Tergiversación de los valores,
una pesada herencia

Nuestra sociedad camina por una borrosa frontera entre burlar o cumplir la ley. El reto generacional es poder reconfigurar lo que significa el éxito, mezclando la pujanza con la legalidad.


Así como hay algunos que asesinan por un precio, otras personas preservan la vida de otros sin pedir nada. La clave para un cambio de mentalidad, para los expertos, está en lo social.

Valor
Vida

El 1 de abril de este año el soldado Fredy Sucerquia Zapata estuvo cerca de morir durante un combate en el municipio de Tierralta, a manos del Clan del Golfo. Él, sin embargo, estaba allí para salvar vidas. En cuanto se detuvieron los disparos, atendió a uno de los heridos, Héctor Duberney Manco Dávila, un miembro del grupo criminal que fue impactado en una pierna. Solo después, cuando este fue llevado a una clínica de Urabá para ser operado, Fredy supo que se trataba del hombre que intentó dispararle minutos antes. En Colombia también hay espacio para estas historias. Para los relatos en los que, como dice el escritor Patricio Pron en su libro “El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia”, al final los progenitores no mueren, sino que alcanzan a tener hijos que un día vuelven sobre su pasado y comprenden cómo llegaron allí.

Antivalor
Sicariato

La imagen de un niño levantando un arma para asesinar no se quedó en los 80. El pasado 29 de marzo, un joven de 14 años disparó contra dos hombres en una licorera del barrio Santa Lucía. Fue capturado por la Policía poco después, a tiempo para salvarlo de las personas del sector, quienes se disponían a golpearlo. El menor de edad ha vivido casi los mismos años que la cantidad de personas que habría matado –según informó la Fiscalía, está imputado por 12 homicidios–. De haber sido alcanzado por la comunidad, su historia pudo acabar como la de un niño traído al mundo para ser utilizado por el crimen organizado, y sacado de él por una sociedad en la que no tuvo otra oportunidad. Una vida como la de Kokoriko, el joven sicario de la novela “La Cuadra”, de Gilmer Mesa, que vivió y murió en el barrio Aranjuez como una herramienta letal al servicio de sus jefes y como un escudo para sus amigos, quienes tras su muerte sintieron más alivio que dolor. Esas vidas efímeras, devoradas por la violencia, aún recorren las calles y son nuestro gran pendiente como sociedad.

ANÁLISIS

¿Quién fue el que le puso precio a la vida?

Gerard Martin
Sociólogo e investigador del conflicto en Colombia

Lo que causó estupor no fue únicamente que el Ministro de Justicia fuera asesinado, sino que fue asesinado por dos adolescentes, miembros de una banda criminal en un barrio humilde de Sabaneta, pero contratados por los más grandes capos de Medellín. Los sicarios probablemente ni entendían a qué se dedicaba Lara Bonilla y por qué tenía que morir. La motivación sicarial en aquellos años, según lo ha explicado Alonso Salazar en su clásico No nacimos pa’ semilla (1990), era ganarse la vida de manera emocionante y tener la oportunidad de hacerse visible en el barrio, aunque fuese por un instante. La suma gravedad del problema sicarial adolescente fue pronto ampliamente conocida, pero en ningún momento durante los años 80 se produjo una política nacional o municipal para intervenirla con rigor. Se mantuvo, y hasta hoy, la media jornada de escolarización en la educación oficial sigue propiciando la situación. Tampoco se fortalecieron programas específicos para adolescentes en riesgo de carreras delincuenciales. No fueron aquellos sicarios adolescentes los que pusieron precio a la vida. Lo hicieron los grandes clanes criminales, aquellos que los reclutaron y profesionalizaron, pero que también fueron frecuentados por determinados sectores políticos (algunos de derecha, otros de izquierda), protegidos por eslabones institucionales corruptos, asesorados por bancos apasionados del blanqueo, y por otra “gente de bien”. De ahí que un jefe de sicarios como Escobar llegara a ser congresista, hasta que Lara Bonilla lo sacó (con apoyo de Estados Unidos). El poner precio a la vida no vino desde abajo, sino desde arriba. Hoy, casi todos aquellos sicarios y adolescentes están muertos, pero algunos de los responsables, los que ofertaron la vida, viven muy bien. Algunos incluso escriben libros sobre aquellos tiempos, como si fueran santos, publicados con gusto por prestigiosas casas editoriales. Tampoco faltan las interpretaciones que consideran que todas las personas asesinadas entre 1983 y 1994 fueron víctimas de una plaga que cayó del cielo, el narcotráfico, y que no hubo responsables.

