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Resulta que el líder cuestionado por ser frontal en exceso, pasional y decisivo en el combate de los ilegales, ahora es retratado como un maquinador de falsos testigos.
Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
La política colombiana no deja de sorprender. Más bien, el interés de algunos por reescribir la historia, mientras glorifican a unos y condenan a otros. El llamado a juicio al presidente Álvaro Uribe es uno de esos casos difíciles de explicar y en donde el carácter público, ampliamente conocido por los colombianos (seguidores y opositores) de quien es quizás el líder público más escrutado en la historia del país, quiere ser desfigurado.
A Uribe se le puede asociar con diferentes asuntos y rasgos de personalidad. Quizás su lucha contra los grupos armados ilegales y su reconocido carácter de ser frontal en la exposición de sus ideas y opiniones, son características en las que sus amigos y detractores pueden estar de acuerdo.
Pocos líderes han sido tan vocales como él, eso ha generado devoción y también oposición. Muchos recordamos la manera cómo enfrentó a otros jefes de Estado en reuniones multilaterales por su cercanía y justificación de las acciones de las guerrillas colombianas. También se viene a la mente la forma como en sus consejos comunitarios tomaba decisiones administrativas en vivo e incluso sus desencuentros con sectores de la justicia, los cuales nunca ocultó, más allá de los aplausos o críticas que esto despertara.
A Uribe se le puede criticar por decisiones y rasgos de su liderazgo que no agradan a algunos sectores, sin embargo acusarlo por supuestamente haber pagado y liderado acciones con testigos falsos, es simplemente una contradicción esencial de un comportamiento y estilo de gestión pública que ha estado vigente por más de tres décadas.
No deja de sorprender en su caso, las coincidencias de los tiempos y la valoración que se le da a testimonios de ilegales sobre el de personas respetables. Curioso que en uno de los peores momentos del actual gobierno, de repente a Uribe lo quieran arrinconar. También que se haga previo a un año electoral en donde él seguirá siendo un personaje central en el debate político y en las elecciones a Congreso y Presidencia (Ojalá las tengamos). Y más que curioso, es riesgoso ver cómo procesos cargados de pruebas sobre la corrupción de algunos gobernantes locales salientes y de la presunta violación de topes electorales y financiación con dineros del narcotráfico del actual gobierno, pasen a un tercer plano mientras a Uribe no lo sacan de la mira.
El respeto y confianza por las instituciones y la justicia no significa que se deje de cuestionar y levantar preguntas sobre las infortunadas coincidencias de este caso y de la exposición de algunas motivaciones que a todas luces son de orden político, sólo basta mirar quién es el denunciante y líder del proceso en cuestión.
Resulta que el líder cuestionado por ser frontal en exceso, pasional y decisivo en el combate de los ilegales, ahora es retratado como un maquinador de falsos testigos que actúa en las sombras. Esa historia no la creemos. Mientras este proceso avanza, las acusaciones con pruebas sobre corruptos regionales y una campaña presidencial cargada de cuestionamientos, reposan en los anaqueles judiciales. Espero que las argucias que pretenden inhabilitar y manchar la reputación del político más vigilado en Colombia, se diluyan ante el peso de los hechos y la verdad sobre el carácter de una persona que más allá de amores o críticas, es ampliamente conocido por los colombianos.
Ver, leer, escuchar: La película Guerra civil. Una advertencia sobre las consecuencias del populismo y la división de la sociedad. Necesario verla.