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Un lugar paradisiaco

hace 6 horas
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Por Fanny Wancier Karfinkiel - fannywancier7@gmail.com

Le debemos a los griegos la palabra “música”, término que hace referencia a mousike el antiguo canto en verso de las musas o diosas de la inspiración en la mitología griega.

La música ha sido abordada de distintas maneras. Para los griegos tenía dos caras opuestas: la de Apolo el dios que representaba la fuerza civilizadora, la luz, la verdad y la poesía, y la de Dionisio el dios de la danza, de la embriaguez, del éxtasis musical. El filósofo alemán Arthur Shopenhauer (1788) sostenía que “lo que hay de íntimo e inexpresable en toda música, lo que nos da la visión rápida y pasajera de un paraíso a la vez familiar e inaccesible, de sorprendernos y no obstante no poder explicarlo, es que presta voz a las profundas y sordas agitaciones de nuestro ser fuera de toda realidad, por consiguiente, sin sufrimiento”. “Donde oigas cantar quédate, los malvados no tienen canciones”, es una frase atribuida al compositor español Cristóbal Halffter donde la música no solo es motivo de diversión sino de ordenamiento moral.

Al aumentar el contacto con nosotros mismos, el lenguaje musical nos cautiva y, agudizando los sentidos y la sensibilidad dejamos de lado la adversidad y el deber para penetrar en la fantasía y el ensueño. Igualmente, ofreciendo la posibilidad del despertar emocional a quienes sienten que las posesiones materiales no fundamentan el ser, la música eleva al sujeto del plano terrenal alejándolo de la decadencia que lo rodea. Es una herramienta óptima de comunicación y unión, resistencia y sanación. Bajo su influjo comprendemos el dolor, la tristeza, el placer y la alegría, componentes esenciales de la experiencia humana.

Resulta fascinante la búsqueda constante de nuevos sonidos mediante improvisaciones con flautas de hueso, tambores de piel y objetos naturales modificados en la antigüedad, posteriormente con la música medieval y los himnos de alabanza a Dios, luego con el estilo barroco y su flora rica y variada, transformados en el período clásico gracias a orquestas, sinfonías, sonatas y variantes de la música instrumental, hasta llegar a la era del jazz, el rock, el pop, el hip-hop, el rap, la electrónica y la música culta contemporánea.

El lenguaje universal de la música ha señalado los cambios socioculturales de cada época y, dado que influye poderosamente en las emociones, pensamientos y comportamientos de la gente, suele utilizarse como fuente de manipulación ideológica. El maestro alemán Richard Wagner suscitó opiniones ambiguas por su antisemitismo, el aprecio de Hitler, las repeticiones incesantes del mismo sonido y su patriotería. Con enfoques humanitarios, Aretha Franklin y Bob Dylan protestaron por los derechos civiles, la injusticia social, la guerra y la desigualdad y, cabe mencionar el compromiso poético de Juan Manuel Serrat, Mercedes Sosa y Violeta Parra, al cantarle a la vida y la libertad. La música expresa de forma excepcional lo que no podemos decir con palabras, es el lenguaje de la humanidad que contiene el conocimiento más allá de la razón. ¡Larga vida a la música!

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