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Por David Jiménez
redaccion@elcolombiano.com.co
Un país inmensamente rico en recursos y talento humano que tiene a más de un tercio de su población en la pobreza, lleva décadas sumido en una profunda crisis y este año incumplió el pago de su deuda por novena vez. Difícilmente un ejemplo a seguir, pero Argentina, y el peronismo que la gobernó casi 25 de los últimos 37 años, tiene sus fans en las altas esferas del poder en España.
El matrimonio formado por el vicepresidente Pablo Iglesias y la ministra de Igualdad Irene Montero, ambos de Unidas Podemos, encuentra en el movimiento fundado por el general Juan Domingo Perón recetas para los problemas de España. Es difícil imaginar qué beneficios ven en la importación de populismos latinoamericanos fallidos. Sobre todo porque hay una alternativa, más próxima y de éxito contrastado: el merkelismo.
Alemania, con Angela Merkel al frente, superó la Gran Recesión de 2008 mejor que casi ningún país del mundo y vuelve a situarse entre los privilegiados en la respuesta a la pandemia en los frentes sanitario y económico. España ha salido mal parada en ambos y se encuentra ante la encrucijada de fijar una visión que evite su decadencia prolongada. Nuestros gobernantes harían bien en emular a Berlín y su apuesta por la educación, la ciencia, la modernización industrial, la revolución ecológica, la innovación y la gestión responsable de los impuestos de sus ciudadanos.
Si el merkelismo tuviera un manual, en su preámbulo diría que la protección social y el impulso económico son compatibles cuando van acompañados de una gestión eficiente de los recursos y una agenda de reformas regeneradoras. “Todas las ayudas no sirven si no están conectadas a reformas, cambios y una orientación hacia el futuro”, decía Merkel el pasado mes de julio.
El movimiento político dominante en Argentina ha sufrido mutaciones constantes, desde el neoliberalismo cleptocrático de Carlos Menem al socialismo demagógico de los Kirchner, y en todas sus variantes ha resultado frustrante en su ineptitud. Unidas Podemos, que desde principios de año forma gobierno de coalición con el presidente Pedro Sánchez, se muestra orgulloso de sus “rasgos peronistas”, sin admitir que uno de los más evidentes es el culto a la personalidad del líder.
Pablo Iglesias ha construido un partido a su medida tras purgar la disidencia interna, con resultados que confirman las contradicciones del político que más adhesiones y odios viscerales provoca en España: Unidas Podemos vive el momento más bajo desde su irrupción en la escena española –ha perdido dos millones de votos y la mitad de sus parlamentarios desde 2015– y sin embargo disfruta de la mayor cota de poder de su breve historia.
El “peronismo español” controla cinco ministerios en un gobierno donde conviven dos almas, la más activista liderada por Iglesias y una más pragmática y europeísta con la ministra de Economía Nadia Calviño como referente. Ambas se disputan estos días la definición de los presupuestos más importantes de una generación, donde se determinará el rumbo a tomar en mitad de la tormenta.
El gobierno español deberá presentar proyectos que reflejen una estrategia de país, más allá de la necesaria asistencia a quienes están pasando por graves dificultades. La crisis todavía podría convertirse en una oportunidad si España toma como ejemplo el modelo adecuado. Argentina nos ofrece alguna pista: no es el peronismo.