Síguenos en:
x
Columnistas | PUBLICADO EL 31 agosto 2020

Bienvenidos al barrio

Por Elbacé Restrepoelbaceciliarestrepo@yahoo.com

Pensé titular este artículo con algo como “Ah, ¿no que no?”, pero me arrepentí porque no quiero que tenga un tinte revanchista ni que dé la idea de que me estoy sacando un clavo, aunque casi.

Durante estos meses de no salir, porque todavía algunos no lo hacemos si no es estrictamente necesario, han venido a mi mente muchas situaciones que hemos vivido los habitantes de la comuna 13, estigmatizada desde hace muchos años como “la comuna más peligrosa de Medellín”, pese a que está conformada por 19 barrios donde habitamos más de doscientas mil personas. No voy a traer a cuento los hechos de orden público suficientemente conocidos por la opinión pública sobre este sector de la ciudad, ni tampoco voy a desconocer sus problemas. Pero sí diré que nunca hemos merecido las marcas que nos han puesto, que por nuestro barrio no corren los ríos de sangre que otros creen y que no ocurren situaciones muy diferentes a cualquier otro lugar de la ciudad. Y diré, además, que ese rótulo injusto nos ha cerrado muchas puertas en muchas partes, como si no hiciéramos parte de Medellín, una ciudad que nos discrimina por comunas sin tener en cuenta sus comunidades.

¿Tomar un taxi para San Javier hace unos años? Misión imposible. “Yo por allá no voy”, era una respuesta displicente y frecuente entre los conductores. Y era mejor comerse un zapato que pedir un domicilio... ¡hasta hace poco más de cinco meses!

“Buenos días. Por favor para un domicilio”. “Sí, claro, con gusto, dígame qué sería.” Y uno todo emocionado hacía la lista. Le daban el valor de lo pedido y, finalmente, la pregunta del terror: “Su dirección, por favor”. “Sí, es calle XXX Número tal - tal”. Ah, qué pena, nosotros por allá no vamos”, decía la voz seca, cortante. “No, señor, venga, es muy cerca de la estación del metro”. “Lo siento. No tenemos cobertura para esa zona. Solo vamos hasta la carrera XX”. “Señor, pero mire mi dirección, estoy a treinta pasos”. “Que no”. Y no es no. Pip, pip, pip...”. Grrrrrrrrrrr. Qué rabia. Qué humillación. Qué discriminación. Qué frustración. Qué dolor sentirse parias en la misma ciudad que a diario habla de inclusión.

Pero, como la vida da vueltas, de cinco meses para acá todo ha cambiado. Como por arte de magia ahora tienen cobertura ilimitada (unos pocos se resisten, pero bueno) nos ofrecen, nos buscan, nos corren. En dos palabras: Nos necesitan. ¿Quiere sushi, pizza, ensaladas, hamburguesas, tortas? ¿Lo quiere listo o prefiere una experiencia para preparar en casa? ¿De marca o quiere apoyar a los emprendedores? Diga, señora, a qué horas quiere recibir su domicilio y allá estaremos. Y llegan todos con una sonrisa y algunos hasta con una nota de agradecimiento por la compra. ¡Bienvenidos al barrio!

¿Ah, entonces sí se podía? Celebro que esta situación sirviera para que muchos cayeran en la cuenta de que no hay clientes menos importantes. Y pido que no nos olviden una vez vuelvan a tener filas de clientes esperando una mesa para entrar a sus negocios.

Elbacé Restrepo

Si quiere más información:

.