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Argentina, el “granero del mundo” que pasa hambre

El Parlamento prorrogó la emergencia alimentaria hasta 2022. Se trata de una medida que se mantiene desde la crisis de 2002. Esta es la razón.

  • De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), Argentina, junto a Venezuela y Guatemala, fue uno de los tres países donde más aumentó el hambre en 2018. FOTO AFP
    De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), Argentina, junto a Venezuela y Guatemala, fue uno de los tres países donde más aumentó el hambre en 2018. FOTO AFP
20 de septiembre de 2019
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En Argentina, las emergencias –las medidas excepcionales diseñadas para durar días o meses– pueden extenderse por décadas. Es el caso de la emergencia alimentaria, decretada en 2002 como respuesta a los efectos de la crisis económica de entonces, pero que sobrevivió hasta la coyuntura actual y será prorrogada hasta 2022.

La decisión la tomó el Parlamento esta semana de forma unánime, aunque presionado por la oposición peronista al gobierno de Mauricio Macri y los movimientos sociales, como respuesta al nuevo colapso económico.

Según datos oficiales, actualmente el 32 % de la población argentina es pobre, 10,1 % de las personas no tienen empleo y el precio de los alimentos ha aumentado a una velocidad mucho mayor que la de los salarios, siendo 58,3 % más caro con respecto a julio de 2018.

Como una escena que se repite, el gobierno recurrió a la estrategia que heredó de la crisis de 2002: destinar de forma excepcional recursos mitigar el riesgo del hambre para 3 millones de personas, según el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica (Uca), que reporta un aumento del 35 % de personas con esta carencia entre 2017 y 2018.

Esta situación demuestra que Argentina es tan dada a los colapsos económicos como a las paradojas: mientras millones de ciudadanos hacen fila ante comedores comunitarios o buscan entre las basuras algo para llenar el estómago, los datos oficiales reportan que el país produce suficiente comida como para alimentar a 400 millones de personas; es decir, 10 veces su población.

Nostalgia sin pasado

Lo que parece una contradicción –que uno de los mayores productores de alimentos del mundo no tenga con qué aliviar el hambre de su propia población– es de acuerdo con Jorge Castro, economista y presidente del Instituto de Pensamiento Estratégico, una consecuencia natural del modelo de riqueza argentino.

“Argentina consume diariamente prácticamente los mismos productos que exporta al exterior. Lo que genera una caída del precio del peso frente al dólar como la actual es un aumento lógico del valor de los alimentos en el mercado doméstico”, explica.

La medida de emergencia actual, por lo tanto, sirve más como paliativo, pero mantiene intacto este contexto que la motiva. La única solución de fondo, para los expertos, es una salida de la crisis económica cuya fórmula aún es incierta.

Aun así, el aumento de 50 % en los recursos que reciben los comedores comunitarios planteado por la nueva ley es un avance, de acuerdo con Jacquelina Flores, integrante de la Confederación de trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular, uno de los movimientos sociales –junto con la Corriente Clasista y Combativa y Barrios de Pie– que presionó la aprobación de la ley.

“Hemos nacido en crisis, rompiendo la bolsa de basura para poder comer”, dice Flores, “así que celebramos que después de tantos años se haya votado una ley de emergencia social. Ahora pedimos comida, pero lo que queremos discutir de fondo es trabajo”.

Entretanto, las filas se siguen agrupando frente a los comedores instalados en los patios de las casas o en jardines abandonados, a los que sus dueños ponen nombres como “Los días más felices”; espacios bautizados por una nostalgia de tiempos anteriores a la emergencia que, para muchos argentinos, nunca existieron

29 %
de los niños argentinos no están bien alimentados según la Universidad Católica (Uca).
El empleo que busca está a un clic

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