“Camine hasta que encuentre un lugar en el que parece que cayó una bomba”, esta es la referencia que me da un escobita para llegar a Plaza Italia o Plaza Baquedano, el emblemático espacio de Santiago de Chile donde 1,2 millones de personas se concentraron el 25 de octubre en contra del Gobierno, en la llamada “marcha más grande de Chile” cuyas imágenes le dieron la vuelta al mundo y con la que los manifestantes buscaban que el Ejecutivo tomara medidas contra la desigualdad.
Plaza Italia, rebautizada como “Plaza de la Dignidad”, es esencialmente una glorieta conectada a parques en sus extremos, ubicada en un punto céntrico de la ciudad, lo que la hace un punto neurálgico para la vida de Santiago.
Hoy es testigo diario del enfrentamiento entre encapuchados y el cuerpo de carabineros de la Policía, y en efecto, como el barrendero dijo, irse acercando a ella es llegar a territorio desolado.
Al menos a dos cuadras del lugar los negocios tienen las fachadas llenas de consignas en spray como: “Piñera asesino” y “Policías asesinos”, frases que se repiten con frecuencia. A una cuadra, la destrucción de la calle es casi total debido a que levantaron las losas para romperlas y bloquear el paso. Pocos negocios están abiertos.
“Acá es horrible todos los días” comenta un hombre cercano a los 40 años. Es dueño de un kiosco –muy cercano a la plaza– al que el primer día de protestas los manifestantes le quitaron el techo para usarlo de escudo. Dice que lo saquearon, pero igual tiene que seguir trabajando. “Hoy vendo el 2 % de lo que vendía antes, es súper difícil, pero tengo que aguantar porque con esto como”. Comenta que los enfrentamiento son permanentes “de lunes a domingo”.
Jhonatan Miranda tiene 21 años, está encapuchado con una camiseta azul y solo se le pueden ver sus ojos marrones, dice que ha estado en la plaza desde que inició el conflicto, ya terminó la educación básica y ahora busca ir a la universidad. “Todo ahora está más tranquilo, vienen unas 20 personas nada más y los viernes son las reuniones masivas”.
Jhonatan deja claro que no hay una coordinación de los manifestantes en la plaza: “Es totalmente aleatorio no hay liderazgo en la plaza, la convocatoria es por redes sociales”.
Agrega que espera que haya un cambio, “ya sea rápido o que se demore, pero después de la tormenta siempre viene la calma, y ojalá que todo se resuelva y podamos vivir como se deba. El sueldo mínimo a 500.000 pesos (el actual es 301.000 pesos chilenos, equivalentes a 1’328.000 pesos colombianos), la gente no puede vivir así” dicen el joven y se aleja.
Campamento Dignidad
A pesar de los enfrentamientos diarios en Plaza Italia, la gente en Santiago trata de seguir su vida. Eso sí, al caminar por el centro histórico de la ciudad las fachadas de gran parte de los negocios están cubiertas por planchas de metal soldadas, tablones de madera o redes de metal. Con esto lo que hacen es proteger las mercancías, es decir, los comerciantes están preparados para los enfrentamientos.
En La Moneda, el palacio presidencial, los accesos están cerrados al igual que están suspendidas las visitas guiadas que se hacían normalmente. Además, de las 136 estaciones que tiene el metro de Santiago, 28 están cerradas, lo que complica la vida de los santiaguinos. Piense por un momento: el metro de Medellín tiene 27 estaciones.
Entre los edificios públicos del centro, específicamente en la plaza Mont Varas, un pequeño espacio que separa la fachada del Palacio de los Tribunales de Justicia (equivalente al Tribunal Supremo colombiano) y la pared posterior del edificio que sirvió de sede al Congreso Nacional de Chile hasta 1973, se instaló desde el 13 de diciembre el autodenominado “Campamento Dignidad”, se trata de un conjunto de carpas alrededor de una principal que sirve de escenario improvisado.
Marcos Díaz, profesor de filosofía y vocero, explica que el campamento está conformado por la Mesa de la Unidad Social, organización que agrupa a más de cien asociaciones civiles chilenas, donde resaltan el Colegio de Profesores, la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Bancarios y Afines y la Central Unitaria de Trabajadores.
El campamento se instauró a raíz de que un pliego con varias demandas sociales que la Mesa le hizo al Gobierno y no obtuvo respuesta. Solicitan entre otras cosas: “Fin de las violaciones de los Derechos Humanos, sueldo mínimo de 520.000 pesos, establecer una mesa de diálogo para salir de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y poner freno al proyecto que está en el ministerio de Educación para eliminar historia, educación física y filosofía en los colegios municipales que dependan del ministerio”.
Explica Díaz que la perspectiva es mantenerse hasta que haya alguna respuesta. A pesar de que vienen fechas festivas para mantener a la gente movilizada el docente indica que la convocatoria ha calado: “Empezamos con 11 carpas, hoy hay 37. Éramos 25 personas hoy somos 80”.
Luis Mesina es otro vocero del campamento, perteneciente al sindicato de trabajadores bancarios específicamente de la coordinadora “No +AFP”. De fondo se escucha “Solo le pido a Dios”, en la voz de Mercedes Sosa, y Mesina reflexiona: “Estamos viviendo un momento histórico. Hace un mes y medio jamás se habría pensado que la Constitución podía caer, hoy día sí está planteado y están haciendo todos los esfuerzos porque no caiga completamente. No se ha ganado nada aún, esto todavía está en disputa”.
El parlamento ya decidió que el 26 de abril los chilenos sean consultados sobre si quieren o no una Constituyente. Habrá que esperar entonces si eso es suficiente para aplacar los ánimos y que Santiago retorne a su antigua normalidad, o si por el contrario habrá que acostumbrarse a una nueva cotidianidad signada por la posibilidad del enfrentamiento.