La escena que los británicos vieron a través de las pantallas en 2012 fue la siguiente: el entonces alcalde Boris Johnson, quien hoy será juramentado por la Reina Isabel II como primer ministro del Reino Unido, colgó durante 5 minutos a 20 metros de altura atascado en una cuerda de canopy, a la vista de los transeúntes del Parque Victoria durante un acto oficial con motivo de los Juegos Olímpicos.
El potencial satírico del cuadro –un hombre poderoso suspendido en medio de un parque público con las piernas inmóviles, abiertas por el arnés, y las manos inquietas agitando, en cada una, la bandera de Gran Bretaña– fue mínimamente explotado.
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El alcalde respondió desde el aire las preguntas de la multitud, los invitó a apoyar a los deportistas británicos y, una vez en el suelo, dijo a la prensa que había sido una experiencia que recomendaba ampliamente. Como tantas otras veces, el político conservador aplicó la estrategia que ayer lo convirtió en el hombre más poderoso de Reino Unido: ahogar sus fracasos y sus polémicas con las risas de un auditorio entretenido.
El precursor del Brexit
Johnson es “más que un político, un periodista que nunca se ha molestado por asuntos como la verdad o los hechos”, según lo describe en conversación con EL COLOMBIANO Denis MacShane, exministro del gobierno de Tony Blair.
La carrera del nuevo mandatario británico empezó precisamente en las páginas del diario The Times, en 1987, de donde fue expulsado un año después por inventar una cita sobre un supuesto amante del rey Eduardo II, según señalaron varios medios británicos, entre ellos Independent.
El éxito llegaría para Johnson en su siguiente empleo: como corresponsal del medio The Daily Telegraph en Bruselas, Bélgica. Desde el corazón de la Unión Europea, Johnson se construyó un nombre como el incendiario favorito de los británicos críticos con la integración continental que, dos décadas después promoverían la salida de Reino Unido de esta comunidad económica (Brexit).
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Los titulares de Johnson son de antología: “¡La Unión Europea prohibirá las papas fritas sabor camarón!”; “Europa amenaza las salchichas rosadas británicas” y “Burócratas preparan un condón unitalla”.
En una entrevista con la BBC en 2005, Johnson se refirió a su época como corresponsal y lo describió como lanzar rocas desde Bruselas y escuchar como los vidrios se rompían al otro lado del muro, en Reino Unido.
Como señala MacShane, varios de los artículos publicados en los noventa exageraron hechos de la realidad o inventaron otros cuantos. El efecto, fue “convertir al Partido Conservador inglés en el movimiento hostil a la asociación europea”. 25 años después, en medio del caos político en Gran Bretaña por la ruptura con Europa, Johnson llega al cargo de primer ministro como quien recibe los despojos de una obra que él mismo ideó.
Un precio bajo
Durante la campaña conservadora, Johnson se presentó como la antítesis de la diplomacia de Theresa May, la anterior primer ministra, cuyo acuerdo sobre las condiciones de salida de la Unión Europea fue rechazado tres veces. Johnson, según dijo en campaña, está dispuesto a cumplir con el resultado del Referendo de 2016 con o sin acuerdo el próximo 31 de octubre, sin calcular las consecuencias económicas negativas que, según los expertos, caerían sobre Gran Bretaña.
Los antecedentes del mandatario, sin embargo, no dan muchas garantías sobre si cumplirá con su palabra, de acuerdo con Miguel Martínez, profesor de relaciones internacionales de la U. Externado.
Johnson, después de todo, tiene experiencia en desdecirse. Su apoyo al referendo de 2016 en el que los británicos votaron por la salida de la Unión Europea fue tibio al inicio y, una vez se sumó, hizo campaña diciendo que Gran Bretaña debía pagar cada día 400 millones de euros a la UE, afirmación que resultó falsa y por la cual es actualmente investigado penalmente por la justicia británica.
Con este historial de costo político casi en ceros, la expectativa es si una traición a su promesa de un Brexit duro –el cual es rechazado por la mayoría del Parlamento– pondrá por primera vez al nuevo primer ministro británico, quien construyó su carrera en medio de las miradas divertidas de sus aliados y opositores, ante el frío rostro de las consecuencias.