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Chávez, una peligrosa locura

09 de noviembre de 2009
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Hace bien Colombia en acudir a la comunidad internacional, específicamente ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y la OEA, para poner en conocimiento las continuas y cada vez más agresivas amenazas de guerra del presidente Hugo Chávez contra nuestro país.

Cero y van cuatro ocasiones en que el mandatario del vecino país, con graves problemas internos y una pérdida de popularidad que lo tiene loco, arremete contra el gobierno colombiano y, frente a sus milicias bolivarianas, y los militares, quiere encender un falso nacionalismo y los convoca a prepararse para lo peor, pues mantiene su paranoia en que va a ser atacado por Estados Unidos desde Colombia.

Chávez ya había alentado la posibilidad de una confrontación bélica con Colombia desde cuando el Gobierno de Uribe, en uso legítimo de la defensa, realizó un operativo militar contra alias Raúl Reyes en el campamento de Sucumbíos, en zona ecuatoriana, el 1 de marzo de 2008. Sin tener velas en el entierro, pero respirando por la herida, el presidente de Venezuela careó a Rafael Correa y lo obligó a romper relaciones con Colombia, en otra demostración de querer expandir su mal llamado Socialismo del Siglo XXI, que más se parece al caduco modelo soviético del Siglo XX.

No obstante la prudencia y los reiterados llamados al diálogo que le ha hecho Colombia a Venezuela, es hora de no desestimar las amenazas de Chávez, porque la historia nos ha demostrado que de obsesiones y fanatismos, que rayan en la locura, están llenas las guerras. Basta recordar a Hitler y Stalin, entre otros, que se creyeron los "salvadores" del mundo.

La crisis interna de Venezuela es de tal dimensión que Chávez no ahorrará epítetos y provocaciones, no sólo contra el Gobierno de Colombia, sino contra miles de colombianos que viven y trabajan en el vecino país, tal como ocurre en la zona de frontera con Arauca, Norte de Santander y la Guajira, donde, precisamente, el presidente venezolano ha sufrido sentidas derrotas políticas.

Es claro que la decisión de militarizar esas zonas de frontera obedece también a una estrategia de intimidar a dos de sus más enconados opositores: los gobernadores del Táchira y Zulia.

En su costumbre de disparar con regadera, Chávez quiere vender la idea de que ésta es una guerra ajena, cuando sabemos que su verdadero propósito es sacar del camino a sus reales opositores en el continente, Estados Unidos y Colombia, y quedar con el terreno libre para instaurar, expandir y consolidar su sueño de ser la reencarnación de Simón Bolívar.

En ese perverso y peligroso objetivo, Chávez busca interesadas alianzas con Rusia, Irán, Siria y Libia, y los instiga a participar en una eventual confrontación bélica. De ahí, la urgencia de un pronunciamiento y acción contundentes y de rechazo de Naciones Unidas frente a estas provocaciones de Venezuela.

Tal como lo hemos pedido en otras ocasiones, concretamente en el conflicto en Urabá a principios de los años 90, y en aras de preservar la seguridad e integridad nacionales en zonas geoestratégicas, insistimos en la necesidad de solicitarle a la ONU la presencia de cascos azules en estas fronteras, no para agravar la situación, sino para evitar que pueblos hermanos y pacíficos, dejen de serlo.

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