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Con tos y gripa: así se vive en las zonas con la peor calidad del aire del Aburrá

Cinco puntos de medición registran la mayor cantidad de episodios en los que los medidores marcan en naranja, o sea con aire dañino para grupos especiales.

  • La estación ubicada en el colegio Rafael J. Mejía, de Sabaneta, ha registrado 13 eventos con ICA en naranja. Allí los profesores toman medidas cada que se agrava la situación, con uso de tapabocas y vedas a las actividades al aire libre, pero aún así abundan las incapacidades. FOTOS Jaime Pérez
    La estación ubicada en el colegio Rafael J. Mejía, de Sabaneta, ha registrado 13 eventos con ICA en naranja. Allí los profesores toman medidas cada que se agrava la situación, con uso de tapabocas y vedas a las actividades al aire libre, pero aún así abundan las incapacidades. FOTOS Jaime Pérez
18 de agosto de 2024
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Daniela Zapata tiene la voz tenue y la punta de la nariz enrojecida. Un momento de conversación con ella basta para entender la posible razón. Cuenta que hay una alergia respiratoria que la acompaña casi siempre y por eso no se le hace extraño un dato que surge en medio de la charla callejera en el sentido de que donde ella vive es una de las zonas del Valle de Aburrá que marcó más incidentes de alteración de la calidad del aire en el último año. De hecho, ocupó el segundo lugar, después del centro de Medellín.

Su residencia queda a unas pocas cuadras de la Casa de Justicia que queda en el barrio Santa María II, de Itagüí, donde el Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Área Metropolitana (Siata) instaló una de las 22 estación de monitoreo con las que mide la concentración de partículas PM2.5 presentes en la atmósfera y allí ha registrado 20 episodios en los cuales marca color naranja en el Índice de Calidad del Aire (ICA).

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En ese mismo lapso, la estación del centro de Medellín registró 45 días con ICA naranja, y se entiende en buena medida por ser el sector con las mayores congestiones vehiculares, de las que emergen nubarrones negros de humo.

La ventaja, si se quiere, es que la mayoría de la población es flotante, es decir, que baja desde sus barrios a trabajar o hacer diligencias y vuelve a sus casas en los distintos barrios o municipios.

El número de 2,5 micras que se toma como patrón para medir las partículas obedece a que con ese tamaño minúsculo son las que penetran más fácil en órganos como los pulmones. Los profesionales de la salud relacionan esto con afecciones respiratorias, cardiacas, de la piel y hasta con la aparición de cáncer.

Justamente dentro de las convenciones del Siata, cuando los sensores alcanzan la coloración naranja por la alta concentración de partículas, como ha ocurrido en Santa María II, significa que el aire circundante puede ser perjudicial para adultos mayores, niños menores de 5 años, mujeres embarazadas y gente con afecciones cardiorrespiratorias.

La estación de medición de la Casa de Justicia de Itagüí tiene la forma de cajón hermético de metal; dos llantas le dan la condición de remolque para llevarla de un lado a otro, dependiendo de las necesidades, pero aun así ha permanecido varios años parqueada a un lado del edificio. Hubo un tiempo en que a los técnicos que debían estar pendientes de ella les parecía que podía estar descalibrada o que algo en ella no funcionaba bien, pero cuando la reemplazaron momentáneamente con otra y arrojó datos similares vieron que lo que estaba mal no eran los aparatos sino el aire.

Daniela asegura que por acá “donde quiera que usted vaya hay un enfermo de gripa”, y según ella en buena parte es por la contaminación que generan ladrilleras y carros.

Otra estación que ha mostrado alto los niveles de PM 2.5 en el mismo periodo es la de Altavista, en el occidente de Medellín y separada de la primera por el cerro Manzanillo. Allí ha habido 16 episodios con un ICA naranja.

En cuarto lugar está la ubicada en el Hospital de La Estrella (13 veces), que asombra justo por tratarse de una entidad dedicada al cuidado de la salud, por lo cual es frecuentada por personas propensas a agravar su estado.

Ese mismo sitial es compartido por la estación del colegio Rafael de J. Mejía, en Sabaneta, con igual número de marcaciones en naranja.

La paleta completa de colores que va de menor a mayor grado de peligrosidad comienza en el verde y sigue en el amarillo, naranja, rojo, morado y café. Sin embargo, en nuestro medio en el peor de los casos hemos estado en rojo y lo que más se repite es el naranja, en el cual se recomienda a los grupos especialmente sensibles que no salgan de casa a menos de que sea necesario, ni realicen actividades al aire libre.

Las condiciones se agravan hasta ese punto de manera ocasional frente a factores atmosféricos pero también se ha vuelto costumbre que se presenten ciclos entre febrero y abril, y de septiembre a noviembre, por los cambios de clima.

“También se han tenido días en los que aunque el cielo esté muy despejado presenta concentraciones altas, pero es debido a que hemos tenido afectaciones por fuentes externas como incendios. Esto se da mucho en la temporada seca de febrero-marzo, porque los vientos transportan los contaminantes”, explica Mauricio Ramírez, coordinador del Equipo de Calidad del Aire del Siata.

En cuanto a los registros de este año, según el Siata, junio ha sido el mes con mejor calidad del aire y el fin de semana del 15 y 16 de ese mes se registraron los mejores indicadores, con la totalidad de los puntos de medición en verde.

