La historia de este hombre llamado Óscar es uno de los miles de migrantes de diferentes países que se han ido a Estados Unidos a buscar un futuro mejor, pero esta vez hace parte de los 238 venezolanos que fueron deportados por este país desde que llegó Donald Trump al poder.
“Mi hijo fue a buscar el ‘sueño americano’ y ahora está atrapado en una pesadilla”, reclamó Gertrudis Pineda, la madre de este hombre, en declaraciones a la BBC, y que ahora se encuentra en una de las famosas cárceles de El Salvador.
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Óscar vivía en Dallas, Texas. Su madre cuenta que se ganaba la vida instalando alfombras en casas y apartamentos: “Me enviaba dinero para la familia y para comprar las medicinas para su padre, que tiene diabetes”, dijo a la BBC.
Madre e hijo se separaron porque Óscar se fue a buscar el sueño americano, un trabajo estable que le permitiera tener un mejor futuro en este país con el fin de poder juntarse de nuevo con su familia venezolana.
Ahora este hombre está separado por su madre, no solo por la distancia, sino por los muros impenetrables del Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) de El Salvador, una prisión de máxima seguridad construida para recluir a miembros de las pandillas MS-13 y Barrio 18.
Y es que el gobierno de EE. UU. acusó a los venezolanos detenidos en la Cecot de pertenecer al Tren de Aragua, una organización criminal que tiene su origen en Venezuela, y que recientemente fue declarada por este país como grupo terrorista.
A muchos de ellos, el gobierno de Donald Trump los expulsó de EE. UU. bajo el amparo de una norma de 1798 conocida como la ley del enemigo extranjero.
Gertrudis, la mamá de Óscar, sabía que su hijo había sido retenido por agentes del cuerpo de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos, ICE, siglas en inglés, pero esperaba que fuera enviado de regreso a Venezuela después de todo lo sucedido.
Sin embargo, hace unos días se dio cuenta de que lo habían llevado a la Cecot cuando su otro hijo, que vive en Colombia, vio el nombre de su hermano en un listado difundido por televisión.
“Hay tantos muchachos inocentes ahí. Ellos no han hecho nada malo, pero los tratan como animales. ¿Dónde están los derechos humanos?”, lamentó Gertrudis a la BBC.
La mujer, que se ve de la tercera edad, aseguró que ese lugar en donde está su hijo es “un agujero negro de los derechos humanos”.
Ella no ha escuchado una sola palabra sobre el estado de su hijo. La última vez que lo vio, Óscar tenía la cabeza rapada, iba encadenado y vistiendo una camiseta blanca y pantalón corto. Por esta razón, a través de los medios, pidió que le ayuden a saber sobre él.
Gertrudis aseguró que no sabe si está recibiendo el mismo trato que los prisioneros salvadoreños, de quienes se sabe no tienen permitido “ni un rato de sol”, como lo describió el propio Bukele cuando presentó su cárcel sin ventanas en las celdas y los corredores.
Una madre que se ha movido por redes sociales, pidiendo por información de su hijo, por lo que espera que sea escuchada.