Donald Trump tiene una idea metida en la cabeza: todos se aprovechan de Estados Unidos. Más allá del discurso en contra de la migración, contra el cambio climático, contra la llamada agenda woke, en el fondo del discurso de campaña, el republicano hoy presidente dijo que a la gran potencia del mundo la comunidad internacional se la pasaba por la faja y él no lo iba a permitir.
Así fue cómo, una vez en la Casa Blanca, decidió usar un arma letal: el miedo económico, mostrando el lado que usaba para hacer sus proyectos inmobiliarios: el matoneo, el golpe de mesa.
No es gratuito que hace unas cuantas semanas The Economist haya comparado su estilo de gobierno con el de “los patrones”, en una alusión a los capos de la mafia italiana retratados en El Padrino. En menos de tres meses de gobierno Trump amenazó a México, Canadá y China con subir los aranceles entre un 25 y un 50 por ciento, y la semana pasada le advirtió a la Unión Europea que haría lo mismo con algunos licores, pero con un aumento de impuestos del 200 por ciento.
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Su estrategia ha puesto en cifras de pánico a la bolsa y mucho creen que se ha abierto una guerra económica que alienta los nacionalismos. A esa posición dura, de negociante que se sale con la suya, se ha generado una respuesta mixta. Por un lado, los partidarios de Trump celebran su enfoque pro-negocios y su promesa de revitalizar la economía.
Por otro lado, los críticos advierten sobre las implicaciones a largo plazo de desmantelar regulaciones que protegen el medio ambiente y la salud pública. La polarización se ha intensificado, y las manifestaciones en contra de sus políticas han comenzado a surgir en varias ciudades.
Temor a una recesión
Lo que preocupa es que decenas de líderes empresariales han encendido las alarmas ante el rumbo de la economía. Según una encuesta realizada por la revista americana Chief Executive, realizada entre el 4 y el 5 de marzo, la confianza de los directores ejecutivos en el entorno económico estadounidense cayó a su punto más bajo desde 2012 “y los temores de recesión están en aumento (...)
La calificación de los directores ejecutivos sobre las condiciones comerciales actuales en EE. UU. cayó un 20 por ciento desde enero, de 6,3 a 5 sobre 10, en una escala donde 1 es deficiente y 10 es excelente. Este es el nivel más bajo desde la primavera de 2020, cuando la pandemia paralizó las empresas en todo el mundo. Además, el 48% de los 220 ejecutivos encuestados anticipó una recesión o desaceleración en los próximos seis meses.
Hay que recordar que se considera que un país está en recesión cuando su economía (medida por el PIB) se reduce durante dos trimestres seguidos.
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Un índice de la filial de la Reserva Federal (Fed, banco Central) de Atlanta, un registro muy seguido por los economistas, predice una contracción del PIB de 2,4% en el primer trimestre en términos interanuales, lo que sería el peor resultado desde el pico de la pandemia de covid-19.
El reconocido periódico económico de Nueva York, The Wall Street Journal, advirtió que la incertidumbre sobre qué productos estarán sujetos a aranceles y a qué ritmo se aplicarán hace que la inversión y la planificación empresarial sean más difíciles. Y es que las idas y vueltas de Trump sobre los aranceles, como los cambios de fechas para que entren en vigor y los diferentes sectores afectados, hace que las empresas e inversores traten de entender cómo seguirá su estrategia.
Otro de los indicadores para determinar si un país se encamina hacia una recesión es la confianza del consumidor. Si las personas reducen sus gastos por temor a la incertidumbre económica y las empresas dejan de invertir o contratar, la desaceleración aumenta. A esto se suma el impacto de la inflación y las tasas de interés. Si los precios suben demasiado rápido o las tasas son elevadas, el consumo y la inversión se ven afectados.
Según una encuesta de la Universidad de Michigan, la confianza del consumidor estadounidense se deterioró en marzo. La caída se registró tanto en los republicanos como demócratas, aunque los datos muestran que la preocupación ha sido mayor en estos últimos.
Los indicadores de confianza de los consumidores estadounidenses en la economía del país caen, mientras los compradores, ya desalentados luego de años de inflación, se preguntan si los aranceles aumentarán los precios de lo que compran.
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¿Proteccionismo por vía aérea?
Pero ese supuesto proteccionismo no termina ahí. The New York Times reveló el viernes en la noche que el gobierno Trump está considerando una nueva prohibición de viajes que podría afectar a ciudadanos de decenas de países a varios niveles.
Según funcionarios que solicitaron anonimato al diario estadounidense, el borrador con la lista de países incluye a 43 naciones, con tres categorías de restricciones de viajes. La categoría roja será la de países cuyos ciudadanos no podrán ingresar a Estados Unidos e incluiría a Afganistán, Bután, Cuba, Irán, Libia, Corea del Norte, Somalia, Sudán, Siria, Venezuela y Yemen.
