La reciente aparición de un puma –cuyo nombre científico es Puma concolor– en zonas rurales de Montebello, en el Suroeste antioqueño, ha generado inquietud entre los habitantes locales, pero aunque su presencia ha despertado temores por los ataques a animales de corral, expertos advierten que más allá del miedo, debe prevalecer la preservación de esta especie, fundamental para el equilibrio ecológico de la región.
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El ejemplar fue registrado inicialmente en la vereda La Honda (Montebello), donde varios campesinos reportaron la pérdida de gallinas, cabras y otros animales domésticos. Algunos de ellos lograron captarlo en video, evidenciando que portaba un collar de rastreo. Según el Instituto Humboldt, este dispositivo fue instalado en diciembre de 2023 en Bosques de Berlín, en límites entre Envigado y Sabaneta, como parte de un convenio suscrito con el Área Metropolitana del Valle de Aburrá para monitorear la fauna silvestre en territorios afectados por expansión urbana.
“El puma no es un animal liberado por intervención humana, sino un habitante natural de nuestros ecosistemas que ha sido marcado para su seguimiento científico”, explicaron investigadores del Instituto Humboldt.
Su desplazamiento hacia zonas periurbanas obedece a múltiples factores. De acuerdo con los expertos, uno de los principales es la reducción de presas naturales como armadillos, guacharacas y pavas, lo que obliga al felino a ampliar su rango de búsqueda de alimento. A esto se suma la fragmentación progresiva de los bosques, que ha forzado a muchas especies a coexistir cerca de las áreas habitadas.
El monitoreo realizado indica que este puma recorre en promedio más de seis kilómetros diarios y presenta mayor actividad entre las 8:00 p. m. y las 4:00 a. m. Además, no se encuentra solo: registros recientes confirman la presencia de al menos otros tres individuos en la región, que se extienden por municipios como Envigado, Caldas, Santa Bárbara, El Retiro y Fredonia.
Frente al temor ciudadano, las autoridades ambientales, incluyendo Corantioquia, Cornare y el Área Metropolitana, han reiterado que los pumas no consideran a los humanos como presas. “Estas especies no suelen atacar a las personas, a menos que se sientan acorraladas o amenazadas”, precisó Corantioquia en un comunicado reciente.
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Las recomendaciones apuntan a evitar acercamientos, no intentar fotografiar o ahuyentar al animal, mantener bajo supervisión a niños y mascotas y reportar inmediatamente cualquier avistamiento a las entidades ambientales. Además, se sugiere reforzar la protección de animales vulnerables, manteniéndolos cerca de las viviendas durante la noche, y usar radios encendidos o dispositivos sonoros improvisados alrededor de los gallineros.
El rol ecológico del puma es esencial: como carnívoro de gran rango, ayuda a controlar poblaciones de otras especies, mantiene la salud de los ecosistemas y evidencia la persistencia de bosques relativamente intactos en zonas cercanas a la urbanización.
A pesar de que a nivel global el puma se encuentra clasificado como “preocupación menor” (LC) en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), sus poblaciones enfrentan amenazas crecientes por, como es este caso específico, pérdida de hábitat, caza furtiva y conflictos con seres humanos. “La presencia de este animal debe ser motivo de orgullo para la comunidad, ya que evidencia la riqueza natural y silvestre del territorio, así como una biodiversidad valiosa que merece ser protegida”, recalcaron investigadores del Instituto Humboldt.
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El Instituto también advirtió que: “El puma no representa una amenaza directa para las personas si no se le acorrala o provoca. Se debe evitar cualquier tipo de interacción y permitirle retirarse naturalmente”, subrayaron.
Finalmente, el avistamiento de este felino permite reflexionar sobre la necesidad de construir comunidades más conscientes de su entorno y comprometidas con la coexistencia respetuosa con la vida silvestre.