La muerte y su fuerza creadora. De la muerte de Carlos Gardel hace 89 años surgió la llama del tango en Medellín con sus inagotables formas de la belleza, como la danza, esa con la que María Alejandra y Santiago convirtieron el dolor de la muerte en una manera de decir un montón de cosas en un lenguaje más universal que las palabras.
María Alejandra Ospina y Santiago Salazar Botero, dos veinteañeros de Manrique y Robledo, se consagraron esta semana en el Festival Internacional de Tango con una coreografía con la que buscaban, necesitaban, transformar el dolor de una ausencia en arte y movimiento. Escogieron un tango de la maestra de María Graña, Sin tu mitad, en la que esa voz desgarrada habla de una tristeza indivisible y pregunta cómo llenar con nada el vacío de una otra mitad que ya no está.
Bailando esa tristeza lograron conectar con un público que los aplaudió con lágrimas y un jurado que más que felicitarlos les agradeció por “esa bocanada de arte”.
Pero María Alejandra y Santiago tenían otra cita especial después de esa consagración. En la fría noche del jueves pasado, decenas de personas se reunieron en el cementerio San Pedro para invocar el espíritu de Gardel, sus sonidos y huellas. El cuerpo del Zorzal estuvo en el San Pedro durante seis meses desde el 26 de junio de 1935, después del accidente aéreo que apagó la voz que hace dos décadas la Unesco declaró como guardiana de la memoria del mundo.
El 17 de diciembre de ese mismo año sus restos abandonaron su tumba temporal para emprender un viaje que los llevó hasta La Pintada y Caramanta y luego desde allí a lomo de mula hasta Riosucio, donde un camión alzó con los huesos hasta Armenia y posteriormente los embarcaron en ferrocarril hasta el puerto de Buenaventura, donde los esperaba un barco que llevó los restos hasta Balboa, Panamá; Nueva York, Río de Janeiro, Montevideo y finalmente en su casa, en Buenos Aires, para reposar definitivamente en el cementerio de Chacarita en febrero de 1936.
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Para Santiago, bailar en esa noche en la que se honró la memoria del hombre que hizo de Medellín la segunda capital mundial del tango fue poder cerrar el círculo de la historia que inspiró la bella y dolorosa danza que creó con María Alejandra.
“Mi abuelo Carlos murió hace dos años y está enterrado aquí. Entonces no solo era la experiencia de estar en una noche con tanto significado para el tango en Medellín y de poder bailar por primera vez en un cementerio, sino que era un homenaje a mi abuelo Carlos”, narró Santiago.
Fue su abuelo Toca (como lo llamaba de cariño), una de las personas que lo condujo hacia los caminos del tango desde muy niño y quien precisamente le inspiró a intentar convertir el dolor en una expresión del arte a través del baile.
Así, Santiago y María Alejandra bailaron por todo el San Pedro; se fusionaron, se separaron, se consolaron y resurgieron entre flores, bóvedas, nombres y ausencias. Y ni siquiera la lluvia los pudo detener, pues también danzaron bajo el cobijo de la capilla.
“Fue un momento mágico porque fue como confirmar que de la muerte puede surgir algo con tanta vida como el baile”, rememoró Santiago, un asiduo visitante del San Pedro, donde dice que ha encontrado algunas respuestas sobre la muerte y ha desmontado muchos tabúes alrededor de esta.
Y es que ya sea al son del tango, al calor del fuego, al ritmo de una caminata colectiva nocturna, de una charla al sabor de un tinto o al pulso de dolorosas y necesarias noches de escritura de cartas a muertos, el cementerio San Pedro se ha convertido en el lugar por antonomasia en Medellín de las conversaciones directas y difíciles en torno a la muerte. Y lo ha hecho con dos objetivos: ayudar a las personas a sanar y a aprender a convivir con la muerte como realidad cotidiana y llena de significados, lejos del mero fatalismo que le ha querido dar en general la cultura occidental.
Conozca al Gardel que nació en Medellín
María Alejandra y Santiago, profesores y bailarines de la academia Chetango, llevarán su danza hasta Buenos Aires para el Mundial de Tango donde representarán a Colombia en agosto próximo. También estarán en Chile y varias ciudades de Colombia.
En cuanto a Gardel, sigue más vivo que nunca. El Festival Internacional de Tango ratificó que fue la excusa para que Medellín gritara al mundo que Gardel nunca se fue de aquí. Lo declaran también los miles de niños que cantan y bailan tango en la ciudad. Medellín abrió hace poco la primera escuela de música de tango en el país.
El próximo año serán 90 años de la desaparición física de Gardel y nuevamente será la oportunidad para que Medellín reviva la simbiosis de la que habla la maestra María Graña en su canción, la simbiosis de esta ciudad con ese pensamiento triste que se baila.