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Columnistas | PUBLICADO EL 12 febrero 2023

Fuerza femenina

Abracemos esta fuerza telúrica que vino a transformarnos, a nutrirnos, a hacernos mejores personas.

* Director de Comfama.

Querido Gabriel,

En una reunión no tan imaginaria, dominada inicialmente por los participantes masculinos, aparece una voz nueva. Una voz firme, femenina y clara que plantea la primera idea sincera y productiva de los últimos cuarenta minutos. Una mujer que se sabe inmensa y ha aprendido a ejercerlo, hace una crítica directa, asertiva y necesaria al proyecto que está sobre la mesa; su planteamiento podría salvar la conversación.

De inmediato, el hombre de más edad se enderezó, alzó las cejas y, lo adiviné por el fruncido de boca, pensó: “vieja loca y agresiva...”. Mi instinto de protector de brujas me dijo que tocaba intervenir, aunque debería callar, ojalá no haya sido mansplaining. Manifesté abiertamente mi apoyo a su planteamiento, con un poco más de dureza. El incomodado se vio obligado a encajar la crítica y reflexionar. La reunión terminó con una conclusión clara, hubo avance. Suspiré y pensé ¿cuándo dejará de ser necesario abrir espacios a punta de codazos para tanta sabiduría y tan hermosa lucidez?

En Estados Unidos, en 2021, las mujeres sumaron casi la mitad de los nombramientos directivos en las empresas de la lista de Fortune 500. Hablemos del auge de las mujeres en los espacios de liderazgo tanto en lo público como en lo privado; de su necesaria voz, sus ideas y perspectivas originales. Enseñemos a los hombres que el mundo cambió, que no hay vuelta atrás. Digámosles que solo pueden decidir entre si se adaptan y aprovechan esta realidad o pierden el tren del futuro.

La presencia de mujeres en órganos de dirección y cargos de liderazgo sénior, además de ser una urgencia ética, trae grandes beneficios. Se toman mejores decisiones, una perspectiva más amplia previene los errores por falta de comprensión del contexto social y de la condición humana. La energía femenina no viene solo de las mujeres, pero su presencia la asegura definitivamente: receptividad, cooperación, respeto por la dignidad del otro e inteligencia emocional. Además, el desenfado, vulnerabilidad y maneras de las grandes líderes, que casi siempre son brujas (mujeres hiperintuitivas) hacen más fluida la vida. Nos permiten a los hombres reconciliarnos con nuestro propio femenino.

Este proceso, como todos los grandes cambios sociales, genera dolores. Pero son dolores de crecimiento, dolores adecuados. No falta el hombre, aún por formar, que dice tonterías cuando ve programas que buscan romper el techo de cristal (incentivar el trabajo de las mujeres en las más altas responsabilidades), o que pregunta por el programa equivalente para hombres. Se perdió, como mínimo, 60 años de lucha feminista.

Hagamos la tertulia desde la perspectiva cultural, parecemos atrapados entre dos aguas y debemos tomar el rumbo correcto. Los valores colombianos presentan aún mensajes encontrados. Según la Encuesta Mundial de Valores (2020), solo 1 de cada 10 colombianos aún creía que un hombre es mejor líder que una mujer, ¡una gran victoria social!, en los años 90 eran 3 de cada 10. En contradicción, casi la mitad de la población colombiana aún cree que el hecho de que una mujer gane más que su marido puede generar problemas en la familia.

Conversemos sobre la era del liderazgo femenino mientras una minoría decreciente de machistas nostálgicos añora el pasado. Abracemos esta fuerza telúrica que vino a transformarnos, a nutrirnos, a hacernos mejores personas y, de carambola, a ayudarnos a construir mejores organizaciones.

David Escobar Arango

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