A la prensa nacional, en especial a los noticieros cargados de morbo y chismes, les pusieron de papaya la oportunidad para darse un banquete? No es para menos: los tres norteamericanos liberados -como cualquier chismoso barato- se dieron a la tarea en su libro sobre el secuestro a manos de las Farc, de contar detalles de la vida privada en cautiverio de personajes como Íngrid Betancourt. Sabían ellos -y no se equivocaron- que apelar a bajas estrategias publicitarias les garantizaría rating ¡y por supuesto que no se equivocaron!
No se sabe quiénes son más deshonestos al apelar a la vida íntima de personajes que ya suficiente cuota de dolor han pagado en manos de la crueldad de otros colombianos: los que escribieron el libro o los medios de comunicación que están haciendo un festín con supuestos romances en la selva que, si es que se dieron, primero, no debieron salir a la luz pública; segundo, su divulgación no era un hecho trascendente; tercero, invitan a hacer juicios a priori. Una vez más se ha puesto en evidencia esa doble moral tan propia de los norteamericanos y de nuestra cultura. Cinco, seis, diez años de cautiverio en las peores condiciones dan pie a que ocurran muchas cosas en la convivencia de los cautivos y hacer pornografía social con sus mecanismos de defensa para sobrevivir en la manigua es, por lo menos, vergonzoso.
De otro lado, ocurre lo de siempre: un juicio despiadado y cargado de machismo contra las mujeres, en este caso personificado en Íngrid Betancourt. Es sabido, y lo han dicho las mismísimas Farc, que esta mujer mantuvo altiva su frente ante sus captores y por su carácter firme, incluso llegó a abofetear a un guerrillero que quiso sobrepasarse con ella? Íngrid fue la que fortaleció a Pinchao y le dio coraje para su fuga y él le expresa su admiración y gratitud en su libro? Ella les dio clases de inglés, francés y yoga y, sobre todo, de valentía. Ahora tres individuos vienen a descalificarla apelando a intimidades y a citas descontextualizadas. No será perfecta ¿quién lo es? pero es una mujer en todo el sentido de la palabra.
Qué pena sociedad toda, qué pena del periodismo amarillista, qué pena que los noticieros nacionales le den tan mal ejemplo al país, qué tristeza la condición humana? Qué dolor de país que se regodea con los chismes, que defiende la penalización de la dosis mínima y no quiere entender que detrás de la actual política antidrogas no hay más que un negocio en el cual en E. U. se quedan con la plata de los narcos que en Colombia han llenado de dolor nuestros corazones y a nosotros sólo nos queda el dolor y la vergüenza? Qué espanto que el dolor del secuestro no sirva "Fuera del Cautiverio" para plantear tesis que cambien todo esto sino para llenar de más dolor el alma de los excautivos? ¡Oh música, qué haría sin ti que calmas tanta indignación en mi corazón!
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