Insumo para decisiones

¿Pero para qué sirve esa información? Por ejemplo es con base en ella que el Área Metropolitana decide medidas como el pico y placa o las declaratorias de emergencia ambiental que llevan a restringir más aún el uso de vehículos que resultan más lesivos en dos temporadas del año.

De la misma manera, ha servido para ordenar la reubicación de industrias contaminantes y para definir el monitoreo más estricto de fábricas emisoras.

El director científico de la Unidad de Toxicidad In-Vitro de la Universidad CES, Andrés Pareja, aclara que no significa que haya que reubicar por ejemplo el hospital de La Estrella, porque además la contaminación no es algo que cambie de una calle a otra, pero cada municipio donde están las estaciones que más pasan por naranja o rojo sí deberían utilizar la información también como un insumo de planeación local en temas de salud y cuidado del medio ambiente, al tratarse de población más expuesta que el resto.

La realidad es que al ser consultados, casi ninguno de los funcionarios de Itagüí, La Estrella, Sabaneta o Medellín dio una respuesta que lleve a pensar en que lo hagan así, es decir que un recurso como el Siata que nos pone a sacar pecho a nivel nacional no se aprovecha en su potencial.

“Medellín y el Valle de Aburrá, de punta a punta, tienen niveles de contaminación que son de atención porque además de las fuentes de emisión, una característica relacionada con su geografía –un valle estrecho en forma de batea— hace que las partículas permanezcan por más tiempo encajonadas”, agrega.

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Los municipios periféricos del sur llevan las de perder porque los vientos recorren en esa dirección, arrastrando consigo la contaminación. Así las cosas, alguien podría decir que en el caso de la IE Rafael J. Mejía y el hospital de La Estrella la contaminación es cuestión de “mala suerte” por estar en el lado negativo de la ecuación, pero eso no los libra de las consecuencia.

En el caso siderense, no hay hasta ahora evidencia fáctica de trastornos a la salud por ese motivo, aunque la secretaria local para ese tema, Carolina Ocampo, admite que falta más investigación. “Si en algún momento se llega a demostrar estadísticamente, se haría todo lo necesario para determinar la posible causa que lleve a un deterioro de salud y en el momento se actuaría”, apunta.

Por el lado de Itagüí, en cambio sí es bien conocida por los ciudadanos y por la administración municipal que las ladrilleras en buena medida son causa de los problemas del aire. Daniela, por ejemplo, cuenta que pasó sus primeros años saludable en Montería, hasta que sus padres se mudaron por razones de trabajo, hace 15 años, viniendo a dar a Santa María II, y ello coincidió con el deterioro de su bienestar físico. “Casi siempre está saliendo humo de las chimeneas y los carros pasando con y sin material”, menciona.

Funcionarios de la Alcaldía de Itagüí explicaron que han hecho estudios sobre fuentes fijas de contaminación y de manera rutinaria visitan las empresas que usan combustibles fósiles. Informaron además que están evaluando con las autoridades ambientales la posibilidad de declarar una zona de aire protegido urbano-rural en los alrededores de la estación Casa de Justicia y ser más estrictos con los niveles permisibles de emisiones de las industrias de ese vecindario.

Al otro lado del Manzanillo, en Altavista, de Medellín, también es evidente el impacto de las ladrilleras, pues se ven las fumarolas negras que salen de las chimeneas, y las volquetas que botan polvo al circular por las lomas de acceso al corregimiento. Una funcionaria de la Casa de Gobierno, en cuya azotea queda la estación del Siata, apunta que también son pan de cada día las personas con tos y gripa, sobre todo provenientes de los barrios Mano de Dios, Nuevo Amanecer y Congo.

En contraste con los dos casos anteriores, el Rafael de J. Mejía, queda en un área empinada de Sabaneta lejos de la autopista y de la zona industrial que pudieran explicar los altos índices de PM2.5 que registra la estación apuntalada en una terraza de sus instalaciones.

Sin embargo, desde hace mucho tiempo conocen del sambenito que cargan y que el origen es su ubicación en esta especie de embudo donde se estrecha el camino por el que viene el aire cargado de suciedad hacia el extremo sur del Valle de Aburrá.

El coordinador de convivencia, Sergio Gaviria, asegura que siempre están pendientes de los reportes del Siata y cuando hay alerta activan automáticamente un plan de contingencia simple que consiste en suspender las clases de educación física y todo lo que implique estar lapsos largos por fuera de las aulas. Saben que, entonces, deben prepararse para la avalancha de incapacidades de estudiantes y profesores que se viene una o dos semanas después del reporte, porque es el tiempo de incubación de las virosis.

“Imagínese que acá hay 1.400 estudiantes y son uno o dos (enfermos) por cada 80, o sea que se dan entre 20 y 25 ausencias por esa razón”, puntualiza Gaviria.

A ese plan sencillo de contingencia no se ha incorporado hasta ahora la secretaría de Salud local ni el hospital Benancio Díaz, que queda a dos cuadras de distancia.

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Como en épocas de pandemia, en el Rafael de J. Mejía dos veces al año y ya por una costumbre instalada, la prenda más usada es el tapabocas. Si bien Ramírez aduce que el nivel de PM2.5 ha mejorado mucho en el Valle de Aburrá desde 2016, cuando se comenzó a hacer la medición y a tomar determinaciones, Pareja, en cambio, sostiene que restricciones como el pico y placa tienen un efecto positivo al principio pero se desvanecen y hasta son contraproducentes cuando las personas pudientes adquieren dos vehículos para burlar la rotación relacionada con los dígitos de las placas.

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