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Imagínense una coctelera llena con el ex líder cocalero y ex presidente boliviano Evo Morales, la actual ministra de Igualdad española, la podemita (cuqui-chavista) Irene Montero -a la sazón ex pareja del ex líder del partido podemita-, el ex presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, encubridor a sueldo de Maduro, o Lula da Silva y Dilma Rousseff, entre otros. Agítenla mucho, pero mucho, con unas gotas de izquierdismo de café y colegios privados, y una pizca generosa de populismo y tendrán el llamado Grupo de Puebla, un selecto club de influyentes políticos hispanoamericanos, algunos de ellos reconvertidos en magnates –como el clan Kirchner y satélites– conferenciantes globales para la bohemia de estrellas michelín o simplemente en conseguidores capaces de casi todo por una jugosa comisión.
Este cartel de izquierdas, una especie de club Bilderberg a la siniestra, que pretende extender sus tentáculos por toda Iberoamérica, con bastante tino pese a los últimos reveses en Argentina y Perú, sigue a estas horas callado ante el autogolpe de su hasta ahora protegido en Perú, el encarcelado Pedro Castillo. Hace apenas un año, al mismo cartel le sobró tiempo para publicar su defensa a ultranza del golpista. «Grupo de Puebla reafirma su compromiso con el gobierno del presidente Pedro Castillo, y hace un llamado de alerta a la comunidad internacional frente a las múltiples e incansables acciones de la derecha y algunos sectores de las Fuerzas Armadas que están creando el ambiente propicio para legitimar un golpe de Estado». Chúpate esa. Resulta que el golpista era su protegido.
«El Grupo confía en que el pueblo peruano defenderá su democracia y las iniciativas de cambio de las fuerzas progresistas, porque saben que el Perú necesita un cambio profundo que podría legitimarse a través de un proceso constituyente como lo ha propuesto el propio presidente Castillo», proseguían.
A la internacional social-comunista de ropa de marca, iPhone a la última y vacaciones en yate le ha pillado a pie cambiado el asunto peruano. Casi tanto como la condena a Cristina Fernández de Kirchner, defendida a capa y espada por el Grupo de Puebla, satélite al fin del Foro de Sao Paulo, y a la que acudieron a respaldar a Buenos Aires tanto Rodríguez Zapatero como la ministra de Trabajo española Yolanda Díaz, la misma que calificaba a Castillo como «brizna de esperanza para Perú y América Latina» y que ha lamentado con la boca pequeña «la vulneración de las normas democráticas y constitucionales» en Perú. Ni una palabra del autogolpe ni del tal Castillo, la gran esperanza del Bilderberg rojo en Perú que ha caído como caerán todos ellos. Por el propio peso de su ineptitud y sus turbios manejos.
A menudo se habla de la superioridad moral de la izquierda sobre la derecha. Una falacia que por mucho que se repita es incierta. El Bilderberg rojo de Iberoamérica es mil veces más peligroso de lo que sus sicarios pretenden hacernos creer sobre el original. Para empezar, porque a la reunión anual de esos presuntos 130 empresarios que “controlan el mundo” han sido invitados muchos de los miembros del Grupo de Puebla, una Espectra capaz de devastar países y continentes enteros. Perú es solo un ejemplo más