El rey Juan Carlos I, el monarca que guió la transición de España hacia la democracia tras el franquismo y marcó una época con su estilo abierto y cercano, anunció ayer la abdicación en favor de su hijo Felipe.
Será recordado por su crucial intervención en la madrugada del 24 de febrero de 1981, cuando su condena del golpe de Estado que se estaba desarrollando en el Congreso de los Diputados supuso el inicio del fracaso de la sublevación de los militares contrarios a los rápidos cambios que se estaban produciendo en España tras la dictadura franquista.
"La Corona, símbolo de la permanencia y la unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo determinó en su día a través de referéndum", dijo a la nación en el discurso televisado aquella noche.
Su defensa de la joven democracia lo ayudó a convertirse en uno de los reyes más populares de Europa y a tener en España una corriente de adeptos al "juancarlismo" a la que se sumaron incluso políticos republicanos que valoraban su estilo abierto y campechano.
Fue proclamado Rey en noviembre de 1975, cuando habían pasado sólo dos días de la muerte del dictador Francisco Franco.
"Si el Rey no hubiera estado el 23 de febrero, el golpe militar hubiera triunfado, de eso no tengo ninguna duda", dijo en una entrevista con Reuters el veterano líder comunista Santiago Carrillo, exiliado durante la dictadura franquista, pocos años antes de morir en 2012.
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