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Columnistas | PUBLICADO EL 19 marzo 2023

El asombroso asombro

El asombro más profundo mezcla temor con maravilla. Como lo entiendo, es una sensación de inmensidad admirativa.

  • El asombroso asombro
  • El asombroso asombro
Por David Escobar Arango* - david.escobar@comfama.com.co

Querido Gabriel,

Llegamos a Inhotim, ese lugar tan añorado, combinación de arte y naturaleza, de museo y jardín botánico. Al recorrerlo usamos la palabra sublime varias veces y la sonrisa pareció volverse un rasgo permanente.

Se oyeron los ohhh, los ahh y los más anglosajones wow casi que a cada paso. Aquella palmera exótica, esa bromelia del tamaño de una persona, una obra artística que es en sí misma la larga y triste historia del amor, la sala en la que la música coral del siglo XVI lo abarca todo.

El sitio parece dispuesto para el asombro, para producir, debo usar el término en inglés, awe. ¿Hablamos de esa emoción esquiva y ambigua y del temor reverencial que es su más elevada forma?

El asombro más profundo mezcla temor con maravilla. Como lo entiendo, tengo pendiente en la mesita el libro Awe, de Dacher Keltner, es una sensación de inmensidad admirativa, una intuición de estar experimentando algo que nos trasciende. Puede originarse en Dios, la naturaleza, la química de nuestra mente misteriosa o tal vez en todas las anteriores. Pero te propongo esta conversación porque intuyo que puede que en una renovada y firme determinación de conquistar el asombro esté el secreto para la buena vida que nuestra generación tan desesperadamente está buscando.

Los más sobrecogedores paisajes suelen desencadenar el asombro. El mar, siempre el mar, y si está embravecido todavía más; nuestras montañas con sus dramáticas pendientes o un colibrí en su inaudito vuelo. También el arte y la poesía activan la maravilla porque nos permiten un atisbo de lo que significa, y lo que podría significar, nuestra condición humana.

Ciertas músicas despiertan, por supuesto, los mecanismos ocultos del asombro. Desde luego, esta enamorada especie nuestra se inclina con reverencia ante el amor. Nos conmueve la dulce caricia de una madre y nos rendimos frente al amor romántico, que no es más que el asombro que emerge frente a un sujeto determinado.

Esta emoción singular representa una experiencia tan poderosa que no importaría que fuera completamente inútil. Sin embargo, quienes la han estudiado explican sus beneficios. La sensación de pequeñez frente a la inmensidad del universo nos pone en nuestro sitio y, al mismo tiempo, le da valor a la existencia.

Es en esa humildad donde encontraremos la grandeza espiritual, la única que importa. La capacidad de maravillarnos parece, además, ser fuente de propósito, generadora de salud y determinante para una vida larga y feliz.

En este lugar increíble, cerca a Belo Horizonte, en el Brasil, y luego de varias horas de caminar, nos encontramos frente a una modesta estructura en forma de quiosco, construida en madera y espejos de tal manera que reflejaba el bosque a su alrededor.

Cruzar la puerta nos sumergió en una experiencia de música, danza y sombras completamente asombrosa. Entramos en una especie de meditación inducida mientras sonaba The Look of Love, de Burt Bacharach. Creo que ninguno quería salir jamás de ese lugar. ¿Te has dado cuenta de que nadie elude un buen embrujo?

Quizá el asombro no se cultive ni se trabaje. La vida, las personas, lo creado y lo no creado, están llenos de maravillas. Tal vez la clave no esté en buscarlas sino en dejarlas fluir hacia nosotros y permitir que colmen nuestra consciencia; pero esto solo pasará cuando nos desconectemos, nos relajemos, levantamos la cabeza y, finalmente, prestemos atención al asombroso mundo que nos está esperando.

David Escobar Arango

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