El bosque húmedo del Chocó se extiende bajo un cielo plomizo, mientras su follaje denso y su suelo encharcado esconden secretos que han permanecido ocultos por siglos. Por ejemplo, entre la humedad persistente, un lagarto se desliza con sigilo por la ribera de una quebrada, cuando su cuerpo, cubierto de escamas cónicas se camufla en la hojarasca y el barro antes de zambullirse en el agua. Se trata del Echinosaura embera, una de las tantas especies recién descritas para la ciencia que continúan hablando de la riqueza biológica que todavía está por descubrirse en Colombia
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—El que tiene mucho pero no sabe lo que tiene, no tiene nada —dice Juan Daniel Vásquez Restrepo, biólogo de la Universidad de Antioquia, recordando las palabras de uno de sus profesores para explicar cómo él y su equipo llegaron, después de años de observación, análisis y colaboración científica, a este hallazgo.
Todo comenzó con un trabajo de grado. En 2017, Juan Daniel, que por ese entonces era estudiante de pregrado, decidió enfocarse en el género Echinosaura, un grupo de lagartos semiacuáticos que habita en los bosques neotropicales. A medida que revisaba especímenes en la colección del Museo de Herpetología Universidad de Antioquia (MHUA), notó algo inusual: algunos ejemplares encontrados en el norte del Chocó y en Panamá presentaban diferencias evidentes con la especie conocida hasta ese momento, Echinosaura palmeri.
—En el Chocó encontramos unos especímenes que no concordaban con la especie que creíamos —recuerda Juan Manuel Daza, profesor del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, curador del MHUA y coautor del descubrimiento—. Por un estudio previo sabíamos que podría tratarse de una especie nueva, pero no teníamos suficientes datos para comprobarlo.
Ante la duda, el equipo de investigación estudió un total de 130 ejemplares del género Echinosaura, almacenados en diversas colecciones científicas en Colombia y Estados Unidos, y con la ayuda de análisis evolutivos y genéticos, lograron establecer que los especímenes del norte del Chocó hasta Panamá tenían una historia evolutiva independiente de los que habitaban el sur del Chocó y el Valle del Cauca.
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—Lo que hicimos fue reconstruir la genealogía de estos lagartos y encontramos que la historia evolutiva de estos individuos era distinta a la de otras especies ya conocidas. Luego, con esta evidencia genética, examinamos la morfología y confirmamos que tenían diferencias diagnósticas clave, como la disposición de las escamas de la cola y características específicas en los hemipenes de los machos —explica Juan Manuel.
El nombre de la nueva especie no fue elegido al azar. Echinosaura hace referencia al género, cuyo significado en griego es “lagarto de espinas”, en alusión a la textura de sus escamas, y el epíteto embera, por su parte, rinde homenaje al pueblo indígena Emberá, que habita la región del Darién y el Pacífico colombiano.
—El nombre refleja la distribución de la especie, que coincide con el territorio ancestral del pueblo Emberá —explica Juan Daniel—. Además, para los Emberá del occidente de Colombia existe un subgrupo étnico conocido como Emberá Dobidá, a quienes se les llama “gente del río”. Nos pareció una coincidencia poética perfecta, ya que este lagarto semiacuático también habita en los arroyos y quebradas.
En términos morfológicos, Echinosaura embera se distingue de sus congéneres por la disposición de las escamas de su cola, que forman un patrón en “V”, pues en Echinosaura palmeri el patrón es de dos puntos. Asimismo, los machos de la nueva especie carecen de espinas agrandadas en forma de gancho en sus hemipenes, otra característica clave en su diferenciación. Y más allá de su taxonomía, los investigadores saben poco sobre la historia natural de esta especie.
—La descripción de una nueva especie es solo el primer paso —admite el profesor—. No viene con un catálogo de su historia natural. Lo que sabemos hasta ahora es que habita en bosques húmedos, cerca de cuerpos de agua, y que su comportamiento es semiacuático. Se refugia en la hojarasca y, si se siente amenazado, se sumerge en el agua para escapar.
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Sin embargo, el descubrimiento de este nuevo reptil es una prueba más del papel fundamental que juega la Universidad de Antioquia en la identificación y caracterización de la biodiversidad colombiana, por eso, para Juan Manuel, la relevancia de estos hallazgos va más allá de la ciencia pura:
—Estas investigaciones no solo amplían el catálogo de biodiversidad del país, sino que también forman parte del proceso de formación de nuevos biólogos —explica—. Cada nueva especie descrita es el resultado de años de trabajo de estudiantes e investigadores, quienes, a través de estas experiencias, se especializan en el riguroso método científico.
Lo cierto es que entre sus sombras húmedas, el Chocó continúa resguardando criaturas desconocidas, mientras la ciencia sigue su curso, iluminando con pequeños destellos el vasto misterio de la naturaleza.