A pesar del terror y de las vidas perdidas, los habitantes de Medellín han sabido sobreponerse con propuestas desde el arte, la música, la cultura, expresiones propias de una sociedad resiliente.

Valor
paz

En los barrios de Medellín, cuando en las calles hacen eco las balas o el miedo, la resiliencia y la tranquilidad se manifiestan en los carnavales, el grafiti, el cine y las canciones. En San Javier, por ejemplo, existen al menos 120 corporaciones culturales con las que los jóvenes se resisten a los grupos criminales. En medio del conflicto, la paz es una construcción de todos, un acto profundamente humano más que un movimiento político. O, como escribió el doctor en Filosofía Jorge Giraldo Ramírez, “la paz como la felicidad, la seguridad, la tranquilidad, la salud, la certidumbre, es una aspiración que siempre nos posee”. Sin embargo, no es un camino fácil y, tal como agrega el filósofo alemán Ernt Jünger: “para que haya paz no basta con no querer la guerra. La paz auténtica supone coraje, uno superior al que se necesita en la guerra”.

Antivalor
la violencia

Dos, tres, cuatro y hasta más reportes de homicidios engrosan las estadísticas de las autoridades cada día y la cifra de muertes violentas ya alcanza los 182 casos en lo que va del año, según el Sisc. Quienes habitan la ciudad parecen estar habituados al conflicto, a las pérdidas, a presenciar de forma pasiva agresiones o arremetidas de grupos al margen de la ley. A veces la violencia no es otra cosa que la expresión del miedo y de la intolerancia, tal como lo afirma el politólogo Norbert Lechner en su ensayo “Nuestros miedos”. Entonces llegan las armas hasta las manos de los niños, como el más reciente caso en el que un joven de 14 años asesinó a dos hombres en el sector de Santa Lucía. Aparecen rincones y fronteras vetadas en los barrios de cuenta del terror, porque, como concluye Lechner: “Los miedos son fuerzas peligrosas. Pueden provocar reacciones agresivas, rabia y odio que terminan por corroer la sociabilidad cotidiana. Pueden producir parálisis. Pueden inducir al sometimiento”.

ANÁLISIS

El respeto por el otro, clave para la convivencia

Juan Luis Mejía Arango
Abogado, rector de la Universidad Eafit.

