De la escena de la niña de dos años que se salvó de milagro hace una semana de ser aplastada por un camión en la autopista Medellín-Bogotá, y que le puso los pelos de punta a todos lo que vieron el video, quedó en el aire la conclusión de que se trató de un acto de irresponsabilidad de sus padres.
La negligencia pudo ser una de las causantes pero, de fondo, el incidente ocurrido en la vereda La Mosquita expuso el peligro con el que han tenido que convivir durante años los habitantes de seis veredas en Rionegro y Guarne como Chaparral, Rancherías, La Mosquita, Canoas, San José, La Hondita, cuyos habitantes denuncian vivir ‘atrapados’ por cuenta de la autopista Medellín-Bogotá.
Hace nueve meses, cansados de la situación, los vecinos de de La Hondita bloquearon el eje vial, causaron un colapso de seis kilómetros y regaron por la vía muñecos con pintura roja como símbolo de decenas de muertes y accidentes que han padecido estas comunidades ante la falta de especificaciones técnicas y medidas viales de protección a peatones , residentes y hasta conductores. De hecho, la tragedia detonante para que los vecinos de la autopista pasaran a las vías de hecho fue la muerte de una mujer adulta mayor atropellada por un camión al ingreso de su vereda, según cuenta Albeiro Ayala, líder comunitario de la vereda La Hondita.
Las cifras que manejan las comunidades son abrumadoras. En los últimos dos años los choques en estos sectores superaron los 500, más de 300 personas resultaron heridas y hubo una decena de muertes.
El asunto es tan crítico que los habitantes de las veredas han creado colectivos y organizaciones específicamente para buscar soluciones a este problema, tal es el caso del Colectivo de seguridad vial 9.5 kilómetros que ha denunciado hasta el cansancio en diferentes espacios la falta de retornos, de bahías de estacionamiento, de reductores de velocidad y puentes peatonales, que es la medida mínima que, según reclaman, Devimed y la alcaldía debieron tomar desde hace años en cada uno de las veredas afectadas.
Sin embargo, según Ayala, las soluciones que han puesto en práctica en la autopista son incluso peores. Es el caso de los llamados corbatines –explica Ayala– una especie de injerto que sirve como retorno, pero cuya utilidad y rigor técnico son ampliamente cuestionables porque ponen a los vehículos a reducir la velocidad y luego intentar reincorporarse a una vía rápida sin tener espacio para ello. Esto le ha sumado otro riesgo adicional a los peatones por la impresivilidad de los vehículos en este sector.
De hecho, EL COLOMBIANO fue testigo de como en apenas unos minutos casi ocurren tres accidentes por vehículos que se vieron en problemas para tomar o salir de estos corbatines. “Las veedurías llamamos ‘mataderos’ a esta chambonada que hicieron”, sentencia Ayala.
En la mesa de diálogo entre la comunidad de La Hondita y las autoridades, tras las protestas del año pasado, quedaron varios compromisos. La Alcaldía de Guarne quedó con el compromiso de gestionar los predios para la construcción del puente. Devimed, por su parte, quedó con la responsabilidad de realizar los diseños del proyecto para presentarlos posteriormente a la ANI para su aprobación y destinación de los recursos necesarios para la construcción. En cuanto a las comunidades, asumieron el compromiso de crear estrategias de seguridad vial en el sector.
El alcalde Marcelo Betancur tiene la obligación de entregar el puente antes de que acabe su mandato en el próximo mes de diciembre de este año.
Pero Ayala señala que esto no es suficiente. Los reductores de velocidad que vienen reclamando hace años los habitantes de estas veredas no son una medida a la que le camine Devimed, que en las diferentes reuniones ha insistido en que es una medida poco técnica y que la vía debe operar aunos 80 kilómetros por hora como mínimo.
El problema, replican las comunidades, es que gran parte de los vehículos se mueven a más de 100 kilómetros por hora y algunas motos de alto cilindraje llegan a casi 200 kilómetros por hora cuando se mueven por la zona.
El problema de fondo, advierten los afectados, es que las especificaciones técnicas con las que opera la autopista Medellín-Bogotá se han mantenido casi intactas en los últimos 30 años a pesar de las características sociales y urbanas a su alrededor se han transformado de manera drásctica.
“No deberíamos estar peleando un puente peatonal, porque esta autopista debería tener hace rato doble calzada, vías de desaceleración para que la gente entre a sus veredas, intercambios viales con puente y rotonda y no vivir con miedo de que cualquiera de nosotros o los niños que van al colegio terminen debajo de las llantas de una tractomula”, advierte Ayala.
En su momento, el gerente de Devimed, Germán Vélez, ponderó que tras muchos ires y venires las partes involucradas hayan llegado a un acuerdo para cumplir con la deuda histórica del puente en La Hondita. El consorcio vial ha manifestado en reiteras ocasiones que han intensificado los esfuerzos y campañas de la mano de las alcaldías para mejorar la seguridad vial en protección de las comunidades.