Falcao es sinónimo de magia y espectáculo. Con el balón en sus pies invita a soñar a la afición con un juego preciso, técnico y de otro planeta.
Sin la pelota ratifica que los ídolos son de carne y hueso y que un deportista es grande también por su humildad, la misma que derrocha cuando habla con la gente que lo busca.
En esos picos altos y de calidad se mueve Alessandro Rosa Vieira, más conocido como Falcao, padre de dos hijos y considerado hace rato el mejor jugador del mundo en fútbol sala.
Una carrera exitosa de 18 años, cinco títulos en la Copa Libertadores de futsal, uno en la Libertadores de fútbol, el primer lugar en la Copa América, la medalla de oro en los Panamericanos de Río-2007 y un sinnúmero de títulos con Corinthians, Mineiro, Sao Paulo y Malwee comprueban su capacidad.
O rei do futsal, como se le conoce a este brasileño que fue el goleador del Mundial del 2004 y que no puede jugar en Europa, porque los compromisos con sus cinco patrocinadores en su país le impiden lucir otras marcas, está feliz con la calidad de los escenarios de los Juegos.
También resalta los progresos del fútbol sala colombiano y la técnica de sus jugadores, pero anticipó que su meta será alcanzar el oro en el coliseo Tulio Ospina y para eso tendrán que vencer hoy al anfitrión en la semifinal.
Sobre el potencial de su país explica que "es algo que llevamos en la sangre; divertirnos con el balón, inventar jugadas, brindar espectáculo y no dejar de lado el compromiso y las obligaciones en la cancha es algo que nos ha hecho superiores a los demás".
De eso no hay dudas, pues Brasil llega invicto a la semifinal, no ha recibido ningún gol y con la calidad colectiva se ganó el cariño de la afición. Para ello, cuenta Falcao, "nuestro equipo solo piensa en jugar bien y hacer grandes partidos para que los espectadores gocen, se enamoren del fútbol sala y regresen a sus casas felices, porque fueron testigos del espectáculo".
Recuerda que los grandes futbolistas de su país, Ronaldo, Ronaldinho, Robinho y Ricardinho, se formaron en el futsal y por eso probó en el Sao Paulo del 2005 con fortuna colectiva al ganar la Libertadores e impotencia personal, ya que el técnico casi no lo tuvo en cuenta y se convenció de que era uno más en la cancha, mientras que en el fútbol sala siempre ha sido el número uno.
Ante esta situación regresó a la disciplina que lo hizo grande y lo convirtió en insustituible en su club Malwee y en la Selección de Brasil. Culminada su intervención en "estos muy buenos Suramericanos me quedarán cuatro años más de deporte y lo quiero jugar con la misma altura, debido a que el fútbol sala me apasiona así sea torcedor de Sao Paulo y Santos y piense en un futuro ser empresario de futbolistas en mi país".
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