C omo toda palabra, la paz tiene muchas dimensiones. Primero, una social, que no es solamente la ausencia de confrontación, puesto que la sociedad por naturaleza tiene aristas, intersecciones y conflictos. La construcción de paz, en ese sentido, se da cuando existe una forma de darles resolución a esos conflictos de una manera civilizada, es decir, sin las armas y la violencia. Hay una dimensión que también es personal -y creo que lo público también debe velar por lo individual- que es la paz interior. El ciudadano que tiene en su alma paz interior no va a ejercer la violencia, no va a imponer sus ideas ni sus decisiones. Teniendo en cuenta ambos conceptos, hay que decir que la paz es la ausencia de violencia, son antagónicas, dos caras de una misma moneda. Entonces el ideal es que la sociedad pueda vivir sin violencia, una sociedad violenta no es viable. Ya Benito Juárez, político mexicano, dijo alguna vez que la paz se inicia cuando uno respeta y exige respeto. Pero no puede pedir el respeto a sus propios derechos quien está violando los del otro: ese límite de los derechos es el marco que nos debe regular para vivir en una sociedad en paz. El gran desafío en contextos como el nuestro es, entonces, lograr superar estos últimos años de Colombia en los que la solución de los conflictos se dio por medio de las armas y eso generó tanto dolor, tanto rencor, que sanarlo es un proceso difícil. La única fórmula en este caso es la reconciliación, la verdad y una decisión de no volver al pasado. Esto se traduce en no olvidar y aprender a perdonar, porque si no, no es posible sanar las heridas. En este camino la educación juega un papel fundamental, en las instituciones educativas se siembra la paz, pero la misma ciudad debe educar, desde el respeto por las señales de tránsito hasta la convivencia. Buena parte de los homicidios en esta ciudad son por intolerancia.

Entrevista con Rousbeh Legatis, politólogo de la Universidad Libre de Berlín, consultor e investigador en Colombia de posconflicto y construcción de paz local.

1. ¿Cómo puede definirse un concepto tan abstracto como la paz? ¿Existen diferentes ideas o categorías para definirla?

La paz como concepto es tan ambiguo que muchas veces tiene la necesidad de adjetivizarla para que su sentido se revele. Es decir, por ejemplo hablamos de la paz “positiva” o “negativa”, otras veces es “estratégica”, “duradera” o “imperfecta”. Entonces, para evitar que se apropie “la paz” como mero vehículo político, que llenamos solo según nuestra ideología para cumplir con los intereses al respecto, es imperativo cuestionar qué se quiere decir con “la paz” y dialogar con esa ‘polifonía de las pazes’ como yo lo llamo.

2. ¿Son la paz y la violencia conceptos contrarios u opuestos?

Primero, no se debe pensar la paz y la violencia como los dos lados de una misma ecuación porque la violencia es un instrumento para imponer mi interés sobre el o la otra, mientras la paz teóricamente delinea una visión, una concepción, un imaginario al cual se quiere llegar. La contrapropuesta del concepto paz sería más bien el conflicto, y allí surge un malentendido de lo último como algo negativo o destructivo. Al contrario, el conflicto y la transformación del mismo resultó en el desarrollo social, cultural y político en las sociedades. Clave es la forma cómo manejamos la situación cuando surgen conflictos. De manera constructiva, por ejemplo mediante el diálogo, o de manera destructiva, por ejemplo ejerciendo violencia para llevar a cabo lo que queremos.

3. ¿Cómo se manifiesta el concepto de paz en la sociedad? ¿En qué espacios o ámbitos podemos evidenciarla?

No de forma lineal, para comenzar. Algo que se sugiere erróneamente muchas veces, que genera malentendidos y expectativas exageradas a nivel político y dentro de las comunidades. Parto de la comprensión de que la paz se puede entender mejor como un proceso de transformación de conflictos, el cual se manifiesta mediante una multitud de esfuerzos realizados que paulatinamente se entretejen en una trama política, socio-cultural más y más densa. Para buscarla o sea evidenciarla hay que escuchar a las comunidades, analizar los discursos políticos planteados y destacar la connotación y el subtexto de la palabra verbalizada y escrita, tanto en los territorios como en las grandes ciudades.

4. ¿Cómo puede cada uno de nosotros aportar en la construcción de paz, teniendo en cuenta que vivimos aún en sociedades violentas?

Nuestro aporte a la construcción de paz y a la transformación de conflictos se evidencia en situaciones muy comúnes del día a día: en el trancón, en el supermercado, en nuestra familia, en las iglesias y universidades, en la rumba: en todos esos espacios de la vida hemos aprendido que tenemos que re-educarnos, porque por generaciones hemos asimilado instrumentos destructivos, egoístas o violentos para llegar a lo que queremos lograr cuando se manifiesta un conflicto. Eso empieza con cosas tan simples como la comunicación y con nuestras reacciones a la crítica. Tenemos que construir relaciones con otros sentidos y valores. Lo que tenemos que hacer es ofrecer otras propuestas alternativas a la violencia.

