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Las dos tragedias de Bojayá

TRAS OCHO AÑOS de la masacre, donde murieron 79 personas por un cilindro lanzado por las Farc, siguen las penurias en la población.

  • Las dos tragedias de Bojayá | Donaldo Zuluaga | La vieja iglesia de San Pablo Apóstol fue reconstruída . Allí fue donde el 2 de mayo de 2002 cayó el cilindro lanzado por las Farc que mató a 79 personas, según el informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación.
    Las dos tragedias de Bojayá | Donaldo Zuluaga | La vieja iglesia de San Pablo Apóstol fue reconstruída . Allí fue donde el 2 de mayo de 2002 cayó el cilindro lanzado por las Farc que mató a 79 personas, según el informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación.
20 de noviembre de 2010
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Del viejo pueblo ya no queda nada. Solo la iglesia en pie da testimonio de una tragedia que nadie olvida. Al antiguo Bellavista, en Bojayá, se lo está consumiendo la naturaleza implacable.

El musgo se trepó en cada uno de los muros de lo que en otrora fuera la escuela. La hierba brotó por encima del pavimento y los muros del hospital y del cuartel de la Policía se caen a pedazos sobre el lecho del río Atrato.

En la entrada principal, ahora inundada por las lluvias que no dan tregua, se ven sobresalir los oxidados tubos que alguna vez albergaron los gritos de gol de los niños de Bojayá. Ahora solo se escuchan los grillos y el canto de los pájaros interrumpido por el accionar de los motores de las pangas o barcos hechos en madera que incansablemente suben y bajan por la inmensidad del Atrato.

Después de la tragedia, solo se quedaron allí las hermanas misioneras y su labor silenciosa de ayudar a estas comunidades necesitadas. Como dice una de ellas, con más nostalgia que resentimiento: "esto es lo que queda. La naturaleza terminó de llevarse los vestigios que dejó la violencia".

"El día más duro de mi vida"
Un día antes de la tragedia, el sonido de una motosierra despertó a las seis de la mañana a Flora Rosa Caicedo Blandón. Se asustó, pero pensó que era alguno de los vecinos que había madrugado a trabajar.

"Apenas comenzaron los disparos desde las 7:30 de la mañana en el río nos asustamos porque nuestros hijos y esposos eran pescadores y estaban allá", dice, mientras recuerda que su hijo Jenefer le contó que tuvo que tirarse al agua y taparse con su panga para no morir por las balas.

Las balaceras se hicieron más intensas y el tableteo se sentía más cerca, por lo que los pobladores decidieron refugiarse en la iglesia de San Pablo Apóstol y amanecer allá.

"El padre Antún nos dijo que entráramos y nos quedáramos ahí, pero nos aclaró que no debíamos conversar ni dejar entrar a ningún uniformado al templo ni siquiera darles cigarrillos. Por eso cuando dicen que en la iglesia había paramilitares es mentira", dice Flora.

La noche del primero de mayo de 2002, mientras dormían en la iglesia, los habitantes del viejo Bellavista vieron a un grupo de paramilitares que llegó a instalarse en el caserío. Al amanecer se ubicaron junto al hospital, a la espera de que trajeran al comandante herido, como recuerda uno de los testigos.

"Cuando llegó la guerrilla y los vio ahí apostados, lanzaron el cilindro, contra ellos, pero desafortunadamente cayó en la iglesia, donde estaban refugiados los habitantes desde el día anterior", comenta el poblador.

Eran las 11 de la mañana cuando Flora sintió un estruendo. "Yo ni oí. Quedé aturdida, como privada. Al rato miré para el techo y todo estaba naranjado. Ví mucho humo y traté de levantarme y no podía. Había un montón de carne y la gente por ahí, despedazada. Ví gente agonizando, como Florecita o Jummer", recuerda.

Flora intentó correr, pero sus piernas no le respondieron. "Las sentía dormidas y tuve que gatear y pasé a la casa cural. Un hijo mío estaba privado y lo cogí. Me lo puse entre las piernas y ya botaba sangre por la nariz", recuerda.

Todo era confusión, la muerte, como la guerrilla, se había tomado a Bojayá.

El cilindro lanzado por las Farc causó 79 muertes. De las víctimas, 48 eran menores de edad, según el informe entregado el jueves a las víctimas por el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR).

Después de aquel acto, la vida de Flora cambió y la de las otras víctimas también. Esperaron por una solución, pero comenzaron a vivir su segunda tragedia.

Sus otras tragedias
Seis años después de que Leiner Palacio corriera a salvar su vida a la casa de las hermanas misioneras a causa del cilindro lanzado por las Farc, les fue entregado a él y a las otras víctimas el nuevo pueblo de Bellavista. Un poblado con nuevas casas en el que, les dijeron, no sufrirían problemas de inundación como en el antiguo, pues está ubicado en una colina, lejos del Atrato.

Pero esa fue una de las primeras fallas en la nueva construcción, según Martha Nubia Bello, investigadora del Grupo de Memoria de la CNRR.

"Culturalmente la vida de estos pueblos tiene mucho que ver con las dinámicas en el río. Los procesos de socialización en niños y mujeres, los procesos de lavado de la ropa, los trastos, quién llega y quién se va. Todo eso se da por el río y aquí, a pesar de estar cerca, no tienen el río".

