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Las diferentes candidaturas locales en Colombia que representan movimientos populistas y filosofías diversas comparten un desprecio por los defensores de la democracia liberal, las instituciones y la moderación.
Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
Hace unos días escuché una entrevista con Michael Ignatieff, autor y ex líder del partido liberal canadiense. En ella, reflexionaba sobre su trayectoria política y los riesgos que veía para la democracia y el servicio público en la actualidad. Una frase en particular captó mi atención y me llevó a reflexionar sobre la importancia de las próximas elecciones locales en Colombia: “Cuando hablamos de populismo, debemos entender que están apuntando directamente a nosotros, a las élites liberales”. Con “élites liberales,“ Ignatieff se refería a académicos, periodistas, empresarios y líderes sociales que defienden la democracia y el sistema liberal de pesos y contrapesos.
Las diferentes candidaturas locales en Colombia que representan movimientos populistas y filosofías diversas comparten un desprecio por los defensores de la democracia liberal, las instituciones y la moderación. Esta tendencia se ha observado en Europa, Estados Unidos y ahora en América Latina, incluyendo Colombia. Los populistas siguen un patrón similar: atacan a los medios de comunicación, grupos empresariales, gremios y líderes políticos que no comparten su doctrina. En sus ataques, no respetan límites éticos, difaman a personas y compañías con mentiras y tergiversaciones de los hechos, manipulan noticias y proponen soluciones simplistas a problemas complejos.
En Medellín y Antioquia, somos testigos de esto. Candidatos populistas prometen conectar Antioquia con Panamá y ofrecen transporte público gratuito, todo esto expresado de manera apasionada en vallas publicitarias, pasacalles y volantes, respaldados por ejércitos de bots y personas pagadas para difundir estos mensajes en las redes sociales, con mínima transparencia sobre el origen de los recursos económicos utilizados para estos fines.
Además, concentran sus esfuerzos en desacreditar a candidatos adversarios, editando videos para difundir noticias falsas y dañar su reputación sin consideración por sus familias. Su objetivo es desmoralizar a sus oponentes, desviar la atención y crear enemistades. El nivel del debate se deteriora, lo que debería ser un intercambio de ideas sobre la visión de la sociedad y las políticas públicas se reduce a insultos, narrativas divisivas y propuestas engañosas e irresponsables, como congelar tarifas de servicios públicos o regalar tecnología.
Muchas personas, en medio de sus necesidades y la esperanza de un futuro mejor, confían en estos líderes populistas, depositan sus sueños en ellos y se dejan llevar por la narrativa de que antes nada funcionaba y ahora todo será mejor. Cuando no pueden cumplir con estas promesas imposibles, culpan al sistema, a empresarios y medios de comunicación por no permitirles gobernar. Mientras tanto, la frustración y la desilusión crecen entre aquellos que creyeron en un cambio rápido, y la confianza en la sociedad se resquebraja aún más.
Recordemos el peso de nuestro voto en este contexto y seamos conscientes de que estas formas perjudiciales de hacer política con proyectos populistas copiados de otros países, ahora están presentes en Colombia y en nuestras ciudades. Esto no se trata de derecha o izquierda, sino de aquellos que creemos en la democracia y sus instituciones, y los proyectos que intentan socavarlas desde adentro. En esto radica nuestra decisión.