Valor
Libertad de expresión

Este derecho fundamental está consagrado en el Artículo 20 de la Constitución de 1991, que garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial y la de fundar medios masivos de comunicación, que son libres y tienen responsabilidad social. También garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad y expresa que no habrá censura.

En la era de las redes sociales y las cadenas de WhatsApp, estos derechos se ven amenazados por las fake news (noticias falsas), que se replican sin medir los efectos negativos que causan entre los ciudadanos y que en muchas ocasiones es aprovechado para manipular y crear caos. Una sociedad democrática se cimienta en el ejercicio de una prensa libre, ejercida con ética, verdad y responsabilidad.

Antivalor
CENSURA

Uno de los peores escollos para la prensa es la censura. En Colombia esta se expresa con la pauta publicitaria y con la amenaza. Víctima de esta última fue Luis Carlos Cervantes, periodista asesinado el 12 de agosto de 2014 por sicarios del Clan del Golfo en Tarazá. Un mes antes, la Unidad de Protección le había quitado su esquema de seguridad, lo que lo dejó expuesto a los criminales. Cervantes, como director de la emisora Morena FM y corresponsal de Teleantioquia en Tarazá, denunció un carrusel de alcaldes del Bajo Cauca y nexos del exmandatario Miguel Ángel Gómez con el Clan del Golfo. Es el mismo drama de muchos periodistas regionales del país, que enfrentan con heroísmo a los violentos por defender la verdad. La última víctima de esta forma de presión fue la periodista Flor Alba Núñez, de la emisora La Preferida en Pitalito (Huila), asesinada el 10 de septiembre de 2015. Ella denunciaba actos de corrupción política y actuaciones de las bandas criminales de la zona.

ANÁLISIS

El periodismo se hace valer

JUAN JOSÉ GARCÍA P.
Periodista, columnista y profesor universitario

Libertad e independencia son valores éticos ineludibles del buen periodismo. Sin ellos se reducen la credibilidad y la confiabilidad y se pierde el derecho a la justa valoración social. Frente a cualquier modo de recorte de esas condiciones esenciales de la profesión, la actitud ética debe caracterizarse por la resolución inflexible de no hacer concesiones que puedan favorecer maquinaciones abusivas, actos de censura o intimidaciones que, al disminuir la capacidad de difundir e interpretar los hechos de actualidad e interés público, les enajenen a los ciudadanos el derecho a conocer y explicar la realidad. El coraje es un atributo periodístico sin el cual se debilita la voluntad de cumplir los deberes inherentes al trabajo consecuente por la publicación y la comprensión de la verdad. Un periodismo timorato, condescendiente, incapaz de señalar los errores en que se incurre en el ejercicio del poder, o de mantenerse firme en la indicación de los manejos turbios de multiplicidad de fuerzas siniestras que vulneran los derechos de los asociados, no merece confianza y acrecienta la confusión y la perplejidad imperantes en la vida contemporánea. En época de posverdades confeccionadas por grupos tenebrosos de presión, de falsas noticias elaboradas por manipuladores de las corrientes ciudadanas o de silencios cómplices dispuestos por organizaciones delictivas que no vacilan para imponer el terror, la amenaza o la intimidación, del periodismo comprometido sin reservas ni subterfugios con la búsqueda honorable de la verdad y el sentido, dependen la integridad y la estabilidad de una sociedad. El periodismo libre e independiente hace valer su presencia determinante en el escenario social y en la confianza ciudadana si demuestra capacidad de conjurar amenazas e intentos de intimidación y control ilegítimo, sean cuales fueren sus orígenes, tendencias y procedimientos.

