Mientras Barack Obama y Vladimir Putin ocupaban titulares de prensa por su fugaz encuentro en Lima, durante el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, intensos combates tenían lugar el domingo en la ciudad siria de Alepo, donde las fuerzas del régimen de Bashar al Asad intentaban ingresar al oriente de esa urbe para combatir a rebeldes que aún habitan asentamientos irregulares y el cementerio islámico.
La solución pacífica al conflicto en el país de Medio Oriente, que pronto completará seis años, parece entonces alejarse cada vez más con un ejército sirio fortalecido por Rusia, Irán y Hezbolá. Sin embargo, los cuatro minutos de diálogo en Perú entre Washington y Moscú podrían ser claves para una salida negociada en los próximos dos meses.
Según le dijo a agencias de noticias un funcionario de la Casa Blanca, durante la breve interacción, Obama, en un último intento previo a dejar el poder, trató de buscar consenso con su par ruso sobre los puntos más tensos de la agenda entre ambos países.
Instó a Putin a cumplir los acuerdos de Minsk, para poner fin a la guerra en el este de Ucrania, y pidió que los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países “continúen buscando iniciativas, junto con la comunidad internacional en general, para disminuir la violencia y aliviar el sufrimiento del pueblo sirio”, antes del 20 de enero de 2017, cuando le cede el poder a Donald Trump.
Y es que el temor de que el próximo presidente de Estados Unidos sea condescendiente con Rusia reina en Washington, luego de que el magnate diera señas de querer recomponer las relaciones sin mayor cautela, aun cuando su país ha protagonizado serias sanciones a Rusia por su intervención en Ucrania.
El Kremlin tiene las de ganar
La expectativa por el encuentro entre los mandatarios no pasó de las promesas. Sergio Moya, coordinador del Centro de Estudios de Medio Oriente, no espera mucho. “Putin estará pensando que es Trump el nuevo inquilino de la Casa Blanca, que se sentirá más a gusto con lo que él ha dicho en el pasado, que Siria no vale la pena y que Rusia debe encargarse del combate, de manera que ya no necesita a Obama ni para bien ni para mal”, sugiere el experto.
A lo anterior se suma el hecho de que la delantera militar en Siria la sigue llevando el gobierno de al Asad, con apoyo de la aviación rusa, “y Putin está en una circunstancia en que nadie le puede imponer una agenda, sino que él tiene la ventaja y en sus manos está lo que pasará en ese lado de Medio Oriente”, añade Moya.
Incluso Rusia podría ampliar su margen de maniobra, aprovechando las debilidades de Trump. Jack Glaser, profesor de la Universidad de California, dice que el magnate, que se hizo a la presidencia reforzando mensajes sobre asuntos internos más que de política exterior, “seguramente se hará el de las gafas con Siria y Putin”.
No obstante, para Juan Ramón Martínez, internacionalista de la Universidad del Rosario, es difícil que, de la nada, Trump le entregue la compleja situación de Siria a Putin y sus aliados. “El Congreso, mayoritariamente republicano e históricamente guerrerista, ejercerá todas las presiones para radicalizar la posición de Estados Unidos el próximo año. El tema de Estado Islámico siempre estará sobre la mesa”, analiza.
Aunque las oponiones son encontradas, los expertos concluyen que, ni siquiera la conversación de Obama con su homólogo ruso podrá agilizar una paz en Siria. “Los rusos, los que van ganando, necesitan terminar la tregua, evitar el diálogo y contener de manera decisiva a los rebeldes, y si Estados Unidos se retrae, se fortalecerá aún más esa arquitectura de la seguridad que buscan Putin con sus aliados”, alerta Moya.