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El nuevo contrato y la aprobación de la Ley de Metros, en cuya conceptualización la Financiera jugó un papel fundamental, permitieron la continuación de los trabajos y la terminación del Metro.
Por Luis Guillermo Vélez Álvarez - opinion@elcolombiano.com.co
En noviembre de 1985, después de adelantar estudios de postgrado en la Universidad de Paris I – Sorbona, regresó a Medellín una estudiosa Financiera. Teoría de portafolio, mercado de capitales y derivados financieros fueron sus campos de especialización, todos ellos novedosos en un medio dominado por las finanzas corporativas o la administración financiera al estilo Van Horne.
La Financiera estaba temerosa de que sus nuevos conocimientos resultaran exóticos, pero se equivocó: el mundo no se había detenido y la demanda por profesionales como ella estaba en alza. Tres meses después de su llegada fue reclutada para el Grupo Cabarría en Bogotá.
“Para manejar chequeras en negro habría contratado una secretaria no una doctora como usted” le dijo un día Don Hernán Echavarría Olózaga, cabeza del Grupo, cuando le expresó cierta incomodidad por la estrechez de liquidez que debía manejar: nada de dinero ocioso, todo excedente debe invertirse. La experiencia en Cabarría fue exigente, intensa, vertiginosa y variada pero relativamente breve.
Un día, a mediados de 1987, sin que hasta hoy se sepa cómo, llegó a su oficina Jairo Hoyos, entonces gerente de la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá – ETMVA. La oferta que le hizo solo tenía el atractivo de permitirle regresar a Medellín, lo que deseaba por razones familiares. En lo profesional, significaba menos ingresos y más problemas.
Y así fue: el día mismo de su debut laboral, la empresa se encontraba sin caja para pagar la nómina. Sus relaciones con el sistema bancario le permitieron resolver este y muchos otros pequeños y grandes problemas del día a día de una empresa que, con una precaria estructura administrativa, debía manejar uno de los contratos de crédito externo más grandes en la historia del País, el cual tenía además la complejidad de estar pactado en cuatro divisas. Para esto resultaron fundamentales los conocimientos sobre derivados financieros adquiridos en la Sorbona.
El apoyo del gobierno de Belisario Betancur fue decisivo para contratar la construcción y financiación del Metro de Medellín, pero también permitió que se incurriera, por la premura, en errores garrafales y vacíos contractuales en cuanto al monto de la financiación, plazos, fuentes de pago y otros compromisos de la contraparte nacional, todo lo cual llevó a la suspensión de las obras en 1991.
Prácticamente todo 1992, el primer año de vida de su primer hijo, la Financiera se la pasó en Europa, en compañía de altos funcionarios del Gobierno Nacional, renegociando con el Consorcio las condiciones de un nuevo contrato que permitiera reanudar los trabajos de lo que amenazaba convertirse en elefante blanco.
El nuevo contrato y la aprobación de la Ley de Metros, en cuya conceptualización la Financiera jugó un papel fundamental, permitieron la continuación de los trabajos y la terminación del Metro; cuya inauguración no disfrutó pues se retiró un año antes para asumir la Gerencia Financiera del Grupo Sanford en Bogotá.
Olvidaba decir que la Financiera es Gloria Cecilia Tamayo Ortiz, madre de mis hijos, Sara Helena y Juan Felipe, y compañera de mi vida.