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Desde el balcón, Gustavo ruega para que vuelva su mujer amada

21 de junio de 2011
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Con la idea de rendir tributo a la mujer que lo abandonó y de recordar los momentos de desamor, el balcón de Gustavo Navarro terminó convertido en un “museo”.

Ese balcón, que muchos se detienen a ver, queda en el tercer piso de un edificio del barrio San Benito, en el centro de la ciudad. A su casa Gustavo la llama “finca”, por ser su refugio de descanso.

Este “ejecutivo de impresiones”, como se autodenomina, tiene una litografía en el mismo sector donde reside, y allí pasa la mayor parte de su tiempo. Dice tener tres personalidades, que adopta según transcurre su día.
 
La primera es la que más quiere y admira: es nieto de Sofía Ospina de Navarro, litógrafo y editor de los libros de cocina y literatura de su abuela.

La segunda aparece después de las seis de la tarde cuando sale de trabajar. Con ella  se convierte en un soñador que aspira vivir el resto de su vida tranquilo, sin necesidad de tener mucho dinero.

La tercera y última es la de deportista, pues este hombre ha dedicado la mayor parte de su vida a jugar golf.

Su casa es bastante particular, en cada rincón de ella guarda recuerdos de momentos imborrables, es coleccionista de vírgenes pues dice que al ser criado entre mujeres adoptó un amor fervoroso por María Auxiliadora.

Un balcón con mucho significado

La idea de adornar su balcón surgió hace seis meses después de que “muñeca”, como llamaba a su novia, decidió irse con un extranjero a empezar una nueva vida luego de 18 años de relación con él.

Desde ese momento su cabeza comenzó a dar vueltas para pensar de qué manera hacerle saber a su amada que necesitaba que volviera y que debía recapacitar sobre la decisión que había tomado.

“Para mí el balcón es un grafiti tridimensional con lo que pongo allí,  puedo expresar libremente lo que siento” afirma Navarro.

Cada tiene un significado especial, pero todas las imágenes en conjunto construyen una frase que decidió crear mientras espera la llegada de  su “muñeca”.

La virgen que recogió del parque de La Presidenta después de que algunas personas la dañaran, un cristo, un sapo, un toro, un maniquí embarazado, una muñeca y un baúl son sólo algunas de las imágenes que decoran el mirador de Navarro.

El sapo hace alusión al extranjero que le robó, según él, a su novia de toda la vida; el toro es la fuerza que lo representa y que necesita para seguir adelante. El maniquí embarazado es la espera que debe tener mientras que su ex novia recapacita, la muñeca representa a su amada y el baúl marcado con el número 18 significa los recuerdos que tiene este hombre del tiempo que pasó en su relación amorosa.

Todas estas imágenes dan como resultado la frase “que la Virgen y Jesús me den fuerza para esperar a que termines pronto esa humillante, esclava y solitaria locura”.

Este hombre de 63 años todos los días dedica tiempo a pensar qué más ponerle a ese museo urbano que tiene por balcón. Porque, como todo coleccionista disfruta de las miradas ajenas,  así lo tengan por loco. “Que hablen bien o mal pero que hablen”, dice Navarro en medio de una sonrisa que oculta la tristeza que lleva en su corazón.

Este hombre asegura que quitará el monumento a los momentos tristes cuando su “muñeca” regrese a su lado. Según él, esto va a ocurrir muy pronto.

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