En medio de las peleas de todos contra todos, en este país, dediquemos esta columna al humor, para ver si por ahí es la cosa.
Iba, hace unos días, en un carro por las calles bogotanas, cuando escuché las declaraciones del doctor Melguizo.
Les juro que no podía creer lo que escuchaba. Se despachó contra el Himno Antioqueño diciendo que "el hacha que mis mayores me dejaron por herencia" significaba que al contradictor había que excluirlo y exterminarlo.
Si hubiera dicho que era un pecado ecológico porque acabamos con los bosques... vaya y venga... pero su interpretación era de una mente calenturienta.
Luego se fue lanza en ristre contra Montecristo... "su humor nos hizo un mal irreparable" dijo el que se cree muy culto.
Ahí sí se me revolvió el estómago. Yo sé que tengo la cultura de Aranjuez, y que crecí oyendo y viendo a Montecristo.
Nunca he sentido que el humor de Montecristo fuera dañino. Al contrario, era ingenuo, elemental y simple.
El amaneramiento de Montecristote no pretendía excluir al diferente.
Ni la candidez y las ocurrencias de Montecristico querían burlarse de la niñez.
Montoño, era tan peculiar y tan querido que inspiraba ternura.
Las pilaturas hechas a doña Queta o los deseos por la Pochola no pasaban a mayores.
Y qué decir de don Justiniano, su carnal, que le acolitaba todos sus gracejos.
Perdone doctor Melguizo. El hecho de que a la gente del común no le gustara el humor de sus invitados no le da derecho a usted para subirse al escenario y sacar "el hacha" de su poder para enfrentarlos y recriminarlos.
Usted sí los excluyó tratándolos de incultos.
Yo creo que Montecristeso, cuando lo oyó desde el cielo, riéndose le dijo a mi Dios: "Huy, Señor, ese man se la fumó verde.
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