Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
Por Aldo Civico - @acivico
Una amiga, conociendo mi interés por los temas sociales, me preguntó por qué no había compartido en mis redes sociales las imágenes de niños hambrientos en Gaza. ¿A caso me había vuelto insensible a los gritos de la humanidad en el mundo? Me detuve un momento. “Me alegra que lo hayas notado”, le respondí. “De hecho, es intencional. Y aquí está la razón.”
Porque un “me gusta”, un hashtag, una frase motivacional no cambian en absoluto las condiciones presentes de las personas en zonas de guerra, ni el destino de la democracia en Colombia o en cualquier otro lugar. No participo en activismo digital fácil porque, sencillamente, no es activismo. Podrá proyectar una imagen de mí como un ciudadano comprometido; podrá apaciguar mi culpa por el estilo de vida privilegiado que llevo; pero no mueve ni un milímetro el destino de las masas que sufren. Dar “likes” o compartir una frase motivacional mientras al mismo tiempo se come en buenos restaurantes, se disfruta de tardes en un centro comercial, o se conversa con amigos sobre el destino de la humanidad frente a un café, simplemente no es activismo. Porque el activismo requiere sacrificio, un costo personal que estás dispuesto a pagar —a veces incluso tu seguridad personal. El activismo exige salir de tu zona de confort. Si no estás sacrificando, renunciando o asumiendo riesgos, simplemente no es activismo. Terminas haciéndolo más por ti que por las personas a las que dices defender. Y por eso no creo ni participo en la práctica cotidiana de ese activismo digital barato. No es activismo. Es, más bien, una práctica que termina acariciando el ego y promoviendo una agenda particular.
Le hablé a mi amiga de Leymah Gbowee, la líder liberiana y premio Nobel de la Paz, quien junto a miles de mujeres arriesgó su vida para poner fin a la guerra civil en su país. Ella comprometió su cuerpo, además de su mente y su alma. Arriesgó su vida. Gbowee no creó simplemente un hashtag como #LaPazEstáDeModa. Eso no habría terminado la guerra ni cambiado el rumbo de su nación.
Escribo esto porque creo que necesitamos reflexionar sobre la calidad de nuestro compromiso en estos tiempos turbulentos. Las redes sociales nos dan la ilusión de estar informados, conectados, comprometidos y llenos de compasión. Pero es una ilusión. En realidad, promueven nuestro aislamiento y nuestra fragmentación. De hecho, varios pensadores influyentes han criticado las limitaciones del activismo en redes sociales, a menudo llamado “activismo de hashtag” o “slacktivismo”. Como Evgeny Morozov, quien escribe que el “activismo en línea hace sentir bien pero no tiene ningún impacto político o social”. Sospecho que tiene razón.
Piénsalo: las personas que hoy hacen la guerra, humillan nuestras democracias y recortan nuestras libertades no lo lo hacen a punta de hashtags o frases motivacionales. Invierten tiempo, dinero, relaciones. Se sacrifican. A menos que nosotros hagamos lo mismo, no moveremos ni un centímetro el curso de las cosas. Necesitamos salirnos de las tertulias en WhatsApp y dejar el celular para comprometernos con la realidad. Necesitamos abandonar la ilusión de activismo y elegir el sacrificio.