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La epidemia del burnout y sus causas más profundas

hace 4 horas
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  • La epidemia del burnout y sus causas más profundas

Por Aldo Civico - @acivico

En la vibrante Dubai, me senté con Mohammad, un cliente, en un restaurante con vista al Burj Khalifa. Mientras un mesero servía un delicioso hummus y, Mohammad se inclinó hacia mí y dijo: “Quiero renunciar”, con palabras que sorprendían por su seriedad. Luego se giró y levantó con delicadeza el kéfir que cubría su cabeza, revelando una mancha lisa, redonda y sin cabello en el centro de la parte posterior. El parche de piel era pálido, en fuerte contraste con el cabello oscuro y denso que lo rodeaba como un marco contundente. “Es el resultado del estrés”, explicó con una voz que dejaba entrever una cierta rabia. Sus palabras pintaban una imagen vívida del peaje silencioso que el estrés había cobrado en él, con estas manifestaciones físicas como señales claras de un inminente colapso. Estaban grabadas en su cuerpo como un mapa de sus luchas, narrando cada batalla soportada.

Me expresó su frustración por el ambiente caótico en el trabajo, la falta de estructura y las reuniones a las dos de la noche convocadas por su jefe, carismático y visionario pero centrado en sí mismo. “Tu cargo no importa; lo que cuenta es qué tan cerca estás del jefe”, me confió, revelando las dinámicas tácitas del lugar. Subrayó la importancia de la reputación personal, un valor que estaba transmitiendo a sus hijos. Las condiciones abrumadoras amenazaban con afectar su desempeño, y con la mitad de su equipo renunciando, temía por su reputación, lo cual sumaba aún más a su estrés.

He escuchado con frecuencia a ejecutivos lidiar con el agotamiento, un problema común a nivel mundial. Sin embargo, la causa del agotamiento no es solo externa; también es interna. El psiquiatra David Hawkins señala que el estrés surge de nuestro sistema de creencias y reacciones emocionales. El miedo, la culpa, el perfeccionismo y la duda de uno mismo hacen que el mundo parezca abrumador. Para Mohammad, el miedo a perder su reputación contribuyó a su agotamiento, agudizado por un jefe desafiante. A pesar de que su médico le recomendó tomarse dos meses de descanso, él se negó, temiendo que eso dañara su reputación y su imagen ante su jefe.

No sé si finalmente mi cliente decidirá renunciar. Tal vez sea lo más acertado para preservar su salud. Pero eso, por sí solo, no lo liberará de las raíces más profundas de su agotamiento. Estas no radican en el comportamiento cuestionable de su jefe, sino sobre todo en el sistema de creencias limitantes que ha guiado su vida y en la consecuente presión interna. Una presión que, con frecuencia, es fruto de traumas emocionales antiguos. Renunciar podría ser necesario, pero solo liberando esa presión interna, Mohammad podrá ser realmente libre. Y aquí, creo, reside la lección para cada uno de nosotros: A pesar de las disfunciones del mundo —sean graves, absurdas o burocráticas—, los guiones antiguos que aprendimos desde el comienzo de nuestra existencia tienen más poder. Esas lecciones de complacer y encajar forman la jaula que rodea a nuestros corazones. Para vivir con libertad, debemos comenzar a desaprenderlas, poco a poco.

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