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Columnistas | PUBLICADO EL 17 noviembre 2021

Dos titanes frente a frente

Por beatriz de majobeatriz@demajo.net.ve

Los dos cabezas de Estado comenzaron por donde se debe. Cuando una reunión crucial y de alto nivel promete ser espinosa, lo inteligente es despejar primero aquello en lo que se está de acuerdo y subrayarlo hasta donde sea posible, para que el protagonismo del evento no esté marcado por los desentendimientos, que siempre suelen hacerse presentes entre titanes de calibre equivalente y que la prensa se da gusto en potenciar.

Y es que lo que se esperaba de la reunión virtual de este lunes pasado entre Xi Jinping y Joe Biden, la segunda de este año, eran desencuentros. Una espiral de tensiones era lo que todos anticipaban para cuando los dos líderes se encontraran frente a frente, pero, de la misma manera, los optimistas, que nunca faltan, confiaban en que ambos mandatarios sabrían evitar un conflicto inconveniente. Y así fue.

El foco de la reunión estaba puesto en la relación de China con Taiwán. Pekín desea retornar a la etapa en la que Estados Unidos respetaba la política de “Una sola China” y reconocía a su capital como el centro del poder. Por su lado, Washington ha comenzado a ver con reserva que China ha enviado sus aviones de guerra a la zona de identificación de defensa aérea de Taiwán. Este asunto era quizá lo más abultado del temario, pero otra buena cantidad de posiciones contrapuestas se encontraban sobre el tapete durante los últimos meses

¿En qué podría consistir, entonces, una estrategia exitosa de cada lado para conseguir que este no fuera un encuentro fallido? Simplemente, en hacer ver al interlocutor tanto las intenciones desnudas del otro como sus prioridades, de manera de allanar la compresión de temas trascendentes y eliminar la posibilidad de equívocos entre las partes.

Lo que ocurre es que esto mismo resultaba difícil en extremo. Porque otros asuntos de la agenda también revestían escollos que superar. Uno es la carrera armamentista nuclear china que mantiene a Washington muy vigilante, la destrucción progresiva de los derechos ciudadanos en Hong Kong, los inadecuados estímulos chinos al comercio global. Las molestias por el lado de los asiáticos no son menores y van desde el desacuerdo por las sanciones impuestas a sus oficiales por los norteamericanos, el cada vez más estrecho acercamiento de Washington con la Unión Europea, el intervencionismo gringo en asuntos que China considera puramente domésticos. No se nos olvide que Biden ha calificado al caso Uigur como un “genocidio”.

Había que encontrar, pues, algún punto de coincidencia sobre el cual construir posiciones de acercamiento, pero sin que ello llegara a significar el triunfo del otro en la escala doméstica o global. Y lo encontraron.

Los dos países anunciaron, para sorpresa de todos, un esfuerzo bilateral conjunto para reducir el calentamiento global, lo que sin duda coloca en un plano nuevo y mejorado a la política multilateral que no se logró alcanzar hace poco en esta materia en la reunión COP26 de Naciones Unidas. ¡Bravo!

Con ello ambos agregaron sustancia al encuentro, sin que domésticamente ninguno de los dos salga fortalecido. Ni Xi en su campaña hacia la magistratura vitalicia, a través de un nuevo periodo como Secretario General del Partido Comunista —lo que se decidirá en semanas—, ni Biden en el amargo episodio que le toca enfrentar en las elecciones de noviembre en su país, para conservar la mayoría demócrata.

Al fin, ambos consiguieron dejar claro que tienen interés en retornar a la etapa en la que los antagonismos no eran el eje de la relación bilateral. Y no dejaron tras de sí ni siquiera un plato roto 

Beatriz de Majo

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