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Columnistas | PUBLICADO EL 28 diciembre 2022

De Marroquín a Petro

Por Alberto Velásquez Martínez - redacción@elcolombiano.com.co

En amena tertulia de amigos de cuarta generación, especulábamos sobre los presidentes que considerábamos los más sobresalientes de Colombia desde comienzos del siglo XX, que arrancó con José Manuel Marroquín, godo, poeta y gramático, hasta lo que va del 2022, con Gustavo Petro, populista de izquierda. Son 25 ciudadanos elegidos por voto popular, de los cuales tres fueron reelegidos: Alfonso López Pumarejo, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Ejercieron la presidencia en calidad de designados, entre otros, Ramón González Valencia, Jorge Holguín, Darío Echandía, Alberto Lleras (en su primer periodo), Roberto Urdaneta Arbeláez y cinco militares que salieron con títulos de expresidentes al haber ejercido colectivamente la jefatura del Estado por más de un año, entre 1957 y 1958, en sustitución del general golpista Gustavo Rojas Pinilla.

Hubo mayoría de opiniones alrededor de los mandatarios cuyo signo en su gestión fue el de progreso. Pedro Nel Ospina, creador del Banco de la República; Carlos E. Restrepo, tolerante y republicano; López Pumarejo, reformador social; Alberto Lleras, puente para pasar de la dictadura a la democracia; Carlos Lleras, transformador económico; Belisario Betancur, quien echó los primeros cimientos para los procesos de paz. Luego, en el siglo XXI, Álvaro Uribe, quien rescató a Colombia a través de la Seguridad Democrática de convertirse en nación fallida.

Hubo jefes de Estado que si bien ejercieron con decoro su administración, no descollaron en este escalafón de aprobados. Otros mandatarios se contentaron con contemporizar con gamonales y clientelistas, repartir mermelada que les asegurara relativa gobernabilidad, que no se mortificaron en emprender reformas socioeconómicas de avanzada, de combatir la corrupción, sin faltar los mandatarios interesados en tan solo cruzarse la banda presidencial como adorno a su frivolidad y escuchar el himno nacional cuando asistían a los ágapes en que lucían sus vanidades. No faltaron en esta selección los reprobados que dejaron perforar sus campañas electorales con dineros sucios provenientes del narcotráfico y de mafias internacionales, para sentarse cómodamente en la silla presidencial. Algunos que con estatutos perversos de seguridad violaron los derechos humanos, estableciendo gestapos para perseguir y encarcelar a quienes no pensaran como ellos. Toda esa cadena de incongruencias, errores y desidias fueron creando un ambiente erosionado, pudriendo el tablado en donde se movían confundidos payasos, equilibristas y actores de tercera, para que llegara al poder por primera vez en 200 años de vida republicana un mandatario de izquierda populista, con la intención inocultable de prolongar el sistema por algunos años más. Empeño que no será difícil, aprovechando la pobreza de la clase dirigente nacional para sacar un líder serio, responsable, atractivo, que se constituya en real alternativa de poder. Un panorama sombrío, reflejo del país político, con sus pocos aciertos y abundancia de miserias.

Ciento veintidós años fueron materia de repaso en la entretenida tertulia de camaradas. Hoy el país está expectante sobre quién, a partir del 2026, pueda redireccionar lo que quede de país. Todos los contertulios nos miramos a la cara, desconcertados, al no encontrar líder alguno para afrontar semejante desafío

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