Bello sostiene que estas comunidades siempre fueron autosostenibles y definidas como pescadores o cultivadores, "pero en el nuevo pueblo la gente tiene muchas dificultades para pescar, porque antes tenían el bote a la mano. Ahora se los pueden robar fácilmente. Además, por las nuevas dinámicas del conflicto, la navegación está restringida".

Así lo afirma Jonier, quien dice que en el viejo pueblo, si tenía hambre salía a pescar. Ahora tiene que cargar el motor por más de 20 minutos para llegar al río.

En el nuevo Bellavista la salud también es un problema. Los habitantes expresan que para ir a una curación tienen que llevar la gasa. Lo mismo que una jeringa para una inyección.

El sacerdote Julio Bueno, párroco de esta comunidad, cuenta que "ante cualquier emergencia son remitidos a Quibdó, porque no están dadas las condiciones para atender a la gente. El médico no tiene las herramientas suficientes para brindar el servicio adecuado. Además, es uno solo para atender a más de 12.000 habitantes".

Flora dice que a veces les ha tocado en el hospital atender partos a "punta de vela".  
 
Yurlenis Murillo, la personera de Bellavista, agrega que "en materia de salud el servicio es deficiente. Las dos ambulancias están en mal estado. Se está contratando con particulares. No es lo mismo una ambulancia que una panga particular".

Además de la falta de calidad en los servicios de salud, el agua impotable y la energía afectan a la comunidad del nuevo Bellavista.

"Cuando hay combustible nos mandan el agua por dos o tres horas diarias. El líquido lo agarran de una caída y lo envían sin ser tratado. El compromiso del Estado fue ponernos agua potable para nosotros consumir. La energía es deficiente, a veces nos la quitan a las siete de la noche", explica María Albania Victoria Martínez, docente de la escuela de Bellavista.

"Cumplieron algunas cosas como el cerramiento del colegio, pero falta la interconexión y el aeropuerto que no existen. Hay una pista muy mala. También incumplieron con lo del estadio. Removieron el terreno y todo quedó allí. Con el aeropuerto se beneficiarían tres municipios, Vigía del Fuerte, Murindó y Bojayá", comenta Victoria Martínez, quien agrega que el problema de las basuras les afecta porque "la recogen cada vez que San Juan agacha el dedo".

Por eso el sacerdote Bueno hace un llamado al Gobierno Nacional, porque "nos dieron un territorio, una vivienda, cuando no tenemos qué comer, cuando la gente no encuentra trabajo. Hay que dialogar con la comunidad y ellos plantearan en su sabiduría común, qué necesitan. Nosotros como Iglesia, hemos dicho que no es solo entregar una casa digna, sino gestar fuentes de trabajo que faciliten la calidad de vida".

Se han hecho los llamados
Flora, Leiner, Victoria y otras de las víctimas de la masacre de Bellavista se quedaron en el nuevo pueblo porque no tenían a donde ir. Además, no quieren irse lejos, pues el recuerdo de sus seres queridos los mantiene arraigados a su terruño, pese a las carencias que dicen sufrir.

El defensor del Pueblo, Regional Chocó, Víctor Raúl Mosquera García, explica que "hemos entregado las quejas a las autoridades en los comités de desplazados departamentales, municipales y nacionales. Lo más delicado es el orden público. Hace poco hubo un informe que cobija a la población de Vigía del Fuerte, Bojayá y Murindó que habla de las desapariciones forzadas por grupos armados ilegales como Águilas Negras y Farc".

Mosquera García hizo énfasis en que se han presentado nuevamente los desplazamientos gota a gota, teniendo a Quibdó como mayor centro de recepción de desplazados.

Esto, además del reclutamiento de menores y de madres cabeza de familia por parte de grupos armados ilegales, es lo que ha generado zozobra en esta población. El Defensor del Pueblo precisó sobre la muerte de tres personas, entre ellas dos hermanos, asesinados por las Farc.

"Estamos como en un círculo, como hace ocho o nueve años cuando lanzamos la primera alerta. Hay rumores de que esta gente anda en los alrededores. Ojalá nos presten atención para que esta situación no se repita", dice una de las víctimas.

Ante las denuncias, un delegado de la Procuraduría Regional de Chocó, manifestó que han realizado varias acciones y se ha informado al Gobierno sobre la situación.

"Desde la Procuraduría hemos tenido que atender dos frentes en esa población. El de los derechos humanos y el de las investigaciones a algunos de los servidores públicos que han tenido problemas. En cuanto al orden público, se hizo el requerimiento a la Fuerza Pública para que estén pendientes de las necesidades en materia de seguridad para la población", agrega el funcionario.

Flora Rosa ya no llora y no es que se le hayan secado las lágrimas. Simplemente, el dolor menguó un poco. Como ella dice "eso es algo que aunque uno quiera olvidarlo no lo olvida, una cosa tan cruel no es fácil de olvidar".

A veces, en el regazo de su nueva casa se acuerda de lo vivido y se sienta a esperar, o a recordar, porque cuando atraviesa el río y pasa frente al viejo pueblo, revive lo pasado en mayo del 2002.

El dolor de ese acto lo abriga en su alma con la esperanza de que sea carcomido por el olvido, al igual que la naturaleza ha ido llevándose entre sus fundas lo poco que queda del viejo Bellavista, ocho años después de que la muerte hiciera su ronda por este caserío a orillas del Atrato.

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