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La Navidad se vive en familia

La Navidad cobra pleno sentido cuando se celebra en familia. La unión en torno al pesebre para recibir al Dios hecho hombre es lo que le da sentido a estas fiestas por el Nacimiento de Jesús.

  • Ilustración EMER´S
    Ilustración EMER´S
23 de diciembre de 2013
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La Navidad es una fiesta, pues en ella celebramos el nacimiento de Jesús. Y está claro que como toda fiesta, necesita preparación, ajetreo de ires y venires, viandas y licores, e implica unos costos para convocar a los asistentes.

Pero no debemos confundir lo que está alrededor de la fiesta, con la celebración misma. Con la esencia misma de esta tan anhelada cita anual, con lo que le da sentido, que no es otra cosa que abrir nuestro hogar y nuestros corazones al Jesús hecho hombre, que nace en una humilde pesebrera, en Belén.

Fácilmente nos podríamos engañar o confundir a nuestros hijos, pensando que Navidad es todo ese barullo que se forma en el comercio por estos días o que simplemente es tener la casa decorada de luces y arreglos navideños.

En realidad, los regalos, el árbol de navidad, cintas, guirnaldas y focos de colores que iluminan nuestras casas, no son más que el decorado para propiciar ese momento dichoso en el cual, en el seno de cada hogar cristiano, se conmemora el nacimiento del hijo de Dios, que renace de nuevo en nuestros corazones.

Allí, en torno al pesebre, está el acto central de la fiesta, el verdadero motivo de los gozos: el Niño, que nos trae el anuncio de la Salvación y de la vida eterna; está su Madre, la Virgen María, que aceptó la voluntad de Dios para su concepción; está su esposo José que creyó en ella y se convirtió en el padre putativo de Jesús, y está la creación entera representada en una mula y un buey, que le dan calor a su cuna. Ya pronto llegarán los pastores, testigos de esa excepcional Noche de Paz, y los tres reyes magos, que atraídos por una fulgente estrella, le harán los primeros regalos.

Los evangelios narran, para la historia, la sublime escena en torno al Niño que nace en un humilde portal. Ha venido hasta nosotros para salvarnos, para redimirnos del pecado, asumiendo nuestra propia naturaleza humana, según el anuncio anticipado por todos los profetas.

¡Qué gran poder de evocación tiene esa imagen, contemplada tantas veces en nuestra infancia en el seno de nuestro hogar!

 Esa es precisamente la fuerza que deriva de la Navidad que nutre de momentos y lugares felices nuestros mejores recuerdos, unidos tan entrañablemente a la memoria de nuestros padres, y que nos ha de acompañar hasta el fin de nuestros días.

Imágenes que ojalá nuestros hijos también guarden de nosotros y que nos ayuden a preservar el verdadero sentido de la Navidad, que emana del Nacimiento de Jesús, como una tradición más cercana al amor, la solidaridad, la convivencia pacífica y la unión familiar, que al estruendo, la rumba y los excesos.

Preparémonos entonces a asistir de nuevo a ese inefable misterio del Dios humanado y disfrutemos de estas festividades con la alegría que las debe acompañar, pero compartiendo en familia bellas e inolvidables experiencias frente al pesebre.

Sigamos el consejo que nos dio el Papa Francisco en la víspera de esta Nochebuena y busquemos en medio de la fiesta el silencio necesario para abrirle un lugar a Jesús en nuestros corazones.

Que experimentemos en el interior de nuestros hogares la paz que Él ha venido a traernos, a través de su mensaje de amor y de perdón, para que pronto sea una realidad de la que disfrute Colombia entera.

Contraposición

Una fiesta pagana se transformó en el nacimiento de Jesús

Por Fabián Sanabria
Antropólogo, docente universitario


Por estas fechas se realizaba la fiesta del Nuevo Sol, en la cultura pagana de los romanos y esta se transformó en el Nacimiento de Jesús.

El gran acierto de los cristianos fue montar sobre una fiesta pagana, como era la dedicada al Sol, una fiesta religiosa y de ahí derivan toda una tradición, que obviamente con el correr de los años ha ido perdiendo su vigencia y su sentido. Probablemente por el mensaje cristiano en estas fiestas se le da mucho sentido al tema de la paz. El signo del pez es el signo de la paz.

Cuando el carácter religioso se pierde, queda el sentido político como es el de la integración, la reconciliación, que se le ha querido dar a estas fiestas, y cuando el sentido político se pierde lo que queda es el sentido comercial, de ahí su transformación en una fiesta del consumo que es a la que asistimos en el mundo contemporáneo.

Ahora, obviamente, ya no hay tanta tradición religiosa, sobre todo por el afán consumista de hacer regalos, etc. pero ya la parte propiamente religiosa se ha ido perdiendo. Solamente entre la comunidad más creyente se conserva la tradición de celebrar en torno al pesebre, pero no sucede así para la generalidad de las personas.

Adicionalmente, entre nosotros, en nuestras culturas latinas hay una desgracia, y es la progresiva sustitución del pesebre por el Árbol de Navidad y el Papá Noel. Resulta ilógico que un mundo tropical, de muchos colores, mucho más cálido, los alumbrados navideños evoquen la nieve. Es increíble cómo ha ido creciendo esa tendencia americanizante.

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