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El Festival Iberoamericano de Teatro, su legado

16 de agosto de 2008
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El festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá vio la luz de la mano de Fanny Mikey y Ramiro Osorio en 1988, como parte de los actos conmemorativos de los 450 años de fundación de la Capital.

Bajo el lema de Un acto de fe en Colombia y con alguna oposición de los sectores más tradicionales de la iglesia debido a que se desarrollaría durante la Semana Santa, el FITB fue desde sus inicios una propuesta que buscaba abrirle nuevos espacios a las artes escénicas, en procura de devolverle la alegría a un país que por entonces tenía que convivir con el azote del narcoterrorismo.

Desde sus comienzos, el festival superó con creces las expectativas que se tenían sobre la viabilidad de una propuesta que muchos no dejaban de considerar descabellada, luego de que 59 compañías teatrales de 21 países –entre las que se contaban representaciones de buena parta de Europa, Estados Unidos y Canadá-, se hicieran presentes.

La lluviosa Bogotá se trasformaba en un escenario de carnavales callejeros en los que era usual ver una multitud de entusiastas espectadores transitando a altas horas de las noche por las céntricas calles en procura de rematar las jornadas de teatro en bares y cafés.

Durante un labor titánica, la destacada actriz y empresaria se daba a la tarea de recorrer cuanta delegación cultural hubiera en el país, aparte de concertar reuniones con gerentes y presidentes de la empresa privada, para presentar lo mejor del teatro que en el momento estuviera presentándose en la escena internacional. 

Dos años después de que se realizara su primera edición, el Festival amplió la participación de las representaciones a 27 países y 93 compañías de Europa, África, Asia y América, aparte de una amplia participación de las compañías nacionales.

Con motivo de la tercera edición (1992), que por primera vez contó con la participación de los cinco continentes, el Festival abrió sus salas a la mítica Ópera de Pekín, así como al primer circo en presentarse dentro del festival, a cargo de la compañía Circus Oz de Australia.

Pese a que el país se encontraba en tinieblas por el famoso “apagón”, era usual ver llegar a los espectadores de teatro callejero acompañados de una linterna con la que guiaban sus pasos hacia los lugares de las obras.

Para 1994, ya era considerado como uno de los eventos culturales más importantes del mundo. Por eso, logró el aval de la Unesco para ser declarado sede del premio de la importante organización para la promoción de las artes. Además, las salas de teatro albergaron cerca de 1.500.000 asistentes, quienes tuvieron la oportunidad de presenciar los espectáculos ofrecidos por 103 compañías de 28 países.

Durante 1996, pese a que el país atravesaba por una severa crisis económica y la desertificación por parte de Estados Unidos, la ciudad volvía a vivir un ambiente de fiesta, en la que parques y plazas se convertían en los principales lugares para olvidarse de los problemas.

Un festival que no fue ajeno a la crisis
El Festival no fue ajeno a la crisis, disminuyeron sus participantes y asistencia. Pero como era característica de Fanny, de las grandes crisis, saca grandes oportunidades, y así creó Un festival Creador, para financiar obras nacionales estrenadas en el FITB.

Luego de una década de esfuerzo, el Festival llegó a su sexta versión, una maravillosa fiesta donde el teatro ganó en protagonismo en sus calles, de manera gratuita para sus espectadores.

La octava edición, recibió a 30 países, representados por 83 compañías de teatro, incluyendo 42 producciones colombianas, para un total de 420 presentaciones y 120 eventos de teatro callejero.

Cinco continentes, 33 países, 52 compañías internacionales y 141 grupos colombianos, dieron vida al IX Festival Iberoamericano de Teatro, para entonces convertido en auténtica industria del espectáculo, que sin la participación de la infatigable Fanny tal vez nunca habría alcanzado a establecer las impresionantes cifras que espectáculos y asistencia de público.

Fueron siete estrenos mundiales, 16 salas, 6 coliseos populares, 24 parques, 3 sitios de rumba, 617 funciones, 2 grandes conciertos, 54 invitados internacionales, 820 inscritos en los Eventos Especiales, 540 periodistas nacionales, 45 corresponsales extranjeros, 22 enviados especiales, 2180 artistas, y más de 2 millones 600.000 espectadores, dan buena cuenta del nivel alcanzado por el festival.

La décima y undécima edición versiones del Festival continuaron batiendo todas las cifras, llegando a registrar porcentajes del 90 por ciento en el total de la ocupación de las diferentes salas, en la que además se realizó una importante gestión para reivindicar el oficio del artista callejero.

Como de costumbre, una radiante Fanny Mikey salía a recibir el agradecimiento y caluroso aplauso de los miles de espectadores de espectadores agolpados a lado y lado de la carrera séptima, para presidir las diversas comparsas de grupos nacionales y extranjeros que participarían en un evento que no hubiera sido posible sin su constante impulso y que sin duda deberá perdurar en su memoria, porque como ella misma diría: ¡El show debe continuar!

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