<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 17 junio 2022

¿Cuándo será nuestro siglo de las luces?

Ante la barbarie, ante la incertidumbre, ante la pobreza de ideas, ante el populismo, ante el pesimismo, siempre he considerado que vale la pena seguir leyendo.

Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Ante la barbarie, ante la incertidumbre, ante la pobreza de ideas, ante el populismo, ante el pesimismo, ante todo lo que el ser humano considere un principio del fin, siempre he considerado que vale la pena seguir leyendo (en el sentido más amplio del verbo) para seguir entendiendo lo que nos pasa como sociedad; por algo he vuelto sobre un libro de Fernando Savater que se llama El jardín de las dudas.

Lo interesante de esta obra es que a través de una correspondencia entre Carolina de Beauregard, una francesa prestante que vive en España, y Voltaire, Savater construye una minuciosa biografía de uno de los hombres que mejor encarnó y engrandeció el ilustrado siglo XVIII. No es en vano, como lo dice Martí Domínguez en un estudio introductorio a las obras de Voltaire, que: “el Siglo de las Luces también es conocido como el siglo de Voltaire”. ¿Por qué no el siglo de Diderot o el siglo de Rousseau? El mismo Domínguez lo responde: “Porque Voltaire fue uno de los primeros fenómenos mediáticos, y antes de su gesta ningún escritor había alcanzado con sus escritos un eco tan prodigioso, tan influyente, tan rico y tan temible”. Voltaire, dígase de paso, fue el primer autor que pudo vivir de sus palabras, fue un profesional de la escritura.

Escritura que engrandeció desde chico usando su elocuente imprudencia y su extrema facilidad para la sátira. Cuenta Voltaire, a través de Savater, que después de la rigidez grandiosa de Luis XIV, el país entero decidió tomarse un recreo. El regente dio ejemplo de ello. La licencia de las costumbres fue acompañada por la de las palabras. Empezaron a circular numerosos libelos contra el regente, en los que se le hacían todas las acusaciones que nadie se había atrevido a lanzar contra el viejo rey. Desde luego, el joven Voltaire no fue ajeno a esas acusaciones. “Compuse algunas coplas intencionadas y lancé algunos dardos, muy celebrados por mis conocidos: después me atribuyeron toda ocurrencia crítica que hacía reír y podía molestar”.

Uno de los libelos más celebrados se titulaba “He visto” porque todos los párrafos comenzaban con esas palabras: “He visto al pueblo gimiendo bajo una esclavitud rigurosa, he visto los impuestos abusivos, los estafadores impunes, he visto el soldado que muere de hambre [...], he visto estos males y aún no tengo 20 años”. Casualmente, en aquel entonces, Voltaire acababa de cumplirlos y a dicha composición le acuñaron su nombre. Lo curioso es que un día, mientras el joven Voltaire paseaba por los jardines de Palais-Royal, se cruzó con el regente y este lo llamó para decirle: “Pienso haceros ver algo que aún no habéis visto: la Bastilla”. A lo que él repuso: “No os molestéis, sire, la doy por vista”. Pocos días después fue a parar a la mazmorra.

Hoy, cuando vivimos días aciagos, vale la pena volver sobre Voltaire; quizás recorriendo los cuentos o el “Tratado sobre la tolerancia” pueda iluminarse este mundo perdido de esas luces que nunca se pueden apagar 

Diego Aristizábal

Si quiere más información:

.