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El gasoducto que enfrenta a Alemania con Europa

Nord Stream 2 pretende transportar gas de Rusia a la Unión Europea. Hay polémica por sus implicaciones.

  • Angela Merkel, canciller de Alemania, se ha negado a dar marcha atrás con el proyecto. Foto: GETTYIMAGES
    Angela Merkel, canciller de Alemania, se ha negado a dar marcha atrás con el proyecto. Foto: GETTYIMAGES
El gasoducto que enfrenta a Alemania con Europa
04 de mayo de 2021
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Poco más de 100 kilómetros le faltan al Nord Stream 2, de 1.230 km, para terminar de conectar a Alemania con el gas ruso. En el mar báltico, al norte de Europa y en las inmediaciones marítimas de seis países, se construye desde 2015 el colosal gasoducto que pretende transportar 55.000 millones de metros cúbicos de gas de las costas de Rusia a la Unión Europea. Avanza la obra contra la fuerza de la naturaleza y la geopolítica: todo el continente europeo y Estados Unidos presionan por no terminar el proyecto.

No son pocos los intereses que confluyen aquí. Desde 2015, cuando se anunció su construcción, el Nord Stream 2 ha enfrentado a Alemania con la Unión Europea (UE) en dos campos que, aunque se pueden conectar, también pueden apuntar en direcciones contrarias: las implicaciones económicas y sus efectos en la geopolítica. El argumento más usual entre los críticos europeos del gasoducto, entre los que Ucrania tiene la posición más dura, cuestiona el error estratégico de la dependencia del gas ruso, algo a lo que se ha sumado EE. UU.

La UE ya exporta de Rusia alrededor de un tercio del gas que consume, según su base de datos energéticos. Alemania depende internamente en un 40 % del gas ruso. El Nord Stream 2 es, como su nombre lo indica, el segundo gran gasoducto marítimo que conecta a Moscú con Bruselas. Con su puesta en funcionamiento, Alemania no solo vería incrementar la cuota de gas ruso en su mercado interno hasta alrededor del 60 %, también se convertiría en la puerta de esa energía de toda Europa, algo que preocupa a ciertos países.

Hasta Nord Stream 1 (inaugurado en 2011) y Nord Stream 2 (en obra), el 40 % del gas ruso que llegaba a Europa pasaba por Ucrania, lo que convertía a este país en la compuerta clave de la preciada energía. En dos ocasiones, esa compuerta se cerró. “En Europa se sigue recordando las crisis de gas de 2006 y 2009”, señala María Teresa Aya, coordinadora de la Maestría en Asuntos Internacionales de la Universidad Externado. En ambos años Rusia cortó el suministro.

Sucedió precisamente en los meses de invierno, cuando la temperatura europea puede estar por debajo de los cero grados centígrados. Tras un conflicto por los precios con Ucrania, Rusia decidió detener la exportación de gas que transitaba por ese país, lo que afectó gravemente el suministro de otras naciones europeas como Italia, Alemania, y en general la zona de los Balcanes. En ambas ocasiones el cierre solo duro unas horas, pero fue suficiente para generar caos.

Rusia y Ucrania mantienen acuerdos que, por ejemplo, le dejan al segundo alrededor de 2.000 millones de euros anuales, según ha dicho su ministro de exteriores, Dmytro Kuleba, por el cobro de “peaje” por dejar pasar el gas del primero. Con el Nord Stream 2 Rusia ya no va a necesitar el paso por Ucrania y Alemania se convertirá en el país clave de tránsito del gas hacia el resto del continente.

“Aún así, sería muy obtuso creer que Ucrania y el resto de Europa se oponen solo por cuestiones económicas. Desde que Rusia invadió Crimea en 2014, los europeos desconfían plenamente de Vladimir Putin”, explica Aya. El presidente ucraniano, Petró Poroshenko, ha criticado en reiteradas ocasiones el proyecto, descartando que sus motivos sean solo económicos, como defienden sus promotores, y sí políticos.

En 2014, y mientras Crimea, en ese entonces parte del territorio ucraniano, era invadida por Rusia, Moscú amenazó con cortar el gas a Ucrania. Fue solo la presión europea lo que lo impidió. ¿Qué obstáculo habría en un futuro para hacerlo, si cerrarle el grifo a Ucrania no afecta al resto de Europa?

Los motivos políticos

“Más que dependencia europea se tendría que hablar de una interdependencia, ya que la Unión Europea es el principal comprador de Rusia”, comienza Aya, “lo que hay que hacer es ampliar el panorama: el gasoducto es un paso más de Putín, en el plano económico y en el político, para hacer más presencia en territorios aliados de EE. UU.”.

Washington ha mantenido una postura crítica respecto al proyecto. Donald Trump no solo llegó a señalar que Alemania estaba “cautiva” del Kremlin, sino que aprobó en 2019 sanciones contra las empresas que construyen el gasoducto, varias de ellas alemanas, “en un hecho increíble. Un país sancionando a empresas de una nación aliada”, señala Aya. Una estrategia que, si bien logró retrasar la construcción de la obra, pues varias de las compañías decidieron retirarse, no la paró y sí tensionó las relaciones germano-estadounidenses.

En la era de Joe Biden el discurso no ha variado mucho. Su secretario de Estado, Antony Blinken, aprovechó su primer viaje a Europa a mediados de marzo para dejar claro que para Biden el gasoducto “es una mala idea. Mala para Europa y mala para Estados Unidos”. Incluso, dejó abierta la posibilidad de continuar las sanciones económicas. “Lo más seguro, sin embargo, es que haya algún tipo de diálogo que permita acordar ciertas garantías”, apuesta Aya. Si bien la Comisión Europea ha pedido en varios ocasiones a Alemania detener el Nord Stream 2, Ángela Merkel, canciller del país, se ha negado a hacerlo. Pero Merkel ya va de salida.

En Alemania el partido verde ya tiene candidata para las elecciones de septiembre. Según las últimas encuestas, van segundos en intención de voto, podrían ser mayoría en el Parlamento y liderar un Gobierno, o ser fundamentales para la formación de cualquier Gobierno. Su posición respecto al Nord Stream 2 es negativa. En reiteradas oportunidades en el legislativo, los ecologistas han mostrado sus reticencias a un proyecto que consideran asienta más la dependencia del país en combustibles fósiles. Aún así, y con un avance del 95 % de las obras, pocos apuestan porque eventualmente lo paren.

Frente a viento y marea, lo más probable es que el gasoducto Nord Stream 2 termine de unir, tal vez indisolublemente, los intereses de Rusia y Alemania en una Europa, y en un mundo, que confían cada vez menos en Putin.

95%
de avance presenta la obra, que se construye desde 2015 en el mar báltico
Infográfico
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