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Un amigo me envió en estos días un texto que describe el momento por el cual estamos pasando en la Historia. Dice: “El contacto con tantas nuevas ideas generó una confusión masiva. La cantidad de información crecía mucho más deprisa que la capacidad humana de decidir qué hacer con ella, o de discernir la información útil de las medias verdades”. Además, “el aumento del conocimiento compartido se tradujo en un aislamiento creciente entre las diversas realidades nacionales y religiosas”. El texto concluye: “Así, elegimos las partes que nos gustan e ignoramos el resto, y convertimos en aliados a quienes han hecho las mismas elecciones que nosotros y en enemigos a los demás”.
El texto describe una época en la cual viejos paradigmas se quiebran, mientras que otros se presentan ante la humanidad. Pero el documento no es reciente. Fue escrito en 1440, cuando la humanidad pasó de la Edad Media a la modernidad, una época marcada también por nuevas tecnologías disruptivas que cambiaron las relaciones sociales, económicas y culturales del mundo. Hoy vivimos un momento de transición similar.
Borja Vilaseca, en sus escritos, presenta las distintas variables del cambio de época que nos tocó. De una mentalidad de empleados estamos pasando a una de emprendedores. En el pasado, las instituciones se hacían cargo de nuestro proyecto de vida, mientras que hoy cada uno se hace, cada vez más, cargo de sí mismo. Una carrera y títulos universitarios eran objetivos a los cuales aspirar, hoy se privilegia la formación específica y autodidacta. Ayer se obedecían órdenes, hoy se proponen ideas. El mercado laboral estaba dominado por máquinas, mientras que hoy está más condicionado por la presencia de robots y de la inteligencia artificial. Eso, necesariamente, tiene un impacto importante en la economía y la política de las sociedades a las cuales pertenecemos. Pienso que, finalmente, estos son cambios positivos, pero eso no significa que la transición no sea dolorosa. La incertidumbre y la confusión que hoy nos rodea son síntomas de este cambio de paradigma del cual somos testigos.
Tuve una percepción más de esta transición hace unos días, durante la visita a Medellín de Randi Zuckerberg, quien durante una década. con su hermano Mark, lideró importantes innovaciones de Faceboook. La razón de su visita fue el lanzamiento del Latin American Influencer Council (Laick), el primer gremio de los creadores de contenidos que se ha formado, gracias a la intuición de Roberto Rave, de varios empresarios, como Juan Manuel Barrientos, y de algunos creadores de contenidos colombianos. Ver a jóvenes influencers, que hoy lideran empresas que generan empleo y riqueza, sentados al lado, como pares, de importantes y canosos empresarios del país ofreció una imagen poderosa de las disrupciones y de las oportunidades inéditas que la tecnología nos trae hoy; donde lo viejo y lo nuevo no necesariamente tienen que ser excluyentes, sino que pueden coexistir y colaborar para habilitar juntos el futuro que quiere emerger .