Juguemos jenga. Hay una torre hecha con varias piezas de madera y cuatro jugadores. A cada uno le corresponde un turno para ir sacando de a una pieza. La torre se va debilitando, va perdiendo estabilidad, pero de alguna forma se sigue sosteniendo por un tiempo. Al final, cuando es su turno, saca su ficha y toda la estructura se cae. Aunque no fue el que debilitó por completo la torre, sí es el que pierde el juego.
Pasa igual con el planeta y sus sistemas. La torre, en este caso la Tierra, se sobrepone, se regenera y soporta la retirada de muchas piezas. Sin embargo, llega un punto en el que no soporta que le quiten una ficha más y colapsa. Llega a los llamados puntos de no retorno o tipping points. Los jugadores son todos los países, aunque algunos quitan más fichas que otros, pero si colapsa, todos pierden. No se trata de una situación hipotética. Los humanos iniciaron la partida hace décadas y no ha terminado, pero cada vez se acerca más al final, al punto de no retorno, aunque no se sabe con seguridad cuándo será.
Sin vuelta atrás
Un estimado de ese temido momento sin retorno lo hizo el Acuerdo de París en 2015: después de un estudio los científicos señalaron que la temperatura no puede aumentar más de 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales (1850-1900) siendo 2 grados el límite máximo desde el cual no habría mucho margen de acción y los ecosistemas colapsarían.
Esto teniendo en cuenta que según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, Ipcc, ya se ha alcanzado un aumento de 1°C y sigue aumentando.
De acuerdo con Carolina Jaramillo Aguirrezábal, asesora senior para Colombia del Global Green Growth Institute, esto va a generar cambios en los patrones climáticos que tendrá efectos según las capacidades de cada región (unos más vulnerables que otros) en los patrones de lluvia, la frecuencia y magnitud de los eventos extremos (como sequías o precipitaciones) y demás fenómenos asociados al cambio climático.
Por eso es tan urgente hacer algo, los plazos se acaban, y según la Organización de las Naciones Unidas, hay dos asuntos que preocupan: el primero es que, aunque los países se comprometieron a actuar alrededor de la meta del Acuerdo de París, así todos cumplan sus promesas por completo, no será suficiente: el planeta aumentaría 2,7 grados para finales de siglo y las emisiones de gases de efecto invernadero incrementarían 16 % para 2030 en comparación con los niveles de 2010 cuando se había dicho que, en cambio, debían reducir 45 %.
Lo segundo es que los países que más fichas sacan de la torre de jenga, aquellos más ricos que han aprovechado las economías extractivas y que son también los que más gases de efecto invernadero emiten, no están cumpliendo los objetivos extra que tienen.
Lejos de los tres objetivos
El Acuerdo de París determinó un triple objetivo: limitar el aumento de la temperatura a máximo 2°C, no superar 1,5°C para finales de este siglo y alcanzar la neutralidad climática para 2050 (que la cantidad de CO2 liberado a la atmósfera a causa de la actividad humana sea equivalente al que absorben los sumideros naturales).
A un mes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, COP26, las partes solicitaron un informe a la ONU sobre el proceso de acción climática que han desarrollado para saber a qué acuerdos llegar en noviembre y las conclusiones fueron preocupantes: los esfuerzos de los países están muy por debajo de lo necesario.
“Los gobiernos aún están muy lejos de cerrar la brecha de emisiones. Con las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) que hay hasta el momento, hoy día el presupuesto de carbono compatible con las metas de la ciencia, es decir la cantidad de CO2 que queda por emitir a la atmósfera con tal de no sobrepasar los 1,5°C de calentamiento global, se agotará en 2030, y no a finales de siglo cómo lo establece el Acuerdo de París”, explica a EL COLOMBIANO Maritza Florian, especialista en Cambio Climático, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos de WWF Colombia.
Así, las emisiones aumentarán 16 % para 2030, lo que, “a menos de que se modifique rápidamente” según el Ipcc, incrementará la temperatura a 2,7°C para finales de siglo.
Para esto, como solicitó la ONU, es necesario que los compromisos de los países sean más ambiciosos, que los renueven o los construyan pero con metas aún mayores, pues el calentamiento global, sin precedentes, tendrá entonces consecuencias catastróficas de no hacer mucho más de lo que se tiene planeado.
“Se requiere un cambio transformador en reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, así como adaptarnos a los efectos del cambio climático y avanzar teniendo en primer plano a las comunidades y ecosistemas más vulnerables. Y a eso hay que sumarle que haya NDC con un nivel de ambición alineado a lo que la ciencia dice. Si en la COP26 no se consigue un acuerdo que permita reconducir esta situación, el objetivo de los 1,5°C se volverá inalcanzable”, puntualiza Florian.