Valor
HONESTIDAD

Veinte años para pagar un crédito hipotecario para un apartamento de 70 metros cuadrados. Muebles, electrodomésticos, ropa y zapatos comprados a cuotas en el club. “Apúnteme el mercado señor tendero que al final del mes le pago completo”. Sobrevivir en este lado de la frontera requiere de laboriosidad y empuje. Como Ítaca, de Kavafis, es un viaje largo, lleno de aventuras y dificultades. Así es la vida de millones de personas en Antioquia. Una de ellas es Juan Villa, un taxista que el 25 de diciembre pasado encontró un iPhone 7 en la banca trasera de su carro después de transportar a dos pasajeros desde la discoteca Mangos a Jardines de Catay, en El Poblado. Villa regresó a la unidad residencial donde se habían bajado las dos personas y regresó el celular. Un hecho que en nuestro diario vivir debería ser la regla, se convirtió en la excepción.

Antivalor
LAVADO DE ACTIVOS

En 1998, el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Medellín determinó la extinción de dominio del edificio Mónaco, luego de comprobar que había sido construido con recursos ilegales. La mansión de Pablo Escobar, que mañana quedará convertida en escombros, es uno de los ejemplos de plata mal habida, de dineros calientes, de fortunas que se levantaron de la noche a la mañana. De lujo en exceso. Los fajos de billetes, producto de las actividades criminales, generaron ganancias sin par y, sin embargo, evitaban llamar la atención de las autoridades. Por eso aparecieron empresas fachada, testaferros y penthouse sin habitar, con el propósito de borrar el vínculo entre el producto de su delito y las actividades ilegales. También trataron de construir explicaciones para dar cuenta del aparente origen legal del dinero. De esta manera lavaron sus ganancias antes de inyectarlas en la economía legal. Fueron fortunas efímeras y, como pasará con el Mónaco, con ocasos eternos.

ANÁLISIS

Sobre el dinero fácil y la cultura de ilegalidad

OMAR URÁN ARENAS
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Antioquia

D ebemos ubicarnos en una perspectiva histórica de larga duración porque el fenómeno del dinero fácil y la cultura de la ilegalidad no empezaron con el narcotráfico. Hubo elementos preexistentes que facilitaron que este emergiera. Parte del mito de la antioqueñidad radica en que la palabra se cumplía y por eso no se hacían contratos formales en los negocios. Esas dinámicas económicas nos dan una predisposición al rebusque y a la aventura, quedamos sometidos a una variabilidad de la acción y del trabajo. De otro lado, Antioquia tuvo desde la Corona redes de contrabando. Cuando España prohibió el comercio de licor y tabaco con otros países, se crearon estas redes. El contrabando ha sido una matriz sociogenética. Cuando el narcotráfico emerge en los 70, ya existían rutas y caminos. Lo que pasa es que el narcotráfico hace mas alarde y ostentación de lo que antes no era mostrable. Los llamados emergentes se muestran como un nuevo tipo social deseable. Existe en ese rol una promesa de éxito que difícilmente se muestra en otra faceta de la sociedad. ¿Cuáles son los referentes que esta sociedad ha construido de una persona con éxito más allá de la ostentación y el dinero? Tenemos poca valorización del artista, el científico y el académico. Esa significación de los roles afectó mucho nuestra cultura. En el fondo lo que pasa es que la gente no se siente reconocida por lo que hace en su cotidianidad, salvo si tiene dinero. Si este no se consigue por vías legales, se logra por las ilegales porque el dinero se pretende para hacerse notar. La crisis de Medellín radica en esa resignificación de roles, crisis de formas de ser y de oferta de personalidades valoradas. Por eso se recurre al camino más fácil: obtener dinero, comprar cosas y que estas llenen el vacío de reconocimiento social. Establecer otros referentes de éxito es la tarea que se tiene que seguir haciendo.