinado con talento lo llevó a lo más alto del fútbol y hasta allá retumbó la noticia del crimen nefando de los falsificadores de ilusiones. Unos seres zafios secuestraron al padre de Luis Díaz. Tamaña estulticia fue una vergüenza y una comedia de mal gusto. Vergüenza porque en el mundo seguimos siendo aquel país que contrasta lo maravilloso con lo abominable, y una comedia por la forma como se tiraron la pelota de la responsabilidad entre los culpables.

¿Qué habrá pensado el padre de Lucho en esos días aciagos de cautiverio?: «¿Volveré a ver a mi familia? ¿Por qué estoy acá? ¿No se puede tener dinero honradamente en este país?». Quizás fueron las preguntas básicas. Las otras, más profundas y personales, solo las sabe él. El miedo y la angustia que vive una familia en esas circunstancias supera las palabras.

Lo liberan. Ahí no termina todo. Don Luis, como un hincha más, ve desde la tribuna cuando su hijo convierte el empate de un partido destinado a la derrota. En un canto de empatía, sus compañeros lo rodean en un abrazo, una sola fuerza. El poder de la epopeya. Minutos después hay un centro perfecto, nuestro luchador vuela y hace el gol que le da el triunfo a Colombia contra la histórica Brasil. Las mariposas amarillas gritan ¡golazooo!. El padre se toca el corazón, siente que se va, la alegría lo desborda. Después de haber estado secuestrado la vida le dio la oportunidad de ver a su hijo reafirmar el heroísmo que ya era suyo.

La imagen quedó grabada y se convirtió en un meme que representa el lamento del corazón. El pueblo transformó el dolor en alegría, porque ante la desazón y la estupidez siempre tendremos el humor, la potencia de la esperanza y la justicia poética para aquellos seres destinados a una segunda oportunidad sobre la tierra.

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