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Columnistas | PUBLICADO EL 30 octubre 2019

Crisis en Chile: En Santiago las paredes hablan

PorCarmen Elena Villa

Escribo desde Santiago de Chile donde resido hace un poco más de dos meses y donde aún no salimos del desconcierto y el dolor.

El término “las paredes hablan” muy bien puede aplicarse a la situación que vive hoy este país. Las protestas que se desataron en la tarde del viernes 18 de octubre y que hoy continúan, han dejado a Santiago llena de grafitis que reflejan la inconformidad y el resentimiento que son consecuencia de los años en los que muchos chilenos han tenido que soportar dificultades como los bajos salarios, las bajísimas pensiones, los altos costos de la medicina, la salud, la educación, las deudas vitalicias, las tremendas desigualdades sociales entre otras condiciones.

Es durísimo caminar por sus calles y ver tantos ¡y tantos! reclamos en las paredes, unos con mensajes violentos e insultos y otros con justas peticiones. “Nos robaron tanto que nos robaron el miedo”, “Chile no duermas nunca más” “Muévete en bici”, “Evade”, “Aquí torturaron a mi hijo”, son algunas de las muchísimas frases escritas en aerosol que dejan ver el inmenso dolor de una sociedad inconforme, reprimida, marginada que, como si hubiese destapado una gigante gaseosa agitada, ahora anda efervescente queriendo a toda costa hacerse escuchar.

Es durísimo ver cómo el legítimo derecho a protestar va acompañado de una minoría muy violenta y lo suficientemente significativa como para continuar con el caos y el miedo en la ciudad (honramos la memoria de los 19 muertos).

Hoy siguen destruyendo estaciones del metro, saqueando y quemando supermercados y farmacias y dejando a millones de chilenos con grandísimas dificultades para movilizarse, adquirir los productos de primera necesidad y de salud básica. La mayoría de quienes sufren estas carencias provienen de las clases menos favorecidas lo cual demuestra el mensaje contradictorio de los reclamos cuando van acompañados de violencia.

El fin de semana que pasó muchos chilenos quisieron darle vuelta a la página luego de los días llenos de tensión. Se armaron redes de ciudadanos dispuestos y generosos que salieron, de manera voluntaria, a las a limpiar escombros, pintar paredes y poner de su parte para que Santiago volviera a ser la ciudad amigable y acogedora que la caracteriza. Pero el lunes las paredes hablaron de nuevo y muchos escribieron y rayaron sobre los muros recién restaurados: “Tu pintura no borra nuestra sangre”, fue para mi una de las frases más impactantes.

Los chilenos que legítimamente protestan (los hechos violentos son otra historia y ameritan un análisis sobre quién está detrás de esto) necesitan ser escuchados en diálogos donde se dejen de lado resentimientos y arrogancias, donde nadie crea estar por encima del otro. Varias universidades han abierto estos espacios que han permitido la unión de esos dos “chiles” que durante décadas han coexistido a pocos metros de distancia. El Chile de una clase alta, muchas veces desconectada de la realidad (tristemente) y el Chile de una clase media y baja, que trabaja largas jornadas para intentar sobrevivir, que sufre la llegada de fin de mes sin solventar las necesidades básicas y adquiriendo eternas deudas.

Chile, un país que ha sido como visto modélico en tantos aspectos para el resto de la región, necesita ser modelo de cómo superar una crisis con diálogo, unión, respeto y humildad. Que así sea y que llegue la calma.

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