Otros 10 países en categoría naranja -Bielorrusia, Eritrea, Haití, Laos, Birmania, Pakistán, Rusia, Sierra Leona, Sudán del Sur y Turkmenistán-, tendrían fuertes restricciones de visado.
“En estos casos, los viajeros por negocios podrían ser autorizados a entrar, pero no quienes viajan con visas de inmigrante o turista”, indicó el Times. Otros 22 países en una lista amarilla tendrán 60 días para presentar descargos o podrían pasar a los otros dos niveles.
Ataques a la prensa
Lo que preocupa a los analistas es que el gobierno estadounidense abre frentes constantemente, aplicando la lógica del ataque. Hace tres días Trump calificó de “ilegales” y “corruptos” a los medios de comunicación estadounidenses que lo critican: “Creo que CNN y MSDNC, que escriben literalmente un 97,6% de cosas malas sobre mí, son brazos políticos del Partido Demócrata —dijo en un discurso en el departamento de Justicia ante fiscales y agentes de seguridad—. Y, en mi opinión, son realmente corruptos e ilegales. Lo que hacen es ilegal”.
Como ya lo hizo en su primer gobierno, Trump no tolera el rol veedor de los medios y los ataca, incluso dijo ahora que los medios “influyen en los jueces”. Esto “está cambiando la ley, y simplemente no puede ser legal. No creo que sea legal. Y lo hacen en total coordinación entre sí”.
Este tipo de comentarios no tienen precedentes en un líder en un país donde la libertad de prensa está consagrada en la Constitución. El republicano suele llamar a los periodistas que no le gustan “enemigos del pueblo” y “noticias falsas”.
Desde que comenzó su segundo mandato en enero, el millonario ha presionado a los medios tradicionales como la agencia de noticias estadounidense Associated Press, a la vez que ha facilitado el acceso a la Casa Blanca a otros que antes eran marginales y de derecha, incluso ahora recibe a influenciadores y dueños de medios supuestamente independientes que no son más que canales de Youtube o blogs.
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El surgimiento de otros líderes
La aparición de presidentes con la fuerza de gravedad como la de Donald Trump —donde cada declaración puede poner el mundo patasarriba, y donde amenaza a otros países con imponerles presiones económicas excesivas— aúpa otros liderazgos. No es gratuito que, en el caso de la guerra de Ucrania, Trump haya girado en un primer momento del lado de Putin; o que la empatía con el libertario Javier Milei, presidente de Argentina, produzca alianzas inesperadas.
Es así como a Trump le han aparecido críticos de peso, como François Bayrou, primer Ministro de Francia, quien lo acusó de “destruir el orden internacional” y de hacer el mundo “más peligroso” con sus políticas unilaterales.
Bayrou criticó especialmente la alineación de Trump con Rusia y su abandono de aliados tradicionales como Ucrania. Wang Yi, ministro de Exteriores de China, denunció la política de “América Primero” y advirtió que podría llevar al mundo a una “ley de la selva”; enfatizó la necesidad de cooperación internacional y criticó las medidas arancelarias impuestas por Estados Unidos.
Por otro lado, el recién elegido primer Ministro de Canadá, Mark Carney, luego de suceder a Justin Trudeau —quien era uno de los némesis del actual gobierno de la Casa Blanca—, dijo que iba a defender la soberanía de Canadá, al que Trump ha dicho que no es más que “un Estados de Estados Unidos”, en una posición muy parecida a la que tuvo Putin con Ucrania.
Y, finalmente, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, ha calificado los aranceles impuestos por Trump como una “violación flagrante” del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y anunció represalias arancelarias a productos estadounidenses, lo que ha generado preocupación en los estados del sur, en lo que Trump siempre ha tenido fortaleza, pero que se podrían enfrentar a precios altísimos en productos de la canasta familiar.
Esta oposición de líderes mundiales refleja la preocupación por un posible retroceso en la cooperación global y el fortalecimiento de tendencias nacionalistas, que se fortalecen ante figuras como Trump, que en este segundo gobierno seguirá bajo su lema de hacer a “América grande de nuevo”.
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No se sabe muy bien cuál de todas las amenazas que ha dicho va a cumplir, quizá una de los hechos que mejor dibujan al presidente estadounidense fue cuando un periodista le preguntó sobre haber llamado a Zelenski (presidente de Ucrania) dictador, a lo que Trump respondió que nunca lo había llamado de esa manera. ¿Mala memoria o solo estrategia? Por ahora, desde la Casa Blanca se experimenta con el miedo a una crisis económica mundial.
*Con información de AFP
