El no conseguir la sede de los Juegos Olímpicos de la Juventud-2018 se debe asumir como una enseñanza a futuro dentro del intrincado camino del olimpismo en el que nunca hay nada seguro.
Medellín tenía al frente a dos contendores de mucho peso y tradición, Buenos Aires, como una capital que es mirada aún como si se tratara de una ciudad europea, de amplio recorrido en el ámbito del deporte, y Glasgow, sede de los Juegos de la Mancomunidad Británica-2014, y eso también cuenta en el momento de la elección.
Medellín hizo bien todo lo que tenía que hacer. La gestión gubernamental, por intermedio de Andrés Botero, especialmente, quien recorrió medio mundo mostrando las bondades de la capital paisa, se cumplió a cabalidad.
Sin embargo, el peso específico de las decisiones, previa la votación final, tenía estos apéndices:
El presidente del Comité Olímpico Argentino, Gerardo Werthein, es un dirigente de mucho peso dentro de la comunidad olímpica, especialmente en el Acno, Asociación de Comités Olímpicos Nacionales, entidad que se reunió previamente en Lausana, bajo el influjo del jeque kuwaití Ahmad Al fahad Alsabah, quien congrega mucha opinión, algo que se pudo haber reflejado en el momento final de apretar el botón electrónico de los sufragios.
Otro aspecto que se debe tener en cuenta, es que Argentina no es nuevo en temas olímpicos y sus sedes. En 1951 (Buenos Aires) y 1995 (Mar del Plata), celebró los Juegos Panamericanos; además también había presentado su nombre a consideración del Comité Olímpico Internacional, para celebrar los Juegos Olímpicos de verano de 2004.
Y hay algo más dentro del tintero: la realización de la Asamblea del COI en Buenos Aires, entre el 6 y el 10 de septiembre de 2013, en la que se elegirá nuevo presidente, para relevar al belga Jacques Rogge, al igual que la designación de la sede de los Juegos de verano de 2020, para los que están postulados Tokio, Estambul y Madrid.
Buenos Aires porfió y seguro que luchará, en un futuro, por hacer los Olímpicos de verano. Esta vez hará los Olímpicos de la Juventud-2018, como respuesta a los esfuerzos que ha realizado durante varios años; Medellín debe aprender esta lección, quedar con la frente en alto, porque fue mucho lo que se hizo en condición de primíparo en estos olímpicos, cuando se lucha más allá de las fronteras latinoamericanas. La tarea se hizo muy bien, sin que faltara nada, pero queda el mensaje de que hay que seguir en carrera, mirar hacia adelante dentro del espacio de las aspiraciones, porque al fin y al cabo en el olimpisimo también se mueven por igual la política e intereses de todo tipo.
Esta vez se perdió en los votos, pero se ganó en nombre, en internacionalización de la capital de la montaña y dentro del querer popular, que daba a Medellín como la sede del encaje perfecto como siempre lo sostuvo Andrés Botero, miembro del Bureau del COI. Pensar en pedir otra sede, incluso de unos Juegos Olimpicos de la Juventud, no es nada descabellado, y de cierto modo, hay que seguir el ejemplo de Argentina, que esta vez ganó.
