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Por María Luisa Gómez Ribera
El ambiente de inseguridad que se vive en Medellín está a punto de limitar nuestra capacidad de movimientos y ralentizar la recuperación de la economía local, específicamente la del comercio y la restauración. No hay un solo sector de la ciudad donde no se esté expuesto a robos y atracos en cualquier momento del día o de la noche.
Salir a comer en cualquier restaurante, sentarse en una terraza a tomar un café, caminar y detenerse en una esquina para esperar a cruzar la calle. Actos tan simples se han convertido en motivo de riesgo para cualquier ciudadano.
Ya ni pensar en lo que puede implicar tener un celular a la vista, en la cartera o en el bolsillo de un pantalón. Ese refrán tan nuestro de que “no hay que dar papaya” quedó obsoleto. Vamos sin anillos, sin pulseras, collares, aretes o reloj (de fantasía), porque todo puede despertar las ganas de quien quiere lo ajeno a toda costa y con violencia.
Como no se encuentran soluciones por parte de las autoridades, nos vemos reducidos a vivir encerrados e interactuar poco, porque hasta con un domicilio puede haber problemas. ¿Y esto es calidad de vida?