viernes
0 y 6
0 y 6
“Elige el que quieras, el que tú desees”. Levanté la mirada, el espacio era enorme y ese día, como todo tercer sábado de cada mes, era yo quien elegía la aventura que íbamos a tener, cada palabra que pronunciábamos se me antojaba perfecta, cada sonido era una excusa para amarlo más, para perderme en sus profundos ojos azules y dar gracias por cada instante que la vida nos regalaba. Juntos habíamos explorado múltiples lugares, nos habíamos dejado tentar por historias maravillosas: me había llevado al infierno de Dante, mientras me permitía enamorarme de una Cartagena en mitad del tiempo del cólera.
Mi abuelo encontró la forma de acercarme a la lectura, su plan casi perfecto consistía en generar un hábito saludable que se fortaleciera desde la pasión. Él entendió que difícilmente una pasión nace de una obligación, que lo que te apasiona proviene de la sensación de bienestar que asocias a esa actividad y, por ende, encuentras ese placer único al realizarla.
Cuando leemos ampliamos nuestra capacidad de análisis, mejoramos la conciencia crítica, desarrollamos habilidades de comunicación asertiva y fortalecemos nuestra memoria. Múltiples investigaciones han demostrado que la lectura fortalece el desarrollo cognitivo de los niños, mejora su capacidad de gestionar emociones y facilita el aprendizaje. Al leer se activa la producción de serotonina y dopamina en nuestro cuerpo, hormonas que permiten que nos relajemos y sintamos bienestar.
Las ventajas de leer son muchas y muy conocidas; pese a ello, de acuerdo con la Cámara Colombiana del Libro, en nuestro país el promedio de libros por persona fue de 2,4 libros en el 2021. Una cifra incómoda y dolorosa para quienes consideran, como Abraham Lincoln, que “es una pérdida para un ser humano no haber crecido entre libros”. La lectura es para la mente lo que el ejercicio es para el cuerpo, el motor que lo mantiene en forma, razón de más para que nos cuestionemos sobre el bajo promedio de lectura que tenemos como sociedad y el porqué no nos es posible desarrollar el hábito.
Quizás la respuesta la encontremos en la sabia decisión de mi viejo, quien entendió que difícilmente una pasión nace de una obligación; la pregunta, entonces, sería: ¿Cómo, en cuanto sociedad, logramos enamorarnos de los libros? Quisiera lanzar una primera propuesta: que cada uno de nosotros busquemos a una persona cercana y lo invitemos a que juntos leamos un libro. Esa cercanía, esa compañía de lectura despertará una sensación de conexión que nos ayudará a motivar la pasión, juntos podemos crecer desde el poder de un buen libro .