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Columnistas | PUBLICADO EL 12 septiembre 2020

Desarmar los corazones

Por ALDO CIVICOaldo@aldocivico.com

Ante las recientes crónicas de violencia, me acordé de una anécdota de Pablo Picasso, a quien un oficial alemán visitó en su estudio en París durante la segunda guerra mundial. Al ver la obra “el Guernica,” y confundido por el caos modernista de esta pintura, el oficial le preguntó al artista, “¿Tú hiciste eso?”, a lo que Picasso contestó, “No. ¡Fuiste tú!”. Deberíamos tener el coraje, como sociedad, de mirar al caos violento de estas semanas (y de las décadas anteriores) y en lugar de solamente señalar con el dedo a algunos actores en particular (policías, vándalos, guardias de seguridad y sicarios) decir colectivamente, “esto lo hicimos todos nosotros”.

En un cierto punto habrá que tener el coraje de mirarse hacia adentro, y de ir al fondo, si queremos erradicar al fenómeno de la violencia. La crónica de estos días solo representa la punta de un iceberg. Hasta que dejemos de limitarnos a reaccionar, y a fijarnos en lo que podemos observar a simple vista, la violencia será un eterno presente. Es decir, hay que ir a las maneras de sentir, a los imaginarios y a los mitos que yacen en el subconsciente colectivo, y que alimentan a la violencia, si queremos trascenderla. Entonces, para salir de la espiral de la violencia necesitamos nuevos mitos, nuevos imaginarios y desarrollar nuevas actitudes. De hecho, para algunos estudios, como el de Johan Galtung, detrás de una violencia directa y estructural (como puede ser la desigualdad) hay una violencia cultural que es la esfera simbólica de nuestra existencia, y que se expresa en ideologías, lenguajes y rituales utilizados para justificar y volver aceptables las formas de violencia.

Pero la violencia no es la única fuerza presente en la sociedad. Si así fuera, Colombia ya no existiría. Decía Gandhi que la historia no es nada más que el registro de las guerras y el recuento de cómo monarcas se volvieron enemigos. En un poderoso ensayo sobre la resistencia pasiva, el maestro de la no violencia recuerda que la fuerza que ha prevalecido en la humanidad es el amor, que él define como la fuerza del alma y de la verdad. “La evidencia más grande e irreprochable del éxito de esta fuerza se encuentra en el hecho de que, a pesar de las guerras, el mundo aún vive”, escribe Gandhi. Siendo el amor una fuerza natural, no se anota en la historia, pero es precisamente en esta fuerza latente que radica la esperanza y la posibilidad de reorientar el camino de un país. De hecho, a diario se viven historias de compasión, de perdón y de transformación.

La propuesta de Gandhi fue responder a la violencia directa, estructural y cultural, con la práctica del satyagraha, la fuerza de la verdad que no admite la violencia bajo ninguna circunstancia y que se basa en la ahimsa; la ausencia completa de violencia en el lenguaje, el pensamiento y en las acciones. Se trata de practicar la no violencia como una actitud de vida y no solo como una táctica política. Es decir, hay que desarmar los corazones y sanar las mentes.

Aldo Civico

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