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En Medellín se esconden muchas ciudades.
Somos una ciudad de guetos.
Nos hemos expandido con poca planeación.
Hemos sido “la más innovadora”, “el gran destino turístico en Colombia”, “la ciudad que se transformó” y ahora también resulta que tenemos una de las calles “más cool” del mundo, según la revista Time Out.
La investigación para el ranquin tomó como referencia opiniones de más de 20.000 personas y tuvo en cuenta, según este medio: la cultura, la gastronomía, la diversión y la comunidad.
Provenza: una de las calles “más cool” del mundo.
Como todo ranquin mundial en el que aparece algo colombiano, la publicación tardó unas horas para convertirse en noticia oficial en Medellín.
La compartió el alcalde en un tweet y, tras él, su séquito de secretarios que aplauden cuanta cosa ponga el mandatario en sus redes sociales.
Sin embargo, también generó un debate entre muchos de nosotros.
Los que habitamos la ciudad, los que caminamos y vivimos cerca a esta calle que ahora todos tararean gracias a Karol G.
¿Qué nos reconozcan mundialmente? Maravilloso.
¿Que el turismo se incremente en Medellín? Buena noticia.
¿Que genere empleo y el sector gastronómico se fortalezca? Buenísimo.
Lo que tal vez no hemos podido reconocer es que hay una notable decadencia en distintas zonas de Medellín que tienen vocación turística.
Una vez el alcalde compartió la noticia, los vecinos de Provenza salieron a hablar del ruido, de las denuncias por explotación sexual a menores, de las basuras, del desorden. Del escaso sentido de “comunidad” de esta calle que hemos caminado quienes vivimos en Medellín, pero que hoy no reconocemos, porque “ya parece una calle de otra parte”.
La revista Time Out tiene prestigio y credibilidad, pero tal vez esa noticia no sea un motivo de celebración para todos.
Y antes de que suspendan la lectura quienes juzgan de amargado a cualquiera que haga una crítica como esta, debo aclarar que me emociona ver a Medellín crecer y saber que tanta gente se interese por visitarla; lo que me cuestiono es que no hayamos sido capaces de contar una mejor historia, de hacer un mejor turismo, de proteger zonas que tienen todo el potencial de ser las “más cool”, pero que hoy lo son solo para los que llegan de visita.
¡Qué ironía!
No es difícil saber que quien habita un lugar es quien más lo protege. Tampoco es difícil construir en convivencia, conversar con quienes se conocen las calles y han vivido su evolución durante años. De pronto así se construye a largo plazo, no con estos picos de auges y primeras páginas que dejan a la calle en cuestión degradada en pocos años. No sería la primera vez. Hay que ver en lo que se convirtió el Lleras, que está tan solo tres cuadras abajo.
¿Qué es lo “más cool” entonces?
¿Para quienes?