De promesas a acciones
La ONU ha agregado que, de forma positiva, 113 países han creado NDC nuevas o han actualizado las anteriores y que, de acuerdo con esto, se prevé que las emisiones de gases de efecto invernadero disminuyan 12 % para 2030 y que 70 partes indicaron objetivos de neutralidad de carbono para 2050 lo que, de cumplirse, supondría reducción aún mayor, de 26 % para 2030.
La realidad es otra: son muchos los que prometen y pocos los que cumplen. Según un análisis realizado por Climate Action Tracker, CAT, un organismo de control de Climate Analytics y NewClimate Institute, ninguna de las principales economías del mundo tiene un plan ni políticas que sí cumplan con los objetivos del Acuerdo de París. “Incluso los países con objetivos sólidos en su mayoría no están en camino de cumplirlos, mientras que otros no han logrado presentar compromisos más sólidos para 2030”, agrega el informe.
Solo un país desarrollado tiene un objetivo clasificado como “compatible con 1,5 °C” , Reino Unido, y algunos están cerca, Unión Europea, Alemania y Noruega, pero ninguno de estos ha presentado “suficiente financiación climática internacional, que es absolutamente esencial para una acción ambiciosa en aquellos países en desarrollo que necesitan apoyo para reducir las emisiones”, por lo que la UE, Alemania y Noruega están calificadas como “Insuficientes” y Reino Unido como “Casi suficiente”.
Esto, a propósito, recuerda el compromiso extra de los países con más recursos económicos.
Los más ricos
Las economías más grandes son también las mayores emisoras y las que más se han beneficiado de estos modelos, por lo que tienen también una responsabilidad que excede sus límites geográficos.
Aún así, muchas aún no presentan planes climáticos actualizados, más estrictos. “Sin la acción de estos grandes los esfuerzos corren el riesgo de ser en vano’’, explica el ministro de Reino Unido, Alok Sharma, presidente entrante de la Cumbre.
Por eso, estos tienen responsabilidades extra para ayudar a los de menos recursos, que son los que en general sienten con mayor fuerza los efectos del calentamiento del planeta.
Uno de los compromisos es otorgar 100.000 millones de dólares anuales para financiar acciones climáticas de los países en desarrollo; acuerdo que no se ha cumplido.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, recordó en una rueda de prensa hace una semana que el informe sobre financiación climática publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico “muestra que tampoco se ha alcanzado este objetivo y que espera que “todos los donantes y bancos multilaterales de desarrollo se comprometan a destinar al menos el 50 % de su financiación pública para el clima a apoyar a los países vulnerables en desarrollo a fin de que puedan resistir el deterioro de los efectos del clima”.
Un nuevo informe de Oxfam, un movimiento global que trabaja para combatir la desigualdad, pobreza e injusticia en 90 países, indica que de no cumplir esta promesa de financiación, también se pone en riesgo el objetivo de 1,5°C del Acuerdo. “Las naciones ricas deben cumplir la promesa que hicieron hace 12 años y poner su dinero donde está su boca”, dijo Nafkote Dabi, responsable de política climática global de Oxfam. “Es claramente una cuestión de voluntad política”.
El análisis dice que según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la financiación antes se ralentizó en 2019, creciendo solo 2 % y que en 2020 debía alcanzarse la tasa de 100.000 millones de dólares anuales, pero no se hizo.
Agregan, además, que Estados Unidos (que resulta ser el mayor contaminante, seguido por China), tiene el mayor déficit de financiación, y que Francia, Australia y Japón no han aumentado su financiación para los más pobres.
¿Por qué no cumplen?
La intención económica parece ser priorizada por las grandes economías. Paola Andrea Arias Gómez, profesora asociada de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, explica que también pasa en Colombia y en otros países, donde el interés económico pasa por encima de otras materias, y que escasea la voluntad política. “Muchos siguen anclados a los combustibles fósiles. El petróleo es eficiente y barato, pero las alternativas de energías renovables también han disminuido sus precios. Sin embargo, no se trata de pasarse a estas a cualquier costo”.
En otras palabras, es común que los más grandes y ricos no estén dispuestos a modificar su economía y ponerla en riesgo en nombre del bienestar ambiental, por lo que no hay leyes ni reglamentaciones ni acciones que se creen y se cumplan.
En cuanto al dinero, la meta de los 100.000 millones de dólares no se alcanzó, también porque no hay interés, pues recursos sí hay, pero vale la pena analizar qué harían los países en camino de desarrollo con ese dinero, realmente “esos recursos a dónde se destinan”.
Finalmente, Arias cree que lo que se debe hacer para alcanzar estos compromisos es cambiar el rumbo de las negociaciones. “Esto va a lograrse si hay presión social y civil, pues no será solo la voluntad política. Esa presión que crea movimientos sociales es la que se necesita”.
Cada país, responsable y autónomo, debe decidir cumplir los objetivos pues no basta solo con promesas y, como ya se explicó, tampoco basta con lo que se pretende hacer hasta hoy.
Avance en el cumplimiento de metas
100
mil millones de dólares anuales se comprometieron a entregar los países ricos a los pobres.