“Mi marido nos acompañó hasta la frontera antes de regresar a Kiev para luchar”, explica una joven ucraniana al llegar a Rumania, un país que perteneció a la órbita soviética y que ahora se encuentra en primera línea ante un posible avance de los rusos.
Acompañada de sus tres hijos, Olga, que no dio su apellido, cruzó el Danubio para llegar al pequeño puerto de Isaccea (este). Esta trabajadora en el área de marketing, de 36 años, pasará allí unos días antes de viajar a Bulgaria.
Rumania, que comparte una frontera de 650 km de longitud con Ucrania, se considera preservada, por ahora, por su condición de miembro de la Unión Europea y de la OTAN. Pero desde hace meses, frente a las crecientes tensiones con Moscú, este antiguo satélite de la Unión Soviética exige un refuerzo del flanco oriental de la Alianza Atlántica. De hecho, desde el lanzamiento de la ofensiva contra Ucrania por el presidente ruso Vladimir Putin, más de 25.000 refugiados fueron registrados allí por la policía fronteriza.
Sus llamamientos han sido escuchados y Estados Unidos envió en enero una unidad de blindados Stryker y un millar de militares a una base situada cerca del Mar Negro, además de los 900 ya estacionados en Rumania. Seis aviones Eurofighter Typhoon de la Fuerza Aérea alemana se unieron a los cuatro aviones italianos de la Policía Aérea en febrero.
Adicional a esto, Emmanuel Macron anunció el viernes en Bruselas que Francia acelerará el despliegue de unos 500 soldados en el marco de la OTAN.